Pese a su título, este mediometraje de Nicolás Prividera no guarda relación con el cuento casi homónimo de Julio Cortázar. Una vez más, Prividera vuelve al pasado, y al pasado de sus padres, cuando viajaran en 1968 a Paris. Películas que tomó su padre alternan con las propias de un viaje reciente, en un diálogo entre pasado y presente que actualiza una vez más la relación familiar, tema recurrente del director. El poder del cine le permite volver al pasado, recuperar las imágenes de su hermosa madre -desaparecida- por las calles de Paris, ciudad que no cesa de aparecer como un museo, desvinculado de la realidad actual. Cementerios, tumbas de famosos, el Louvre, parece ser lo que queda de una cultura. Si en su viaje Prividera registra las reacciones del público frente a la Gioconda, la madre es evocada con la canción Mona Lisa. Una voz femenina con acento francés lee las cartas que supuestamente le escribe el director, quien de una y otra manera siempre ocupa el foco central.
Carta a una señorita en Paris
(Argentina, 2024)
Dirección: Nicolás Prividera.
Hace rato que se suceden -y exceden- las películas de jóvenes argentinos que deambulan por la ciudad sin rumbo fijo, sin trabajo ni estudios ni familia ni hogar que los contenga. Si esta es la situación de la juventud hoy, resulta deprimente, sin salida, y no veo propuestas estéticas ni políticas que la solucionen. El cine las presenta como testigo de una época, a veces neutro, otras crítico.
La opera prima de Sacha Amaral -brasileño establecido en Argentina- tiene como protagonista a un joven que no cesa de seducir para aprovecharse de quienes se enamoran de él. Los seduce, les roba, les miente. Un personaje despreciable, y no se entiende la fascinación que sienten sus conquistados. Max Suen interpreta con solvencia a ese protagonista oportunista, estafador y ladrón, que confiesa que está en busca de afecto. Resulta difícil creerle, aunque tal vez, su narcisismo pase también por allí. Su relación con su madre (Katja Alemann) quien se parece a una de sus amantes, tampoco aporta ningún tipo de apoyo o contención, por el contrario. Un guiño a Fassbinder en cierto momento parece excesivo, y pretencioso.
Si al principio la narración es fragmentaria -las distintas personas con las que Antonio se relaciona, las variadas situaciones de atracción, tensión y traición- el film va tornándose lineal, avanza hacia un desenlace, previamente anunciado. Cuadro de situación del estado de una sociedad, es valorable que sostiene su posición hasta el final: Antonio llevará su amoralidad y oscuridad hasta las últimas consecuencias.
Lo más notable es que este film compartió el Gran Premio del Bafici con La pasión según GH, un film notablemente superior, lleno de ideas innovadoras, experimentales, mientras que este contiene una estética convencional. Queda creer que el protagonista también sedujo al jurado, o decidieron quedar bien dos propuestas muy diferentes.
El placer es mío
(Argentina, Brasil, Francia, 2024)
Dirección: Sacha Amaral.