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CRÍTICAS - CINE

La Guerra de las Galaxias Episodio I: La Amenaza Fantasma (3D) (Star Wars Episode I: The Phantom Menace 3D)

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La Guerra de las Galaxias Episodio I: La Amenaza Fantasma 3D (Star Wars Episode I: The Phantom Menace 3D, EEUU, 1999)

Dirección y Guión: George Lucas. Producción: Rick Mc Callum. Elenco: Liam Neeson, Ewan Mc Gregor, Natalie Portman, Jake Lloyd, Pernilla August, Warwick Davis, Kenny Baker, Anthony Daniels, Ray Park, Samuel L. Jackson, Ian McDiarmid, Terence Stamp, Keira Knigthley, Sofia Coppola, Frank Oz. Distribuidora: Fox. Duración: 135 Minutos.

Había una vez un mecánico (13 años después)

Hace muchos, muchos, muchísimos años en un país tan diferente que parece de otra galaxia, llegaba la primera entrega original de La Guerra de las Galaxias en 16 años. Alegría entre todos los seguidores. No se trataba de una secuela, sino de los orígenes de Darth Vader, cuando se llamaba Anakin y de su maestro Obi Wan Kenobi. Claro, que George Lucas no pensó resolver todo en una sola película, tenía que afanar dividiéndola en tres partes, y por eso tuvimos que soportar ese verdadero insulto cinematográfico llamado El Ataque de los Clones, que solo valía la pena verla porque en la última media hora, finalmente veíamos a Yoda luchar contra el Conde Dooku… O sea, Christopher Lee. El resto de la película era realmente infumable. No existe otro término. Y miren que soy fanático de la saga original, pero el Episodio 2 era realmente muy aburrido.

Por suerte, y enfrentando a todos los temores posibles, el Episodio 3 era bastante digno y rescatable. Muy oscuro, por suerte.

Episodio I: La Amenaza Fantasma, en cambio es un producto que tras 13 años, se mantiene como un híbrido con momentos interesantes.

Sin embargo, una cosa es mirarla de adolescente y otra un poco más de grande. Mi impresión sigue siendo la misma en líneas generales. Pero volver a verla en pantalla gigante, confirmó todo aquello que no me había gustado, y reconfirmó aquello que supe apreciar por entonces. Sumado a algunas impresiones nuevas.

En primer lugar, es notorio que los 22 años que George Lucas estuvo ausente detrás de la dirección, le perjudicaron visiblemente. No creo que Lucas sea un gran narrador, pero tanto THX 1138 como American Graffiti y el Episodio 4 son obras entretenidas. La nueva trilogía es eterna.

Si bien el Episodio 3 es el más atrapante, tanto el I como el II son abrumadores, y realmente, hoy, que volví a ver en 3D La Amenaza Fantasma, confirmo que se me hizo larguísima. Sentí el peso de los innecesarios anteojos constantemente. El cine era una heladera, afuera un horno, y la película no terminaba más.

Lucas crea viñetas, escenas sueltas que luego monta un poco con calzador para que tengan una lógica. Irónicamente, me parece que el texto, o la estructura narrativa es sólida. El guión no tiene falencias ni deja subtramas abiertas. Un personaje tan insoportable como Ja Jar Binks, al que consideraba inútil además, tiene un propósito narrativo: es el conector de los Jedis con los demás personajes importantes que van apareciendo, incluido el propio Anakin.

Por otro lado, pude sacar en limpio que los efectos especiales eran realmente muy buenos y han sobrevivido al paso del tiempo.

No hubo demasiadas diferencias en el uso del CGI para crear Tatooine, Naboo o Pandora (de Avatar). Sí, se nota que los personajes creados por una técnica de animación similar al Caption Motion retrasan con respecto a los de Harry Potter, por ejemplo, pero parte de la culpa la tiene Lucas, no porque la interacción entre actores y personajes animados no sea visualmente verosímiles (se pueden notar errores tanto en Episodio 1 como en La Comunidad del Anillo), sino por la pésima dirección de actores. Ni Liam Neeson, ni Mc Gregor, Portman o Lloyd, miran exactamente a Ja Jar, y se nota. Hay errores graves al respecto.

Aún así, esto no es tan malo como las interpretaciones per sé. Si alguien me decía que esta gélida, aburrida, inexpresiva Natalie Portman podría encarar un personaje tan complejo, con tantas aristas y perspectivas como el de El Cisne Negro, y además se llevaría el Oscar por ello, yo hubiese tildado de loco al que lo hubiese dicho. En serio, tanto ella como Mc Gregor dan interpretaciones miserables, donde simplemente se dedican a tirar letra.

Mejor está Liam Neeson, con su acostumbrada parsimonia y naturalismo para actuar. Claro, que si vemos a Qui Gon Jinn (¿era coreano?) y Ra’s Al Ghul vamos a notar que no hay demasiadas diferencias (bueno, en Batman era villano, acá lo ayuda al villano a salir adelante). Después es difícil destacar algún otro miembro del elenco más allá de Ian Mc Diarmid (Palpitne AKA Emperador), que será el mejor actor y personaje de la trilogía.

Es notable la falta de fluidez que tiene el relato. Las escenas son aisladas, las acciones, a veces demasiado azarosas y los Jedi por momentos son inverosímiles, en el propio contexto de la mitología original que creo Lucas (¿de donde sacaron el objeto para respirar bajo el agua?). Lucas subvalora un poco la inteligencia del espectador que no es fanático. Vamos, no es tan difícil darse cuenta que Palpatine y Sidius son la misma persona. Es tan obvio como la diferencia entre Clark Kent y Superman.

Volviendo a la trama, pude poner más atención a la relación que tiene el director con este episodio, que sin lugar a dudas, toca fibras más personales.

Para el que no lo sabe, pero intuye, George Lucas, no quería dirigir películas hasta que a los 18 años tuvo un accidente automovilístico que lo dejó fuera de carrera. Al renunciar como corredor, se dedicó a interesarse por el cine. Por eso American Graffiti, es una extensión de los sueños adolescentes de Lucas, y Episodio I refleja, sin dudas sus fantasías infantiles: ganar una carrera con tan solo 10 años a corredores corruptos y casarse a la princesa / reina de turno.

La carrera de pods es la secuencia que genera más tensión y más imaginativa de toda la segunda trilogía. Lucas entiende de carreras y supo diseñar la suya de forma original y magistral. La Amenaza Fantasma solo vale la pena ver por eso. Ni siquiera por Darth Maul, uno de los personas más vende humo de la saga contemporánea.

Anakin, por otro lado, simboliza un poco la historia de Lucas chico, el huérfano de padre humilde, mecánico, que empieza como esclavo para terminar siendo el personaje que desequilibra la fuerza… hacia el lado oscuro. Muchos comparar la historia de los Skywalker con la de Jesucristo y es bastante acertado. Lucas es un ser espiritual y casi religioso. Más convencido que Spielberg en este aspecto. Sin embargo, es contradictorio que teniendo en cuenta los orígenes de Anakin, luego lo convierta en Darth Vader, un villano bastante complejo en retrospectiva (nada que ver con la impresión que tuvimos cuando vimos por primera vez la obra original de 1977).

Se destaca, que más allá de ser cariñoso y humilde, Anakin, tiene chamuyo de mecánico. Ni bien la ve a Padmé se la está tratando de levantar (“¿Sos un Ángel?”) Le tira onda de una… Y al final, el jueguito de miradas entre ambos, vaticina un futuro romance. No se trata de simpatía… es levante, lenguaje de calle. Presten atención como Jake Lloyd levanta la ceja (“how you doin?”, diría Joey Tribbiani). Padme tiene como 5 años más, pero no importa. A lo Titanic, la aristocrática y el pobre muchacho pueden juntarse. La magia del cine lo hace posible acá o en otra galaxia.

El reestreno de Episodio 1: La Amenaza Fantasma solo se justifica para que el fanático pueda volver a ver la saga en las salas cinematográficas. El 3D al principio parece bien desarrollado, en especial con las escenas filmadas en CGI, pero tras la carrera de pods, pierde fuerza (no la acompaña) y  cae en el olvido.

Por lo tanto, más allá de la digitalización, de que Yoda fue cambiado por un personaje CGI, en vez del muñeco de Frank Oz, y de que tenemos que usar anteojos para verla, no hay nada nuevo en este emprendimiento de George Lucas para seguir facturando.

Nuevas observaciones, otras conclusiones, sí. Pero el formato es incondicional a eso.

Aunque siempre es reconfortante escuchar el leit motiv de John Williams en un gran auditorio como es la sala cinematográfica.

En fin, como diría Spock, “larga vida y prosperidad”…

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X e Y en lentes

Es por demás sabido que, en algún momento u otro, ya pasados los años luego de los estrenos consecutivos, con baches o no, de la franquicia Star Wars; George Lucas se iba a encargar de darle un nuevo formato a la ya hiperexplotada obra, con un reestreno que amenazaba romper estructuras no solo económicas sino artísticas para arrasar todo el mainstream del séptimo arte. El momento llega de la mano de La Amenaza Fantasma en 3D, el episodio I (considerada como la peor de la totalidad) del sexteto de películas que comprenden la saga original de la eterna historia de confrontamientos interestelares entre La república, la Federación de Comercio, Jedis, Siths y demás variantes de la dicotomía bien-mal, luz-oscuridad y por consiguiente la representación de un quiebre en la historia de la cinematografía fantástica y de ciencia ficción de todos los tiempos.

La historia en sí misma es ya conocida por cualquier fanático del celuloide que se precie de serlo, pero como siempre suele suceder, la totalidad de las galaxias no pueden abarcar el todo: En medio de una disputa por el control de Naboo, hogar de los gungans entre otras razas, el Jedi Qui Gon y su aprendiz padawan Obi Wan Kenobi, son enviados como cónsules para negociar con la Federación de Comercio manejada en las sombras por un Lord Sith, Darth Sidious , que intenta romper con el control de la república y sumir en el lado oscuro a la galaxia. El enfrentamiento y la posterior huída se hacen inminentes para que los guerreros de la paz y la reina Amidala terminen en Tatooine, donde se encuentran a Anakin Skywalker, un jovencito prodigio en lo que respecta a la tecnología y por demás capacitado para entrenarse en las artes de los Jedi al vérselo como el elegido que equilibrará La Fuerza. La Federación está intranquila con esta presencia por lo que envía a su más reciente discípulo, Darth Maul para acabar con la amenaza que les supone, capturar a la reina y así conquistar las redes comerciales y políticas de Naboo, clave para el desarrollo del plan maestro en la sumisión universal. Debates en el Senado, confrontaciones entre el Lado Oscuro y el bien, carreras de vainas y la exploración de la galaxia para salvar el equilibrio serán condimentos clave en la progresión de un relato rico pero poco explotado y en extremo reutilizado como excusa para justificar la trilogía original de la saga.

Protocolares labores realizadas, es menester introducirse en el cambio que propone, al menos en teoría, la reutilización del fílmico transpuesto a la nueva tecnología del momento, el 3D.

Es una realidad que las tres dimensiones en el cine han invadido la faceta comercial de las salas y han cambiado sobremanera la realización y la exhibición de obras de todo tipo y género llevando a un campo, superior para algunos, no para quien suscribe, la experiencia fílmica y la realidad de la ficción en la misce in scène.

Star Wars aprovecha el campo del eje Z para ser protagonista del nuevo milenio y, por qué no, sumar adeptos a su ya hiperpoblada expectación. Pero el proceso, de haberse generado a conciencia y con un estudio más minucioso de la cuestión del pase de formato más allá del mero rédito económico que persigue este reestreno, pudo haber sido mucho más agradable y disfrutable desde la butaca.

El filme se constituye a si mismo exactamente igual que 1999, año de su estreno original, sin llevarse consigo recursos de formato ni mucho menos, de hecho, la verdadera fortaleza del 3D puede solo apreciarse por una escasa cantidad de cuadros en el tiempo tras una acción del odiado Jar Jar Binks de lanzar una bola hacia la cámara.

Tres dimensiones que se justifican desde la amplitud de la profundidad de campo (por cierto bien lograda pero innecesaria), que reivindican el fuera de foco forzado en posproducción y que malgastan la tecnología misma ya que queda acondicionada y disminuida al estado de fermas en el cuadro, a la creación de una pretensión de perspectiva que de por sí era buena y apreciable.

Star Wars 3D funciona solo y únicamente como un comercio que se funde con las pretensiones económicas de los mismos campos de su historia. Increíble resulta el hecho de no haber sido aprovechada la carrera de Vainas con protagonismo del joven Skywalker para la generación de una aventura en escala de plano más que asombrosa. Lo más interesante de la visual del filme se pierde tras el manto de la excusa.

Profundidad y 3 planos en el mismo parámetro. Pero ¿de qué sirve esto si no aporta dinamismo ni riqueza visual por el mero placer estético? ¿Dónde entra la cuestión “profundidad” si se debe hacer valer por si misma sin elementos que se correspondan a una justificación en tiempo y forma de drama?

Dos visiones del 3D se contraponen y se contradicen a si mismas a pesar de compartir un origen: la visión del FCS (Fusion Camera System), madre de la impactante visual de Avatar (EE.UU; 2009); y la visión del esteticismo comercial de la futura Titanic 3D y de la consecución de reestrenos de fílmicos 2D, como así también la reexplotación de una saga maravillosa, a una película por año hasta cumplir su totalidad, que probablemente extinga su matiz de atemporalidad y culto a través de una técnica mal utilizada.

Un enamoramiento que termina en quiebre de un centro por introducción de elementos que no suman, que no crean, que no modifican. Un filme en dos dimensiones con la incomodidad del anteojito.

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Por Uriel De Simoni

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