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CRÍTICAS - CINE

Agua y Sal

Agua y Sal (Argentina, 2009)

Dirección y Guión: Alejo Taube. Elenco: Rafael Spregelburd, Mía Maestro, Daniel Cúparo, Paloma Contrera, Mónica Lairana. Producción: Violeta Bava, Rosa Martinez Rivero, Alejo Taube. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 88 minutos.

Reseña previamente publicada con motivo de exhibición en el 25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata:

http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales-cine/25o-festival-internacional-de-cine-de-mar-del-plata/1361-competencia-latinoamericana-de-largometrajes.html

(Se cuentan detalles del argumento)

Cine Vacío.

Agua y Sal es un cine rancio, viejo (en el peor de los sentidos), con diálogos imposibles. Mal actuado, mal filmado, un cine que claramente atrasa treinta años y que no tiene ningún tipo de cimiento dentro de la rica historia fílmica del cine argentino.

Alejo Taube sufre el mal de varios directores de su generación; parecen analfabetos cinematográficos. ¿Alguien se imagina que una persona pueda escribir un libro sin haber leído jamás alguno? La verdad que desconozco si este director tiene un pasado en el mundo de la cinefilia o no. Si lo tiene no lo demuestra con su cine, en Agua y Sal conviven una estridente y horrenda música con frases acartonadas, “importantes” y para colmo de males nos encontramos con esas “historias cruzadas” que habitan en el cine de Iñarritu. La historia de dos parejas, una de buena posición económica que no puede tener hijos y otra pareja pobre que tras la muerte del hombre, la chica no puede mantener a su hijo que esta por nacer entonces lo brinda en adopción. “Dramón” y revelación cinética: Los hombres de ambas parejas son el mismo actor, las historias se entrelazan y el “Hombre Rico” se hace cargo del hijo de la “Chica pobre”. ¿Aleccionador no? ¿Poético? ¿Me alcanzan un revolver que me pego un tiro?.

 

Por Carlos Federico Rey

Agua y sal no transcurre completamente en la ciudad de Mar del Plata, pero dicha ciudad cumple un papel determinante en la construcción del universo ideado por Alejo H. Taube, su director. La llamada ciudad feliz, pareciera simbolizar una especie de Leteo, uno de los ríos del Hades de cuyas aguas se decía que quien las bebía perdía toda memoria. De él también se dice que se hacía beber a las almas antes de reencarnar pues así se garantizaba el completo olvido de vidas pasadas.

Como advierte la sinopsis, los protagonistas, Biguá y Javier, viven en un mismo tiempo, diferentes vidas, más o menos felices. El azar los cruza sin ponerlos frente a frente y la magia del realismo que propone el director elabora una síntesis entre los deseos de uno y otro, el deber ser, las frustraciones, los anhelos y un destino irremediable. Ambos son interpretados por Rafael Spregelburd, y si bien el director a afirmado que la elección de un único actor para los dos personajes es casi anecdótica, esta cronista entiende que este hecho es por el contrario, determinante para la interpretación que suscribimos.

Elegimos aquella que nos lleva al río que describíamos al principio. De este modo podríamos pensar a los personajes como reencarnaciones, como continuidades. Existiría así, en Agua y sal, un ser humano que encarna una semiosis infinita de sujetos que se van transformando símbolo del sujeto en sí y de como éste se modifica en cada momento de la vida en que se producen cambios fundamentales. Las decisiones sobre la vida profesional, la pareja, la paternidad y las coincidencias o no entre deseo y deber ser, aparecen como instancias que promueven cambios determinantes en la vida de Biguá/Javier. Mar del Plata funcionaría aquí como ese río del Hades que promueve la transformación del alma, en  nuestro caso el sujeto, anulando todo pasado.

Las vidas que observamos se suceden en un mundo construido con predominio de cámara fija y un interesante juego con el foco que dificulta la claridad de visión, esto último se entiende en adhesión a una realidad que tampoco es clara.

Agua y sal presenta un problema en cuanto a la progresión de la historia pues esta continuidad sobre la que radica el planteo más interesante del film no llega a instalarse, pues el juego que alterna imágenes no llega a cumplir la función de encadenamiento progresivo. Es por ello que la fusión entre los paralelos del inicio no llega a cumplirse en términos de imagen. Entendemos que esta falla no recae en las actuaciones. Falta en la película un dinamismo que nos sumerja en las dos historias con tal profundidad y similitud que no deberíamos distinguir entre Javier y Biguá, lo que no sucede por el modo estático con que está articulado el relato.

Por el contrario, resaltan los trabajos que se evidencian en la correcta sintonía entre Rafael Spregelburd/Biguá y Paloma Contreras/novia-madre-adolescente, pues las escenas que comparten muestran una profunda verosimilitud basada en la sencillez y economía gestual de las actuaciones. Este registro se vuelve desparejo en la dupla que el mismo actor comparte con Mía Maestro.

Vale destacar la actuación de la joven Paloma Contreras, en cuanto a su desempeño en las escenas de ruptura de bolsa y posterior trabajo de parto en la camioneta camino al hospital: momentos sencillos y breves que demuestran que para construir situaciones límites y transmitirlas no es necesario apelar al grito y la desesperación.

El segundo largometraje de Alejo H. Taube, está algo lejos de su primera obra, que resultara ganadora del VI BAFICI (Una de dos, 2004) en cuanto a realización, a pesar de ello, saludamos la continuidad de su trabajo y su crecimiento en la dirección de actores.

Por Larisa Rivarola

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