(Suecia, Dinamarca, 2019)
Guion, dirección: Johannes Nyholm. Elenco: Peter Belli, Leif Edlund, Ylva Gallon, Katarina Jakobson. Producción: Peter Hyldahl, Johannes Nyholm. Duración: 86 min.
Cuando las películas se dejan seducir por la categoría de lo onírico el abanico de posibilidades se abre casi al infinito. Pero es un arma de doble filo. Los sueños y las pesadillas pueden generar ambientes singulares y especiales pero que, inevitablemente, al ser el resultado de decisiones de puesta, generan en el espectador la constante necesidad de unir puntos y sacar conclusiones, dado a que la puesta en escena además de abrir interrogantes siempre ordena. Y así, la libre asociación de ideas se ve necesariamente sometida al pacto que cualquier espectador hace con la película: la búsqueda de un sentido ordenador.
Koko-di Koko-da se muestra como una pesadilla juguetona. Al principio nos ofrece una tragedia familiar, la muerte de una niña en medio de una vacación con sus padres, y luego promete ser el clásico relato de reparación de heridas: tres años después la pareja vuelve a salir de vacaciones para acampar en el bosque. Rápidamente nos encontramos con una película fuertemente narrativa, donde unos misteriosos personajes grotescos e irreverentes los acosan con el objetivo de matarlos. Pero no siendo esto suficiente, un segundo viraje del film lo convierte en una especie de hechizo de tiempo, como aquel que padece Bill Murray en esa película que ya no sólo es un clásico, sino que parece haberse vuelto un género en sí mismo.
Lo que podría pensarse como una pesadilla en un sentido simbólico se convierte en una literal caja china de pesadillas que se van encabalgando, y donde el recurso de la repetición nos hace transitar la cacería de la pareja una y otra vez. En cada repetición aparecen nuevas pistas, elementos que podemos sumar a nuestro inventario de puntos a unir. Pero la incógnita nunca deja de ser tal, y quizás ese sea el principal problema de Koko-di Koko-da. No se trata de defender al verosimilismo, sino de detectar la alegoría. Con una serie de pequeños intervalos producidos en un artesanal y bello estilo de animación, la película vuelve a representar los hechos traumáticos con un didactismo que atenta contra todo misterio. Elementos pretendidamente simbólicos como un gallo y su canto, una caja de música, o las peculiares caracterizaciones y vestimentas de los villanos se suman al tono juguetón de esta película que comienza a abandonar el territorio de los géneros para aterrizar en el divertimento de las interpretaciones.
Cuando el cine trabaja con los sueños nunca puede llegar realmente al subconsciente. Es una limitación del cine, que como mencionamos previamente, siempre ordena. Con lo cual, cualquier aspiración a la libre asociación es, por mal que nos pese, un objetivo inalcanzable. En algún punto el realizador está obligado a hacerse cargo de los elementos, las caracterizaciones y las decisiones. Cuando el cine narrativo se propone trabajar con un sueño, en general atenta contra su entendimiento científico, aprovechándolos como un territorio alternativo para poner en juego tensiones y pasiones de los personajes. Es como un plus narrativo, u otro relato dentro del relato donde los signos de aquel mundo generado pueden volver a encontrarse y pensarse de distintas maneras. Por el contrario, Koko-di Koko-da, si bien no genera estrictamente sueños (aunque su proceder pareciera que tiene a la idea universal de las pesadillas como objetivo), termina construyendo un repertorio de restos diurnos y tal vez debamos preguntarnos a quién le pertenecen. Si no son de nadie, tal vez sólo vengan de los libros de psicoanálisis. Lo único que podemos asegurar es que se trata más bien de un sistema de desplazamientos que busca un movimiento arbitrario, donde la tragedia inicial poco a poco deja de ser el anclaje. El doble filo de lo onírico entonces queda claro: el clima es muy singular y especial, pero la película se queda acampando a medio camino entre una película-acertijo de David Lynch y lo que podría haber sido una sí pesadillezca historia de redención.
© Mariano Morita, 2019 | @marianomorita
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https://www.youtube.com/watch?v=y604SVbHVrs