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[24] BAFICI | El clan Vega

[24] BAFICI | El clan Vega

El sábado, después de la ceremonia de clausura del Bafici, intenté convencer a un miembro del jurado de la competencia argentina de que El clan Vega no era tan deleznable como él pensaba. No era un individuo desprovisto de credenciales profesionales ni de cultura cinéfila. Pero fue inútil. Solo veía en la película de Campusano un ejemplo de cine precario, amateur y torpe. La barrera infranqueable que separaba nuestras respectivas apreciaciones tiene que ver con la crudeza de Campusano, que se asienta en un lenguaje actoral que mezcla la declamación con el naturalismo y así distingue cualquier escena de sus films. A la narrativa de Campusano le va bien cualquier tono salvo el del teatro profesional, lo que la aparta de la tendencia dominante en el cine argentino. Sin embargo, los actores de El clan Vega le dan a la película una potencia dramática inusual y para ello basta con su presencia, con sus caras, con sus modos de estar en la escena. Ni siquiera es importante cómo se los filma. Así como a Campusano le va bien cualquier tono, le va bien cualquier encuadre o cualquier iluminación que sostengan la intensidad. Sus películas son ajenas a las virtudes que suelen enunciarse como propias del cine y crean, por el contrario, virtudes que les son propias.

Eso tiene también que ver con los mundos que Campusano describe: su verdad pasa por debajo de lo que las costumbres imponen y de lo que los medios registran, como si descubriera que la Argentina es un país en el que las rutinas de lo cotidiano se han resquebrajado de tal modo que sus grietas dejan ver el paso del horror. Esa idea, siempre presente de algún modo en las vidas marginales que componen su filmografía, alcanza en El clan Vega una especie de síntesis, de acabamiento, de conclusión. 

A San Jorge, una pequeña ciudad de Santa Fe, llega un día la temible familia Vega. Con la excusa de una parentesco inventado, el hombre, la mujer y dos nenas se instalan en una vieja casa en la que un hombre vive pacíficamente en compañía de su hijo con  Down. Sin usar armas, sin hacer otra cosa que presentarse delante de los habitantes del pueblo, en poco tiempo se apoderan de la casa, roban, amenazan, extorsionan engañan y hasta llegan a matar. Los Vega no solo son delincuentes, también saben todas las triquiñuelas como para que la ley no los alcance. Los vecinos comprenden que en ellos hay algo que excede sus vidas compuestas de pequeñas anécdotas, de miserias y disputas, que son una  fuerza casi sobrenatural. Campusano logra instalar esa sensación a partir de la expresión de las caras y de la tensión de los parlamentos de los dos actores principales, Adriana Bernardi y Federico Vergara, ese matrimonio unido por un pacto innombrable.

El único que les hace frente a los Vega es un policía que intenta afirmar una masculinidad dudosa. El resto, incluyendo al comisario (al parecer, los Vega gozan de protección política), teme, deja hacer y calla. Con la velocidad de la narración y la contundencia de cada plano, Campusano muestra que no hay manera de enfrentar a los intrusos. A diferencia de las primera películas de Campusano (pienso en Vil romance o en Vikingo aun El perro Molina), en las que el bien y del mal combatían fuera del alcance de las instituciones y había quién se oponía a los villanos desde ciertos códigos éticos, El clan Vega es el retrato de un país en el que el Mal puede avanzar sin obstáculos. Por otro lado, las víctimas de los Vega tienen sus pecados: son cobardes, son necios, son poco solidarios; incluso son soberbios, dejados, viciosos. El policía recurre a maniobras fuera de la ley, el dueño de la casa se jugó todo el dinero familiar, dejó que se deteriore la propiedad y puso en peligro a su hijo desamparado. Los invasores terminan revelando que solo el chico discapacitado es inocente, desprotegido tanto por su padre como por sus secuestradores. Es que, en algún lugar, los Vega no son solos criminales, también son justicieros que van de pueblo en pueblo como los personajes malditos de Funny Games de Haneke, que destruían a su paso el hogar de los burgueses. Los Vega son abstractos, omnipotentes e imparables. Como si el país (acaso el mundo) hubiera perdido cualquier posibilidad de defenderse frente al demonio. Hace tiempo que una película no me daba tanto miedo.   

(Argentina, 2023)

Guion, producción, dirección: José Celestino Campuzano. Elenco: Adriana Bernardi, Federico Vergara, Juliana Montecchia, Martín Sánchez, Jorge Don. Duración: 80 minutos.

1 comentario en “[24] BAFICI | El clan Vega”

  1. Pedro Squillaci

    Excelente lectura del cine de Campusano. “A mí me gusta rascar la tercera capa de piel” , me dijo en una entrevista que le hice por “La reina desnuda” en La Capital, de Rosario. Y por eso su cine es único.

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