A Sala Llena

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FESTIVALES

16º BARS: Día 3

Sábado 14 de noviembre.

Llegó el clima cálido a la ciudad… pero lo más atractivo, oscuro y desafiante está en el Complejo Multiplex Lavalle, donde el festival continúa su marcha (por supuesto, dejando una estela escarlata a su paso). Tanto los largometrajes como las sesiones de cortos están llevando una gran cantidad de público, que también puede adquirir películas en DVD buscando dentro de los stands de las distribuidoras VideoFlims y Sarna. Además, libros de las editoriales Fan Ediciones y Cuarto Menguante, y revistas como Cine Fantástico y Bizarro y Cinefanía Macabra, siempre en un contexto de monstruosidades amigables y pasión por el género.

Enorme oferta la del BARS, y aún quedan varios días para sumergirse en ella.

 

Le Scaphandrier, de Alain Vézina (Canadá, 2015 – Novedades), por Ernesto Gerez

El género canadiense tiene una larga tradición, y aunque haya pasado su momento de gloria de los ‘70 -en el que surgieron gemas como Black Christmas, las primeras películas de Cronenberg, o la larga lista de horror films producidos gracias a la reducción de impuestos-, ya se habla de una segunda ola de género canadiense. En este renovado momento podemos colocar a Le Scaphandrier, segundo largo de ficción después de 20 años del ex crítico y director de varios documentales sobre historias marítimas Alain Vézina, quien, según sus propias palabras, quiso homenajear al slasher y rescatar cierta estética del horror clase B. Se perciben claros ecos de La Niebla de Carpenter, de Zombie de Lucio Fulci, y del slasher de los ‘80, aunque sin los típicos adolescentes fumones siempre tratando de ponerla. ¿De qué va la historia? Una periodista decide investigar una serie de raros crímenes en una ciudad costera; el asesino usa, claro, una escafandra, y tratará de recuperar un botín perdido. En el medio del quilombo habrá zombies comecarne y asesinatos a la vieja escuela. El gran problema es que se percibe en el ritmo cierta seriedad que se contradice con la premisa y con la idea lúdica del director; de todas formas el clasicismo y el concepto retro son bienvenidos, y tal vez lo único que moleste sean algunos efectos digitales berretas menos románticos que el resto de los planos.

calificacion_3

 

 

 

Jirón, de Christian Cueva (México, 2014 – Documentales), por Matías Orta

Décadas atrás, México supo tener una de las industrias de cine más vibrantes de Latinoamérica. Uno de los nombres que surgió en ese contexto fue el de Carlos Enrique Taboada. Aunque dirigió películas de diversos géneros, Taboada se destacó en el terror. Su estilo climático, pero no por eso contundente, supo influir a talentos actuales como Guillermo del Toro. Las muestras de su trabajo: Hasta el Viento tiene Miedo (1968), El Libro de Piedra (1968), Más Negro que la Noche (1975) y Veneno para las Hadas (1984). Pero el film que lo iba a consagrar como un maestro del miedo hubiera sido Jirón de Niebla. “Hubiera sido”, ya que la película se filmó, logró ser terminada… pero desapareció durante un confuso hecho de corte político.

Jirón va tras la pista de alguna copia muy escondida de la película (en un recorrido a través de cinematecas y archivos), al tiempo que, mediante testimonios y material de archivo, narra la vida y la obra de Taboada, su pasión por las historias tétricas, las dificultades para triunfar en la industria cinematográfica mexicana, los dolores de cabeza que desde el principio le significó hacer Jirón de Niebla. Entre quienes prestan sus palabras hay críticos, programadores de festivales y el director Adrián García Bogliano –Habitaciones para Turistas y Sudor Frío, entre otras-, también productor de este documental.

La oportunidad ideal para saber más sobre una película maldita y también acerca de su creador, un cineasta todavía a descubrir.

calificacion_3

 

 

 

Vampyres, de Victor Matellano (España 2015 – Competencia Iberoamericana), por E.G.

Claro que Víctor Matellano era el indicado para llevar adelante esta remake de la mítica Las Hijas de Drácula, no sólo por su fanatismo por el género español (que en algunos casos trascendió sus fronteras, tal es el caso del cine de José Ramón Larraz, director de la original), sino porque el propio Larraz le dio la venia antes de partir al universo. Matellano actualiza algunos pequeños detalles pero se mantiene fiel a la historia y a la atmósfera de la película de 1974. Entre esos detalles que actualiza se encuentra una atractiva utilización de un puñado de canciones extradiegéticas cercanas al oscuro horror disco de sintetizador, y una escena desbordada de poesía visual en la que las lésbicas vampiras hacen un menage a trois con una de sus víctimas. Por desgracia, no contamos acá con los exteriores de la mansión Oakley Court, elemento clave de la original y de varias producciones de la Hammer, y las escenas de sexo y sangre ya no tienen la transgresión de aquel momento, ni todavía la fetichización resultado del paso del tiempo. Tarea difícil la de Matellano, quien sale más airoso por la apuesta en sí que por un resultado con una narrativa que no termina de hacer pie. El espantoso acento inglés de varios actores con un notorio autodoblaje que recuerda a las producciones B con ánimos de exportación de los ‘60 y ‘70, y las actuaciones de las leyendas Lone Fleming y Caroline Munro aportan simpatía, pero los pocos aciertos contrastan con decisiones que empastan el relato y logran que la película se disfrute por pequeños fragmentos aislados y no como un conjunto cohesivo de escenas. De todos modos, Matellano nos transmite su amor por el género de antaño sin soberbia ni canchereadas posmo, algo rescatable y no tan común en nuestros días.

calificacion_3

 

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