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BAFICI - Festivales

[26] BAFICI | La virgen de la tosquera

JÓVENES BRUJAS

Es una trágica ironía que el estreno de La virgen de la tosquera -una de las últimas de una valiosa sucesión de películas argentinas que han conquistado territorios internacionales que le parecían esquivos, como el Festival de Sundance- coincida con el vaciamiento absoluto de las políticas estatales de fomento. Cuando los logos de Cine Argentino (silente hace rato, desprovisto de su característico tanguito) y del INCAA aparecieron en pantalla, mi sensación fue de profunda amargura. El sentimiento continuó a lo largo de la película, ya por cuestiones de índole ficcional pero no por ello menos vinculadas a la realidad en la que vivimos: La virgen de la tosquera es, también, la historia de algo que muere.

Algo se muere pero, para usar algunos eufemismos, también podríamos decir que se marchita, o se pudre. Uno de los más altos honores a los cuales un realizador puede aspirar es el de ser un vehículo para la síntesis, un continente que permita barajar y dar de nuevo, resignificar lo estanco para que pueda volver a vivir. Laura Casabé lo consigue, trasladando el universo literario de Mariana Enríquez al cine y reuniéndolo -a confesión de parte- con el de Lucrecia Martel. Otra ironía: retomar La ciénaga que, Lita Stantic mediante (su homenaje por este BAFICI resulta, en este caso, especialmente adecuado) refundó el cine argentino como lo conocíamos. 

Hablar de renacimiento durante el estertor es un gesto que -de manera involuntaria al principio, luego con tenacidad cuando la financiación del proyecto se complicó progresivamente- Casabé acomete como grito de guerra. La virgen de la tosquera es la muerte de una inocencia -la de su protagonista Natalia, que de rehén de los vaivenes del amor deviene líder de aquelarre-. También es el descubrimiento de la propia malicia (elemento que diferencia a las criaturas de Enríquez de la apatía que ostentan las de Martel). Por último es la reacción, el movimiento ante un país que se derrumba -la crisis del 2001, telón de fondo y aglutinante de todas las tensiones que la película despliega- cuya salida sólo está en la magia, en la superstición, en creer que nuestra rabia es suficiente para hacer estallar las ventanas de un cyber penumbroso del conurbano.

A medida que el relato disuelve a Natalia con un largo fundido a negro que nos invita a forzar la vista, adentrándonos en la creciente oscuridad, sobreviene la intriga por un futuro más incierto que nunca. Sin embargo, por primera vez en la película, no es un futuro de temor. En el abrazo con la oscuridad, está la posibilidad de sobrevivir a los embates del mundo: ser más malo que el mal, mirar al abismo y que nos devuelva la mirada. Laura Casabé nos pregunta, ni más ni menos, si estamos dispuestos.

(Argentina, España, México, 2025)

Dirección: Laura Casabé. Guion: Benjamín Naishtat. Basada en la novela de Mariana Enríquez. Elenco: Dady Brieva, Fernanda Echevarría, Luisa Merelas, Dolores Oliverio, Agustín Sosa. Producción: Valeria Bistagnino, Ángeles Hernández, Livi Herrera, Alejandro Israel, Diego Martínez Ulanosky, David Matamoros, Tomás Eloy Muñoz. Duración: 93 minutos.

 

 

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