Valió la espera
Tomaron siete años para que la directora alemana Maren Ade vuelva a filmar, tras el excelente recibimiento de su anterior film, Entre Nosotros, galardonado en Berlín.
En esta ocasión Ade abandona la temática de relaciones de pareja para extrapolarla a una entre padre e hija. Toni (Peter Simonischeck) es el padre eternamente burlón al que le llegó la hora de querer reforzar y/o establecer el vinculo que debería tener con su alejada, fría y workaholic hija Ines (Sandra Huller). Para ello, recurre a una visita inesperada que Ines al principio maneja igual que su trabajo, con abrazo sin calidez, schedules hasta para salir a tomar un café, imponiendo una barrera entre los dos. Toni, por el contrario, es desfachatado, lleva en su bolsillo superior del saco una dentadura postiza que utiliza todo el tiempo para molestar a quien sea y así distender hasta la más gélida charla.
El film también ahonda sobre el círculo de corporaciones y grupos laborales del que Ines se rodea, donde la frivolidad es moneda corriente y de la que se alimentó para terminar en el lugar profesional que ocupa. Toni en cierta manera es quien viene a patear el tablero, desconociendo los resultados que pueda lograr, En algunos casos, la insistencia e intromisión son inimaginables, logrando los mejores momentos del film hasta detenerse en el punto de inflexión dentro de una particular escena en la que padre e hija interpretan una canción de Whitney Houston, “Greatest Love of All”. La irritabilidad de Ines, vista desde el lado del público, es disfrutable.
Maren Ade dirige de una manera desconstracturada, con un guión propio en el que parece haber volcado todo tipo de giros inesperados que eventualmente funcionan cada 20 de los 160 de duración total. Su visión sobre el día a día dentro de una multinacional es certera, da en blanco en cada una de las apostillas que marca. El film es hilarante ante cada aparición de Toni; pasados unos minutos de película ya podemos esperar cualquier cosa, la apertura de una puerta en un plano nos limita a pensar que él puede entrar por allí y comenzar a hacer el ridículo una y otra vez. Su irrupción en el inicio del film marca el tono del resto de la historia.
La película recibió tres series de aplausos y lo inaudito es que todos se concretaron durante el transcurso del film, algo que indicó un más que cálido recibimiento por parte del público.
El tipo de cine inesperado que plantea Toni Erdmann es necesario. Casi una obra maestra, algo que no es frecuente hoy en día.
José Luis De Lorenzo
delorenzo@asalallena.com.ar | @josedelo
Nota original, en nuestra cobertura del 69º Festival de Cannes.