Es una tentación definir a Hong como un maestro asiático que trabaja concentrado en su taller lejos de los ruidos del mundo, ocupado únicamente en concluir la película de ese momento, sin buscar producir nada parecido a un magnum opus ni algo inédito, sino apenas tratando de prolongar una idea a través de variaciones que se ramifican, operación que se aparta necesariamente de la masterpiece y nos fuerza a pensar en continuidades y destellos leves antes que en el automatismo de la gran obra . Y algo de esa imagen estereotipada, de estampita, quizás sea un poco inevitable para los espectadores occidentales. Película tras película, como un genio discreto que aprende ya no de sus errores sino de sus éxitos, Hong muestra una obra que crece y se amplifica velozmente y lejos de los parámetros con los que medimos el resto del cine: como si la maduración condujera necesariamente a un trabajo de depuración y ajuste y con cada película el proceso se expandiera hasta dejar en pie las operaciones elementales, un gesto arrancado al fragor del cine y nada más, un ramalazo exquisito que se desvanece rápidamente para dejar paso al siguiente.
The Novelist’s Film cuenta una historia de regresos. La protagonista vuelve a encontrarse con amigos y colaboradores del pasado. La anécdota es mínima y las escenas trabajan en esa tesitura: no hay explosiones emocionales sino acercamientos leves, cautelosos, mediados muchas veces por la sorpresa de ver en qué se convirtió el otro. Junhee parece visiblemente incómoda con la atmósfera pueblerina de la librería que regentea su amiga, que a diferencia de ella tiene ahora una relación amable y placentera con la literatura, un vínculo que sucede por fuera del vértigo del oficio de la escritura. La distancia entre las dos parece insalvable, pero la presencia de una joven sutura imprevistamente la escena: la chica sabe lenguaje de señas, y Junhee quiere saber cómo se dice una frase. La chica responde los movimientos correspondientes y explica el significado de cada uno. El momento se separa de la historia y vive solo: ahora Junhee la imita varias veces hasta realizar correctamente cada movimiento, buscando el equilibrio justo entre claridad y énfasis. Es la atención al gesto que decíamos antes: la actividad sumerge a las dos mujeres en un trance que alcanza al espectador: parece que en la pantalla solo quedaran las figuras circulares que dibujan los brazos, los círculos de las manos y las pausas que se abren entre cada uno. El cine como un acto de desaparición.
Lo que sigue son las conversaciones y los viajes y los proyectos que se traman alrededor de Junhee, a veces a su pesar. El cruce con un director de cine es la excusa con la que Hong introduce a un personaje tan encantador como despreciable que le permite realizar una sátira cándida a la profesión. El director es calculador, cobarde, mentiroso y trata de hacerse de cantidades módicas de prestigio mediante intervenciones discursivas, pero Junhee lo frena en seco, lo expone, lo humilla ante su esposa y los demás. Los gestos, nuevamente: el director quiere quedarse a conversar con una conocida actriz después de los desplantes de Junhee, pero la esposa lo agarra del brazo y lo arrastra porque, a diferencia suyo, entiende que la tarde está perdida y que lo único que le queda es la retirada.
Finalmente, de manera casi imperceptible, Junhee termina aceptando escribir un corto. Es el segmento amoroso de la película, que llega recién a lo último, como si Hong quisiera despistar a su público dejando para el final lo que todo el mundo esperaba al principio. La protagonista empieza una aventura nueva: preparar el guion para un corto junto a un joven estudiante de cine. El proceso queda en off, pero al final Hong muestra algunos fragmentos de la película y se atreve a un momento de lirismo impensable: el blanco y negro deja paso al color, el plano fijo, milimétrico, cede al temblor de la cámara en mano, la música lo invade todo. El gesto ya no recae sobre los actores como antes sino que ahora es la propia película la que lo ejerce y expande haciendo estallar el equilibro estético construido hasta el momento. Como buen maestro seguro de su arte, Hong también tiene estos arranques impúdicos y se le da por exhibir cómo es hacer cine desvergonzadamente, sin miedo alguno.
(Corea del sur, 2022)
Guion, dirección: Hong Sang-soo. Elenco: Yunhee Cho, Lee Eun-mi, Ju-bong Gi. Duración: 92 minutos.
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