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CRÍTICAS - CINE

Historias Cruzadas (The Help)

Historias Cruzadas (The Help, EEUU, 2011)

Dirección: Tate Taylor. Guión: Tate Taylor basado en la novela de Kathryn Stockett. Producción: Chris Columbus, Michael Barnathan, Brunson Green. Elenco: Emma Stone, Viola Davis, Octavia Spencer, Bryce Dallas Howard, Jessica Chastain, Ahna O’Reilly, Allison Janney, Mary Steenburgue,  Sissy Spacek. Distribuidora: Disney. Duración: 145 minutos.

La Misma Canción del Sur

Es muy probable que Margaret Mitchell estaría orgullosa de Historias Cruzadas. Su influencia literaria sigue estando presente en Mississippi. Mitchell, fue la precursora de la Gran novela sureña estadounidense. Aquella donde los grandes hacendados sureños hacían autocrítica, reconocían sus errores frente a la esclavitud y admitían culpas, para quedar como los buenos niñitos blancos arrepentidos por sus prejuicios raciales y sociales. Inescrupulosas víctimas de un sistema escrito en los tiempos del imperialismo británico.

Lo que el Viento se Llevó fue en los años 30, la novela más vendida de sus tiempos, superando a El Nacimiento de una Nación, y en cierta forma pidiendo perdón por el punto de vista que esta misma tenía acerca de los malvados esclavos que llevaron a la nación a un guerra civil.

Ambas novelas fueron exitosamente llevadas al cine, pero no por eso los prejuicios raciales se terminaron.

Hay formas y formas de hablar sobre la violencia hacia “el negro” en Estados Unidos. Está el punto de vista político, que bien podría aplicarse a directores como Spike Lee, cuya filmografía retrata las manifestaciones raciales de forma seca y provocadora como en Malcom X, El Milagro de Santa María, Haz lo Correcto, o policiales correctos pero claros en su mensaje como Mississippi en Llamas de Alan Parker, Tiempo de Matar de Joel Schumacher, y sino, está el relato emocionante, efectivo, simpático, lavaculpas como Historias Cruzadas.

Alguna vez, Spike Lee opinó que Conduciendo a Miss Daisy era una vergüenza cinematográfica. Una película que se burlaba de las relaciones interraciales y pretendía dar un mensaje para blancos. En la obra de Tate Taylor sucede algo similar.

Taylor es un actor que hace su segunda incursión detrás de cámaras, tras realizar una comedia que nunca llegó a nuestro país ni siquiera en DVD.

Esta vez, adapta un exitosa novela de Kathryn Stockett, donde se cuentan varias historias de sirvientas negras en hogares blancos, y la relación con sus ricas patronas en Jackson, Mississippi. La protagonista es Aibileen, una mujer de 50 años aproximadamente, cuyo hijo falleció y se dedica hace más de 30 años a cuidar niños blancos, rubios y de ojos celestes bajo míseras condiciones de trabajo. Una de las jóvenes hijas de ricos del pueblo, Skeeter, pretende ser periodista y escribe la columna de limpieza del hogar del diario local. Skeeter es soltera sin hijos, lo que provoca que entre sus amigas, todas madres y esposas perfectas, no sea vista con buenos ojos. Además, nunca tuvo prejuicios raciales, por lo que le pide a Aibileen que se sea su asesora. Siendo testigo de los maltratos de Hilly, su amiga, hacia Aibileen, Skeeter decide escribir un libro en la que las sirvientas de las blancas puedan despecharse por los prejuicios raciales que deben sufrir.

Las buenas intenciones que tiene la novela de Stockett son transformadas en un guión pretencioso y superficial, lleno de situaciones previsibles, lugares comunes y clisés, que buscan el efecto constante. Ya sea una risita timidona o el llanto insostenible. Taylor sale a generar emociones. Y se podría decir que lo logra a la fuerza de reiteración de escenas lacrimógenas, porque a nivel visual no puede provocar un solo plano de empatía.

Llámese clasicismo transparente o simplemente falta de ideas, Historias Cruzadas carece de personalidad cinematográfica. Es imposible hallar hoy en día una razón por la que esta obra no se traspuso al canal Hallmark en vez de ir directamente al cine. Igual, económicamente hablando mal no le fue, porque solo en Estados Unidos recaudó más de 160 millones de dólares, una gran suma teniendo en cuenta que su presupuesto no superó los 30 millones.

El principal problema, es que no deja de ser el punto de vista blanco. La mirada es de una autora que pertenece al círculo social que critica, pero hace creer que está del lado de la servidumbre. Existen momentos, en los que se puede leer entre líneas pensamientos racistas, o mejor dicho situaciones que demuestran que una falta de conocimiento alarmante del tema retratado. Es como en Un Sueño Posible, la chica blanca (Sandra Bullock) ayuda al pobre negro para demostrar que los blancos sureños no son tan racistas como los norteños creen.

Tanto la fotografía como la recreación histórica de los años ’60 aportan muy poco a elevar la calidad cinematográfica. Sí, algunas escenas son simpáticas, pero otras que tienen un grave componente dramático carecen de profundidad. Por ejemplo, todo lo relativo a la violencia doméstica. Varios aspectos de este retrato son pasados por alto y merecían mayor profundidad. Los personajes no tienen más aristas de las que vemos en los primeros minutos, y enseguida quedan estereotipados: la buena, la mala, la víctima, el victimario.

Sin embargo, se le puede dar mérito a Taylor como director de actores. El elenco es notable y se luce (seguramente porque buscan estatuillas doradas): Viola Davis y Octavia Spencer son dos notables intérpretes. Davis ya había deslumbrado con los pocos minutos en los que trabajó en la película La Duda, y tiene una trayectoria extraordinaria. Su expresividad contenida es virtuosa. Spencer, menos conocida que Davis, posiblemente sorprenda un poco más, aun con ciertos estereotipos que debe sortear. Por otro lado, Emma Stone, Jessica Chastain y Bryce Dallas Howard, confirman que pertenecen a una nueva generación de actrices que buscan constantes desafíos y pasan de la caricatura al retrato emocional, sin caer en la solemnidad. Como broche de oro, dos veteranas con destacadas participaciones son Alison Janney y Sissy Spacek. Aunque interpretan personajes muy secundarios, ambas aportan la naturalidad requerida para robar cada escena en la que participan.

Si no fuera por su elenco, me parece que Historias Cruzadas, seguramente hubiese ido directamente al DVD y pasado inadvertida. Su extensa duración (146 minutos) no se hace notar. En ese sentido, Taylor tiene méritos como narrador, pero también queda la sensación de que podría haberse extendido un poco más para que algunas subtramas cobren mayor relevancia y valor dramático. El formato miniserie era el ideal para esta novela.

No es ni más ni menos, que un melodrama de los años ’60 que atrasa cuatro décadas en su concepción. Douglas Sirk fue más provocador, sutil e irónico cuando realizó Imitación a la Vida, y Todd Haynes, hizo un maravilloso y cínico retrato en Lejos del Paraíso, con resultados mucho más convincentes, más allá de su artificialidad.

Pero Historias Cruzadas es un híbrido pretencioso, cuya única misión es ayudar a vender pañuelos.

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Las mujeres perfectas, de color.

Estamos en plenas vacaciones de verano. Al igual que como sucede en invierno, el panorama cinematográfico empieza a ofrecer un aluvión de films para chicos y adolescentes, dejando al público adulto un poco de lado.
Pero también en verano sucede un fenómeno constante, año tras año. A medida que nos adentramos en la estación comienzan a aparecer, con mayor o menor grado de certidumbre, las películas que seguramente estarán presentes en los Oscar. Es muy probable que Historias Cruzadas figure entre las diez ternadas.

Ambientada en la convulsionada América profunda de los 60, Historias Cruzadas nos cuenta la historia de Skeeter, una joven que acaba de recibirse de periodista. En su retorno a Jackson, Mississippi, encuentra que su sirvienta, algo así como una madre para ella, fue despedida; y que todas sus amigas son ahora mujeres casadas y ricas, cada una con su propia empleada de color.

Si bien indudablemente la protagonista del film es la bella Emma Stone, el punto de vista de la historia se reparte entre ella, Viola Davis y  Octavia Spencer. Davis y Spencer interpretan a las dos sirvientas, Aibileen y Minny. Éstas encarnan la maltratada minoría, si bien el personaje de Aibileen es quien contiene la mayor carga dramática del film mientras que Minny aporta casi el total de sus rasgos humorísticos. Emma Stone se afianza como mediadora del relato, ya que es a través de ella que se van conectando los diferentes hilos narrativos. A ellas se suma Dallas Bryce Howard como Hilly, personaje en el cual se centran todas las características comunes del discriminador racial.

Hay que destacar que las cuatro actrices mencionadas son lo mejor de la propuesta. No solo por mimetizarse completamente con sus roles, sino por tener el suficiente talento como para lograr despegar sus personajes de una historia plagada de clichés y estereotipos.

Y acá es donde el film comienza a tambalear. Al tratarse de una historia sobre el Sur norteamericano en la década del 60, uno espera una propuesta mucho más arriesgada, cruda, o incluso violenta, que retrate la constante agresión que tuvo que sufrir la comunidad negra en ese momento histórico. En cambio, se nos presenta una historia bastante edulcorada, donde uno realmente jamás siente la amenaza de ataque para alguna de las mujeres negras. Incluso desde la historia misma se demuestra la deficiencia al retratar lo ocurrido,  ya que el libro que escriben en la película y que da nombre a su título original (The Help) podría haber sido una crónica de los abusos psicológicos que sufrían a cargo de sus empleadoras pero, en cambio, termina convirtiéndose en una catarsis con ribetes hilarantes.

A pesar de mostrar liviandad para adentrarse al tema, la historia está bien cimentada, con el suficiente ritmo como para que las dos horas y veinte que dura el metraje se lleven con amenidad. Parte de esto se debe a la dirección de Tate Tylor (también guionista), quien, resignando un mayor virtuosismo se decanta por planos convencionales para acelerar el desarrollo de la historia.

Si bien contiene carencias narrativas, como la banalización del tema racial, la película cuenta con un apartado técnico notable (tanto en vestuario como en fotografía) y  termina por constituir una digna propuesta, merced a unas interpretaciones sobresalientes. Por esto merecer ser tenida en cuenta a la hora de elegir un film destinado a un público adulto no muy exigente en términos de originalidad.

Por Jorge Marchisio.

La Película Que Quiso Ser Todo

Jackson, Mississippi, inicios de la década del ’60. Una joven blanca proveniente de una familia adinerada, aspirante a escritora y empleada como redactora para una columna de consejos de limpieza bajo un falso seudónimo, decide comenzar a escribir una novela que exponga el punto de vista que tienen las mucamas afroamericanas sobre sus empleadoras, señoras blancas que las explotan y humillan. Partiendo desde esta premisa podría producirse una película interesante, con un guión profundo, quizás tardíamente comprometida, o… algo como esto.

Tate Taylor, un joven y nuevo director Hollywoodense (pero con todas las de querer), es el responsable de esta película que nunca define su género, que cuenta con un guión previsible y fallido -basado en la novela escrita por Kathryn Stockett-, que por momentos pareciera presumir de “histórica y comprometida” pero comete errores verdaderamente graves, que desaprovecha a buenas actrices como Viola Davis, Allison Janney e incluso a la nueva revelación Emma Stone, empañadas por una dirección de actores demasiado estereotipada para una historia que también pareciera presumir de profunda y dramática. Personajes que terminan siendo absolutos y llegan a rozar lo caricaturesco llevan el tono del filme a la comedia, sobre todo los secundarios como la malvada muy malvada de Hilly interpretada por Bryce Dallas Howard o la buena muy buena de Celia interpretada por Jessica Chastain, banalizando el relato e impidiendo una evolución dramática.

Decir que el guión se limita a girar en torno a la sinopsis dada en el primer párrafo, profundizando sobre la problemática planteada, sería falso. En las dos horas y media que dura (sí, quizás lo peor de todo) la historia va y viene de la risa al llanto más trillado queriendo abordar todo tipo de conflictos como la persecución racial sufrida por la población negra estadounidense, los mandatos sociales padecidos por la mujer americana media y el costo de rebelarse a ellos, la violencia doméstica, el aborto y van… pero todo en un entorno azucarado de niñas millonarias caprichosas y aburridas que tienen hijos como juguetes para que sean criados por estas empleadas de color que heredan como si de un bien se tratara, y a las que les hacen construir baños apartados porque “tienen enfermedades distintas”.

Podríamos decir que los deslices cometidos por el guionista y director serían factibles de ser obviados si la película estuviera presentada desde la mirada de una de estas jovencitas republicanas, pero lo que resulta imperdonable es que la subjetividad del relato está presentado desde la mirada de Aibileen (Viola Davis), una mucama que pasó toda su vida criando a niños ricos mientras su hijo le era arrebatado por un país que los excluía, perseguía y asesinaba.

La música utilizada en mayor parte de forma no diegética (es decir, agregada artificialmente a la escena, no justificada en el plano) compuesta por Thomas Newman, se convierte en un acompañamiento meloso que no hace más que acentuar todo lo explicitado. No pareciera haber un uso artístico de ninguna de las ramas de la cinematografía, pudiendo quizás sólo rescatar el vestuario, la puesta en escena y la fotografía, que de todas formas no dejan de ser de manual de propaganda norteamericana.

Si no fuera por cuestiones de edición esta crítica hubiera sido resumida con un simple: obvia comedia dramática con supuesto mensaje. No hace reír, no hace llorar, cuando lo intenta utiliza artificios tan transitados que no llega a lograrlo. Increíble que transcurra en el mismo estado y en la misma década que la Mississippi en Llamas de Alan Parker.

Por Nuria Alvarez Silva

El Discurso del Amo

The Help, que acá la hacen llamar no muy felizmente Historias Cruzadas, es un film que puede provocar muchos amores y algunos rechazos. De hecho, es una de las candidatas a obtener varias nominaciones a los próximos premios Oscar y seguramente veremos a varias de sus estrellas desfilar por la alfombra roja esa noche.

A Tate Taylor le tocó la responsabilidad de adaptar este best seller al cine, situado en los años 60, que relata los usos y abusos por parte de la clase media acomodada en la zona del Mississippi de sus criadas negras, hasta que llega Skeeter (Emma Stone), una joven con sueños de escritora que busca rescatar en su primer libro las voces de estas mujeres oprimidas por tantas generaciones. El resultado final es este producto que generará apreciaciones dispares en sus espectadores.

¿Por qué se la puede amar tanto? En IMDB su calificación promedia los ocho puntos. Como entretenimiento funciona bárbaro: dura unos largos 146 minutos y no aburre; desde el primer minuto logra atrapar sin soltar hasta la secuencia final. Los sentimientos y afectos que genera son varios y se los puede experimentar a flor de piel: odios, broncas, impotencias, complicidades, risas; alguno que otro deberá usar unos cuantos pañuelos descartables. Gran parte de estos méritos se los debemos a su elenco, mayormente femenino, que está en un muy buen nivel, logrando interpretaciones que encarnan con notoria visibilidad las características particulares de sus personajes centrales, en especial las morochas protagonistas Viola Davis (Comer, Rezar, Amar; La Duda) y Octavia Spencer, que si bien ya ha hecho sólo algunos trabajos, éste es realmente el primero importante, y seguramente una revelación. Ambas se adueñan de las cámaras y de la historia, desplegando gran intensidad en sus expresiones y movimientos. El resto del casting, las chicas blancas, cumplen en su rol, aunque les tocó ser demasiado estereotipadas. Hay que rescatar dos actuaciones secundarias pero brillantes: Sissy Spacek y Alison Janney.

Es impecable la ambientación y el vestuario de la época, y estéticamente la película se vale de planos y una fotografía que retratan gran belleza visual. Estructuralmente, el film va a emocionar a unos cuantos, ya que abundan escenas en las que se exhiben la injusticia y la dureza, lo cual transformaría el relato en un texto híper dramático que denunciaría la crueldad de las diferencias sociales, pero el alivio llega cuando las voces de las oprimidas se empiezan a oír y no faltan las risas a modo de redención.

Salir de la sala visiblemente emocionado no garantiza que hayamos presenciando una gran película y es ahí cuándo el crítico de cine debe ejercer su función, no quedarse con las impresiones iniciales e ir más allá del producto final, analizarlo y poder leer entre líneas el texto cinematográfico.

En ese punto, uno empieza a pensar que la película está muy sobrevalorada. La desmesurada emoción nos lleva a interpretar que hay una búsqueda intencional de manipulación, donde la industria cinematográfica tiene muy en claro cómo condicionar los reflejos y sentimientos del público mediante estímulos estereotipados, a partir de los cuales terminamos respondiendo cual perros de Pavlov o naranjas mecánicas. Y es ahí dónde el film se excede; encontramos recursos archi-usados y forzados en escenas, planos, secuencias, música y rasgos de los personajes, que con la sobredosis de moralina correspondiente están al servicio de ir directamente al corazón del espectador, produciendo emociones inmediatas que conllevan razonamientos cosméticos sin posibilidad de una reflexión más profunda.

Una historia tan polémica como la grave discriminación racial en los Estados Unidos no debería ser abordada tan banalmente y de manera superficial. No se trata del sentimentalismo idealista que este film nos quiere vender con todos los estereotipos posibles, dónde tenemos a la típica chica buena con alma de justiciera; la malvada que es increíblemente déspota y se posiciona como la líder de “las divinas”; la rubia tan tonta y frívola como hermosa e ingenua pero con un corazón noble; y esas negras criadas que son absolutamente enternecedoras y hasta dan ganas de abrazarlas. Las mujeres de la clase blanca están tan caricaturizadas que hasta en el reparto de belleza física son las favorecidas por unanimidad.

Por demás la narración es políticamente obsecuente en estos tiempos de diversidad friendly, pero evita profundizar en las causas y consecuencias que tiene un tema tan complejo como éste, lavando sus culpas con las lágrimas que se derraman por más de dos horas en el metraje; la justicia llega a través de la travesura cómica de una de las negras, imposibilitando cualquier posibilidad de pensamiento crítico y reflexivo.

Una historia que intenta rescatar las voces de los negros pero contada por blancos de manera tan superficial y romántica que se hace muy evidente la predominancia del discurso del amo que intenta confesar sus pecados de forma naif; y otra vez comprobamos que la historia la escriben los que ganan.

Por Emiliano Román

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