(Argentina, 2019)
Guion, producción, dirección: José Celestino Campusano. Elenco: Wall Javier, Germán Tarantino, Claudio Medina, Juan Salmieri. Distribuidora: Compañía de Cine. Duración: 96 minutos.
Habitar un espacio
Desde que esas flores violetas rodeadas de espinas aparecen en la pantalla y se da comienzo al film, ya podemos observar el tema principal de Hombres de piel dura. El espacio, la carencia y abundancia del mismo, qué hay en esos espacios por los que los personajes transitan, por qué están allí.
Abarcar esos espacios se torna imposible porque, como expresa el padre de Ariel, el tractor se está rompiendo, ya no existe un motor que permita aprehenderlos. La propia puesta en escena remarca esa inutilidad, donde amplias tomas cenitales filmadas con vistosos drones están confinadas a mostrar la nada, sea un campo desierto o una iglesia en ruinas donde varios hombres se reúnen.
Los ínfimos poblados que circulan el campo de la familia de Ariel solo aparecen como masas amorfas. Allí está el pueblo donde habita el colega de Omar, el cura, quien está confinado a sufrir una y otra vez por su pecado de antaño, la pederastia. Es en ese pueblo donde se lo trata con indiferencia, como si este estuviera de igual forma a punto de desaparecer, pero constantemente presente de alguna manera.
A esa iglesia caída a pedazos, a ese cura en vías de desaparición y a ese plano que muestra cómo el fuego consume unos troncos, se contrapone cierto espíritu juvenil, primerizo, enraizado en Ariel. Como si la unión entre estos mundos solo pudiese darse a través de la pasión descontrolada, que puede ser fuego, amor, o dos cuerpos que se encuentran.
Lo nuevo necesita a lo viejo y lo viejo a lo nuevo. Lo viejo desaparece de los espacios que habitaba volviéndose casi un ente fantasmal; aquí el abandono se muestra en varios espacios: los prostíbulos, el campo, las iglesias, siempre parece que faltara algo. Y Ariel se mueve en pos de llenar esos espacios, como cuando se encuentra con su amante en los campos de su padre, o cuando se interna en esa iglesia abandonada (anteriormente había incursionado en una iglesia bastante poblada), e incluso cuando acaba por habitar una suerte de nuevo hogar.
Es central en el film observar cómo los personajes, ante la imposibilidad de habitar un lugar, escapan: La madre de Ariel que parece haberse ido hace tiempo, la hermana de Ariel que necesita irse lejos para entablar relaciones, Omar que precisa crear una simulación en un rancho alejado para conocer hombres… Incluso él se debate si el irse lejos le traería algún tipo de consuelo o atisbo de solución a sus dilemas.
Hombres de piel dura es como esos caminos de doble mano que se encuentran en las rutas y campos que el film habita. Hay dos caminos, lo nuevo y lo viejo, lo que arriba y lo que parte, y es solo el fuego de la pasión lo que puede conectar (aunque brevemente) ambos mundos. Luego, cada uno sigue por lado.
© Pedro Seva, 2019
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