Lunes 16 de noviembre.
Para el resto del mundo, el comienzo de una nueva y rutinaria semana. Para quienes hacen el BARS y su público, la promesa de jornadas de puro horror y locura. Los films de las competencias y los de secciones paralelas no dejan de poner a prueba a quienes osan adentrarse en las salas del Complejo Multiplex Lavalle. La osadía abunda, ya que las funciones no tardan en agotarse. El síntoma perfecto de que serán más días teñidos de Rojo Sangre.
La Muerte Juega a los Dados, de Martín Riwnyj (Argentina, 2015 – Competencia Iberoamericana), por Matías Orta
El Delta del Tigre conserva un encanto especial para las cámaras, sobre todo a la hora de contar historias oscuras. Los Muchachos de Antes no Usaban Arsénico, de José Martínez Suárez, es un gran exponente. Por el mismo sendero de thriller y humor negro transita La Muerte Juega a los Dados.
Tres amigos y colegas de una oficina viajan un fin de semana a una isla del Tigre, con el simple propósito de distenderse de su trabajo (trabajo que, por cierto, involucra actividades fraudulentas). Llevan consigo a Lucas (Esteban Coletti), el cadete nuevo; un boy scout que contrasta con el carácter curtido de sus superiores. Pronto el descanso dará lugar a la tensión, y se producirá una muerte. Y si se le suma una extravagante leyenda local, sobre un ser hermafrodita que suele obrar milagros… Será el principio de una serie de acontecimientos tan tenebrosos como desopilantes.
El director y guionista Martín Riwnyj equilibra el suspenso, la violencia y la comedia gracias a una historia con vueltas de tuerca y dosis de extravagancias que no le sientan mal. El peso mayor reside en las actuaciones de Coletti, Rubén Ballester (el jefe), Juan Ignacio Machado (un inolvidable abogado alcohólico que vive pasado de revoluciones), el pionero radial Douglas Vinci (él más atormentado del grupo), Ana Livingston y Carlos Kaspar, en un papel pequeño pero con frases y gestos ocurrentes.
Si bien el final podría haber tenido un cierre mejor construido, sigue siendo un cuento de juegos, trampas, un arma humeante y más.
Bunny The Killer Thing, de Joonas Makkonen (Finlandia 2014 – Competencia Internacional), por Ernesto Gerez
Esta locura finlandesa que pasó por varios fanta-festivales del mundo y que no fue bien recibida por los críticos de su país, es una splatter deforme que cuenta la historia de un grupo de jóvenes (claro) que se van de joda por unos días a una cabaña (por supuesto) con intenciones de escabiar vodka y enfiestarse (obviamente); los clichés y los lugares comunes del género como brújula. La originalidad está puesta en la criatura deforme que los perseguirá en la cabaña del bosque: un tipo transformado en conejo con una pija de 50 centímetros y que busca desesperadamente cualquier cosa que se parezca a una concha. Bunny The Killer Thing se mueve entre lo bizarro (el traje está más cerca de un trencito de la alegría que de los FX de una película de horror), lo irreverente (aunque se esté poniendo de moda mostrar chotas incluso en el mainstream, sigue siendo picante y estando por fuera de la norma) y la estupidez hermosa que puede tener una de las películas más “ya fue todo” del año.