LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA
Un grupo de turistas españoles llega a Venecia con el simple plan de divertirse descontroladamente. El escenario que les espera no es el de una ciudad amistosa, todo lo contrario. La ciudad italiana atraviesa un estado de emergencia por un posible hundimiento, y los tiempos para que suceda se aceleran por la presencia desbordada de cruceros. Tratándose de una película de Alex de la Iglesia, aquí la problemática ecológica es un disparador para narrar una nueva historia hiperbólica en sus formas y, también, reutilizar viejas fórmulas del cine de terror resignificadas por una crisis sociológica con respecto al uso de la tecnología.
El miedo al turismo es un concepto que tuvo su momento en términos de cine exploitation, desde Trampas para turistas (1979) hasta… Turistas (2006). La fobia a conocer otras partes del mundo, en especial las que representan algún grado de exotismo o de lejanía con respecto a la seguridad citadina, es una fuente para el terror más próximo y posible de encontrar en la realidad. En la maestría de De la Iglesia está la capacidad de otorgarle un tono particular a una idea recurrente. Ya lo hizo en muchas oportunidades, aunque no siempre con los mejores resultados. Lo personal –en su cine- siempre ronda el humor; uno que hinca el terreno de la crueldad y la incomodidad. Discípulo directo del cine de Luis García Berlanga, por su tratamiento crítico de la sociedad española con celofán de comicidad, también se vale -desde su primera película- por un conocimiento de los géneros, esos estantes donde las historias pueden ser ubicadas cómodamente.
De la Iglesia fotografía a Venecia a partir de una lectura diferente, sin caer en la tentación de la postal o del glamour. La ciudad, para él, es un laberinto sin salida porque todos los caminos conducen al terror. No hay seguridad ni siquiera en los momentos diurnos ni en la compañía de una muchedumbre. Las escenas más luminosas son las más aterradoras. En una de ellas, una turista oriental es degollada frente a un grupo que saca fotos y selfies ante lo que cree que se trata de un espectáculo; el asesino vestido de bufón sólo dice: “Es ficción, es ficción”. La oligofrenia del turista que no distingue una muerte real de una performance callejera es otro punto sobre el que la película busca representar, para en cierta forma, criticar al “invasor”. Esos extraños que llegan a la ciudad parecen ser la causa de todos los males. Sin embargo, el carácter de crítica social se disipa, en varios pasajes, por la mirada lúdica e histórica sobre los mitos relacionados con la propia historia de Venecia. El concepto de secta, los venecianos como parte de una cofradía y lo siniestro de una sociedad secreta que todavía resiste es lo que mejor aparece en el paño narrativo.
El posicionamiento del director sobre la problemática de la ciudad es transparente, más allá de un intento por ocultarlo a través del personaje de Giacomo, un gondolero que oficia de emisario de un gris entre el extremismo de los locales y el desprecio absoluto de los turistas. En ese balance se sostiene la película sin incurrir en grafitis ni en una solemnidad asfixiante. Para Alex de la Iglesia, la visión cómica de la vida siempre prima, incluso cuando se oculte la cicatriz de una herida sin cerrar.
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(España, 2021)
Dirección: Alex de la Iglesia. Guion: Jorge Guerricaecheverría, Alex de la Iglesia. Elenco: Ingrid García Jonsson, Silvia Alonso, Goize Blanco, Alberto Bang, Enrico Lo Verso, Nicolás Illoro, Cosimo Fusco. Director de fotografía: Pablo Rosso. Producción: Alex de la Iglesia, Carolina Bang. Duración: 80 minutos.