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35º MDQ FILM FEST | Méandre

35º MDQ FILM FEST | Méandre

No son pocas las películas que, deseosas de evitar la frontalidad y los lugares comunes de un abordaje más “tradicional”, se vuelcan hacia el cine de terror con el fin de, indirectamente, hablar de ciertos temas o problemáticas difíciles de representar. La francesa Méandre, por ejemplo, se apoya en el género para hablar sobre la importancia de lidiar con la muerte de un ser querido, de dejar atrás los traumas del pasado y de encontrar el valor necesario para salir adelante. En este sentido, su historia de supervivencia —en la que la protagonista debe, literalmente, avanzar para sobrevivir— puede resultar pertinente y efectiva aunque, desde su notoria obviedad, anula cualquier tipo de sutileza y subtexto que el género le podía proveer.

Con más de un punto en común con El cubo, El juego del miedo y toda película cuya trama gire en torno a un personaje encerrado en un lugar que no conoce y del cual debe escapar para sobrevivir, Méandre se desarrolla casi en su totalidad en un tubo laberíntico. Su protagonista es una joven mesera que, tras perder a su hija infante, ha perdido también el rumbo de su vida. Para colmo, se sube inocentemente al auto de un asesino y, de un momento a otro, despierta en una caja metálica llena de compuertas mortales, lanzallamas y hasta una pileta de ácido. Apurada por una insistente cuenta regresiva, avanza de pasadizo en pasadizo y de trampa en trampa, cual checkpoints de un videojuego, mientras la cámara Mathieu Turi la sigue de cerca y retrata su angustia, dolor y resistencia.

En algún punto, la experiencia espectatorial de Méandre puede asemejarse a la de un científico que observa con atención el comportamiento de un hámster al interior de un laberinto: poco interesa la identidad, la biografía o incluso la salud física y mental del sujeto de estudio, lo único que verdaderamente importa es comprobar si es capaz o no de llegar hasta el final del experimento. Afortunadamente, la película alcanza tal conclusión sin caer del todo en el tedio o en la predictibilidad, algo que logra no gracias a su estructura episódica, sino a un aceitado ritmo de montaje y a la comprometida actuación de Gaia Weiss.

Asimismo, la introducción de un inesperado giro argumental durante el segundo acto evidencia que el guionista y director es consciente de las limitaciones de su relato: a través de dicho giro y, específicamente, de la develación que este acarrea, Turi revitaliza al relato otorgándole una dosis extra de interés; no mucho, pero lo suficiente para mantenernos en vilo hasta su final. Por otra parte, es a partir de este descubrimiento de la protagonista que Méandre explicita sus intenciones: tomando distancia de las posibles artimañas de un sádico vengador y del torture porn, la película nos reubica e intercambia su historia de supervivencia por una de superación, de renacimiento (no por nada sus minutos finales incluyen imágenes de la protagonista ascendiendo hacia una luz blanca y saliendo de una especie de útero que recuerda, inintencionalmente, a Ace Ventura, un loco en África).

En líneas generales, podría decirse que uno de los aspectos más destacables de este tipo de film suele ser su diseño de producción: tanto la icónica El cubo, como la olvidable Escape Room: Sin salida y la propia Méandre dedican buena parte de sus esfuerzos (y de su presupuesto) a la caracterización de las diferentes y letales instancias espaciales que sus respectivos protagonistas deben atravesar para postergar la fecha de su funeral. Similarmente, las tres comparten los mismos problemas de guión, negligencias que incumben ya sea a su anémica construcción de personajes, tosca progresión o a sus cuestionables finales. La película de Turi, por ejemplo, hace honor a su título y concluye su meandro narrativo con un epílogo metafísico que no sólo termina de arrojar por la borda cualquier intento de inscripción en el subgénero del survival horror, sino que, encima, reconfirma la verdadera naturaleza de Méandre: ¿una película de escapes? No, más bien una subrayada sesión de terapia de ciencia ficción.

 

 

© Joaquín Chazarreta, 2020 | @JMChazarreta

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

 

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