[Las siguientes citas en cursivas pertenecen al guion de la obra]
“Todo lo que se empieza hay que terminarlo”
Ciertas decisiones técnicas en El tango del viudo y su espejo deformante dan a entender que la autoría de un realizador caduca no sin antes influir en sus contemporáneos y sucesores. Aquí la caducidad es problemática por la distracción del diseño sonoro tan llano y no sincronizado. Y como esto se subraya en los diálogos y el montaje, hay una relación paradójica entre la tradición y la experimentación técnica, o dicho en términos filiatorios, entre la obra del difunto y su viuda. Valeria Sarmiento trabaja por segunda vez con una obra incompleta de Raúl Ruiz, su esposo. Así se nos muestra la complicidad coetánea que puede renovar la mencionada autoría en un contexto actual.
“El tiempo importa mucho”
Para esto, Valeria Sarmiento trabaja con material filmado por Ruiz en 1967 donde un viudo intenta superar la muerte de su esposa. Este reduccionismo argumental no ilumina la textura audiovisual de la cinta en 16 mm ni lo desconcertante de diálogos sin matices sonoros y frecuentemente dichos fuera del plano. Esta textura brindada por el grano de la imagen y la extrañeza de la obra se acentúa a partir del minuto 33. Pero son repeticiones deformadas puesto que invierten sonido e imagen de diversas maneras.
“Los únicos sanos son los muertos”.
A modo de invocaciones incomprensibles, los diálogos de la primera mitad de la película los oímos al revés. Y esto hace sentir que estamos sumergiéndonos en la muerte ajena (de los viudos) y la propia (la de la realizadora y la de nosotros como espectadores). Estas son muertes porque a la directora, los personajes y espectadores nos toca aceptar la incomprensión. De todas maneras este tango alrededor de la muerte no es lúgubre ni triste. La experimentación de Sarmiento revitaliza las recurrencias mortuorias a través de la melancolía musical.
“No tenemos la obligación de dar cuenta a nadie, no no, nada de cartas”
En esta obra presentada en Locarno y que compite en la sección Estados Alterados, no se busca una despedida solemne. Aun así, en la alusión especular hay un reconocimiento por similitud y contraste entre los ritmos de ambos quehaceres. Sarmiento no está cumpliendo una obligación de despedida para el autor fallecido en 2011. Más bien ella se apropia de estos fragmentos como hizo con La telenovela errante (2013).
“Dicen que las fotos hablan… pero no es cierto, son mudas. En eso se parecen a los muertos”
Es condescendiente creer que Valeria se conforme con que la vida de Raúl Ruiz se cristalice en este espejo deformado. Si un autor fallecido pervive aún en sus obras incompletas, en este caso lo hace desde la paradoja. Los fragmentos “originales” de Ruiz son rearticulados por la realizadora. Incluso en la apropiación, ella es respetuosa de la autoría de su esposo. Muestra de ello está en los créditos a modo de díptico donde está mencionado el equipo técnico de 1967 en negro y el de 2020 en blanco. Si en esta dualidad cromática nos tienta una interpretación filosófica y apresurada del ying y el yang, quedémonos mejor en la escala de granulosos grises de toda la obra. Como señalan casi al final, “el mundo se torna demasiado en serio” y a nadie conviene creer excesivamente en las creaciones o teorías ajenas, mucho menos en las propias.
© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2020 | @EElechiguerra
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(Chile, 2020)
Dirección: Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento. Guion: Raúl Ruiz. Elenco: Ruben Sotoconil, Claudia Paz, Luis Alarcón, Shenda Román. Producción: Chamila Rodríguez. Duración: 70 minutos.