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BAFICI - Festivales

[26] BAFICI | Tesis sobre una domesticación

Tesis sobre una domesticación está basada en el libro del mismo título de Camila Sosa Villada, que además la produce y protagoniza. Pero la relación que alimenta a la película no se establece tanto con la literatura como con el cine, con todas las películas que filmaron a mujeres trans siguiendo un plan más o menos recurrente (un programa) que consiste en volverlas objeto de maltratos, de piedad y de alguna moraleja sobre la diferencia y la convivencia. Existen películas que se filman contra otras películas, como si la comparación fuera el método que permite eludir tentaciones, trampas, puntos ciegos. El director, lo haya planificado o no, filma contra otras películas, como si la materia de la suya tuviera que emerger de algo (casi) no hecho: narrar la diferencia inscrita en el corazón de la normalidad, de lo previsible, a resguardo de los golpes bajos y de la sordidez. Algo de eso había en el tono edificante de Mía, que trataba, con mayor o menor suerte, de enseñar acerca del sufrimiento al que conduce la marginalidad. Paradoja: el que aprendió fue su director, que en Tesis… lleva adelante una película diametralmente opuesta que hace caso omiso de esas truculencias morales (excepto, tal vez, por un brevísimo flashback de la juventud, pero que está ahí menos para identificar el maltrato del pueblo que para explicar un vínculo narrativo). El cine puede ser eso: volver sobre los propios pasos para filmar contra uno mismo.

Tesis… narra todo lo que las películas con personajes travestis dejan afuera guiadas, tal vez, por una sinceridad destructiva, por mala fe o por la incapacidad para ver en sus historias algo más que a un grupo homogéneo compuesto por sujetos merecedores todos más o menos de la misma solidaridad. Van de Couter encuentra otras cosas en su personaje: singularidad, éxito, lujo, placer, altivez. La película presenta a una especie de self-made woman que triunfa prácticamente en todo, sea la actuación, la pareja o en la formación de una familia y cuya vida no se sitúa en el horizonte de ningún colectivo, como (sus amigas trans la toleran sin dejar de recordarle el pecado de su fortuna -la llaman “cheta”-). No debe ser fácil contar esa historia de esa manera, con la agilidad y la naturalidad con la que la protagonista, su pareja y sus parientes interactúan, siempre con una vitalidad apabullante que la cámara registra moviéndose, como cuando llega al gimnasio improvisado del pueblo para saludar al padre, al hermano y coquetea con los otros hombres. Ahí resuena una alarma, el temor a que el regreso al origen, al campo, haga que la película se pierda en el recuento de los daños pasados y asomen los traumas, los rencores, las viejas persecuciones. Pero no, todo eso se resuelve con economía, como si no tuviera importancia, y se pasa enseguida a lo que importa: el culto secreto que le rinden los habitantes del lugar y las visitas que ella les realiza, como una diosa menor que sale a repartir dones y a recolectar sus tributos. La divinización discreta se rubrica durante la fiesta organizada por la protagonista, cuando se despierta para contemplar su obra: a la madrugada, desvelada, recorre las inmediaciones y encuentra los naufragios lúdicos de la celebración, con grupúsculos de personajes que se entregan a juegos tontos o a los intercambios más allá de las normas cotidianas.

Una idea: el director logra esos prodigios eludiendo los encadenamientos de la narración psicológica, la misma que hubiera empujado el relato hacia la conmiseración; es decir, trabaja con escenas que funcionan como viñetas, cada una más o menos autosuficiente, separadas entre sí por elipsis indeterminadas que cortan el flujo narrativo y llevan a otro momento posterior donde hay que reconocer los signos de la situación (laboral, amorosa, familiar) sin que los personajes lo digan claramente ni tengan que portar, como señaléticas humanas, la información narrativa de rigor. Esa estructura permite entrar a cada escena como si fuera la primera vez y detenerse en la disposición física de los que bailan en una discoteca, en la hostilidad abierta que sostiene la relación con el director de la obra, en la plenitud de las escenas de sexo o en los primeros accidentes de la maternidad. Tesis… narra bien porque mira bien, porque descubre cómo situar a los personajes en el plano y encontrar el ángulo justo para filmar una sesión de bondage o los nervios de la pareja durante los trámites de adopción. Se pasa de una cosa a la otra, de hecho, como si entre esas situaciones no fuera necesario introducir explicaciones narrativas o elementos que comuniquen el cambio de estado. Son todos derroches de una película que consigue pensar por fuera de los límites fijados por sus antecesoras, una película que no necesita hablar de la libertad porque puede ejercerla.

(Argentina, Mexico, 2024)

Dirección: Javier van de Couter. Guion: Laura Huberman, Javier van de Couter, Camila Sosa Villada. Elenco: Camila Sosa Villada, Alfonso Herrera, Rodrigo Giménez, María Luz Tremsal. Producción: Gael Garcia Bernal, Laura Huberman, Ramiro Pavón, Mónica Perez. Duración: 113 minutos.

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