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CRÍTICAS - CINE

El origen, según Rodolfo Weisskirch

 

Atrapa al Pez Dorado

Según David Lynch, las ideas flotan por nuestra mente como peces en el agua. Pescar una buena idea, la correcta, la adecuada, la original es como atrapar un pez dorado. No hay que dejarla escapar, exponerla lo antes posible. Lynch estaba tan seguro de esta definición que sacó un libro de autoayuda autobiográfico al respecto, antes que algún otro le robe la idea.

Obviamente el libro se llama “Atrapa al Pez Dorado”.

No es ninguna novedad que el cine de Hollywood se ha quedado hace rato sin ideas. Se inspiran en Best Sellers, cómics, series, clásicos, dibujos animados, secuelas (y precuelas),  fórmulas demasiado remanidas para sacar nuevas películas. Es raro, a esta altura de las circunstancias encontrar una idea realmente original en Hollywood… o al menos un tratamiento singular.

Cuando nos estábamos acostumbrando a ver siempre lo mismo, a contentarnos con las ideas de Pixar (que más allá de que siempre nos sorprenden también hacen secuelas de sus éxitos) sale Christopher Nolan a la superficie con El Origen… una idea original: surgida de su propia mente. Nada de cuentos de su hermano, Jonathan, nada de adaptaciones de cómics o remakes. Ni siquiera fue escrita en conjunto con otro guionista.

El Origen es ORIGINAL. ¿Y de que trata?… justamente, de ideas: extraer ideas, instalar ideas, robar ideas…

La película entera es una metáfora acerca del lugar que la película misma ocupa en la cinematografía contemporánea. Un concepto original con tratamiento original.

Sin embargo, como pregunta Ariadne, la arquitecta de laberintos oníricos (que comparte el nombre con la creadora del laberinto del minotauro del mito griego), ¿acaso no creamos a partir de recuerdos verdaderos?

Hay ideas de El Origen que pudimos ver previamente en La Celda (navegar por los sueños), Matrix (mundos paralelos, despertar en otras realidades, los orígenes filosóficos griegos, algunas escenas visualmente similares), Sueños de un Asesino, Abre los Ojos (o Vanilla Sky) Avatar (incluso uno de los actores, Dileep Rao, trabaja en ambas películas con personajes similares), así como referencias cronobergianas y justamente, lynchianas que otros colegas ya nombraron. Pero lo cierto es que la película asombra por su solidez narrativa, que me animo a decir, supera a todas las películas previamente nombradas.

Pero tratemos de encontrar la salida al laberinto Nolan, por capas, como juego de cajas chinas.

 

Un Psicólogo a la Derecha

Lo que caracteriza al cine de Nolan por encima de todos sus rasgos formales y estéticos, es que no hay filmografía alguna que sea tan obviamente psicológica, y con esto no me refiero a que todas sus películas (incluso las de Batman) sean thrillers psicológicos, sino que realmente tocan los tópicos más comunes del psicoanálisis Fruediano y el análisis de la mente humana.

Comencemos por su ópera prima, la cuasi desconocida Following. Su tesis universitario, es un ensayo sobre el comportamiento obsesivo compulsivo de un hombre que sigue personas sin razón alguna y termina con paranoia porque cree que lo siguen a él.

Memento, la película que lo llevo de Inglaterra a Hollywood, es un inteligente, y en cierta manera, un original estudio acerca de la memoria, el inconciente y la culpa.

Noches Blancas (inspirado en un film danés llamado Insomnia) justamente retrata las consecuencias psicológicas del estado de insomnio permanente que sufre el protagonista (Al Pacino, en una de sus mejores interpretaciones de los últimos tiempos).

El díptico Batman Inicia / El Caballero de la Noche son incluso las más profundas y filosóficas de su filmografía. No solamente se tratan (aun hoy) de sus mejores obras, sino que además escarban acerca de los orígenes y confrontación de los miedos (Inicia) y la conciencia moral colectiva de la sociedad (El Caballero). Sobretodo, esta última termina siendo un relato existencialista de debate continuo en donde tenemos a un villano que está más allá del bien y del mal, un comodín, que se introducía en Ciudad Gótica para demostrar que el caos es posible y lo construyen los mismos miembros de la sociedad. No es una figura humana, sino completamente simbólica, interpretada inolvidablemente por el finado Ledger.

Nolan se animó a usar una franquicia para exteriorizar sus preocupaciones psicológicas.

Y hablando de ambigüedades, la esquizofrenia, la obsesión y el engaño (otro de los tópicos de su filmografía) se denotan en la subvalorada El Gran Truco.

Pero lo más obvio acaso que atestigua la obsesión del director por la psicología es el factor que los espectadores nos metemos en la mente de los protagonistas, que atraviesan una inconciente sesión con un psicoanalista que los interpela a recordar constantemente lo que hicieron en sus vidas para llegar al momento donde inicia el film. No recuerdo otro director que esté tan fascinado con el recurso de los flashbacks, y de meter como juego de cajas chinas, un recuerdo dentro de otro recuerdo y así sucesivamente, hasta encontrar en la memoria, recuerdos en el inconciente de los protagonistas que le ayuden a la solucionar sus traumas. Irónicamente, en ninguno de los films hay un personaje que interprete un psicólogo.

 

Cuéntame tu Sueño

Quizás para encontrar la semiosis de los sueños en el cine debamos retroceder en el tiempo y remitirnos a Un Perro Andaluz, de Buñuel y Dalí. Pero, como siempre, el gran precursor del cine contemporáneo, Alfred Hitchcock, fue el primero en buscar criminales a través de los sueños con Cuéntame Tu Vida (1945) con escenas oníricas diseñadas por Dalí.

En El Origen, Dom (Di Caprio) es un espía industrial de los sueños: debe robar ideas para empresarios antes que estas sean elaboradas, metiéndose en los sueños de los corporativos, a través de un sistema químico no demasiado explayado (un MacGuffin) y vendiéndoselos a su jefe (del cual no volvemos a escuchar nombrar durante el resto del relato, pero se explica algo más en una suerte de cómic que salió con el lanzamiento del film (ver acá).

Sin embargo cuando una misión sale mal, la víctima de la misma, el Sr. Saito (Watanabe) le hace una contraoferta, depositar una idea adentro de la mente del hijo de un heredero empresario moribundo, Mr. Fisher (Cillian Murphy). Dom con su equipo intentará cumplir con su misión, pero deberá enfrentar un fantasma de su pasado: su ex esposa Mal (Cotilliard) que se aparece como oponente en sus sueños.

Develar más información es matar la película, la cual en sus ¾ partes depara bastantes sorpresas. Irónicamente, su final no es tan elaborado como uno esperaría ver en un film de Christopher Nolan. Esto no significa que el guión no tenga una elaboración meticulosa.

Esta vez, el director no solamente recurre a meter un flashbacks dentro de otro, sino literalmente meter un sueño dentro de otro. De hecho, esa es la misión. Este efecto provoca un sentido de desconfianza en el espectador. Uno duda, cuantos sueños vemos realmente, y cuanto, de hecho es realidad. Otra vez el juego del engaño que establecía en El Gran Truco. ¿Hasta que punto los personajes se engañan entre ellos y por lo tanto, involucran al espectador en ese engaño?

Mezcla de Misión Imposible y Los Simuladores, donde cada miembro del equipo tiene una tarea específica, El Origen es sobretodo entretenimiento puro. Acción, suspenso, drama, romance, ciencia ficción, espionaje. A puro ritmo, Nolan logra su obra más atrapante y asombrosa a nivel visual y la más estimulante a nivel intelectual. Ciudades que se van modificando a medida que los personajes caminan, juegos de velocidades, enfrentamientos sin gravedad. Los efectos especiales, al contrario de Matrix, están al orden de la historia. Nunca pasan a primer plano. La banda sonora de Hans Zimmer aporta, al igual que en El Caballero de la Noche a intensificar los magníficos climas de tensión creados por el guionista / director.

Técnicamente es una obra impecable. La fotografía y el arte aportan densidad visual en las escenas de acción y lirismo en las escenas sentimentales, que por suerte nunca desbordan hacia el culebrón dramático. Además, no queda afuera la fascinación que Nolan siente por la cultura y la decoración china/japonesa, como ya quedó demostrado también en El Gran Truco y ambas partes de Batman (por algo trabaja Watanabe nuevamente).

Sin embargo, lo que se extraña es la poca profundidad, la unilateralidad, sinceridad, que tiene el elenco secundario. Sus personajes tienen poco cuerpo, no son más de lo que vemos. Si bien el protagonista Dom, con sus secretos y contradicciones está sólidamente trabajado, e incluso interpretado por Leonardo Di Caprio, que si bien no hace una actuación inolvidable, demuestra madurez actoral con cada paso al frente que da, el resto de los personajes, a excepción de Mal (hermosa y brillante Marion Cotilliard, a la que Nolan incluso homenajea con una canción), no aportan demasiado al argumento principal. Un par de consejos al protagonista, cumplimiento de órdenes y apenas un par de chistes. Esto no significa que las interpretaciones no sean elocuentes: Ellen Page, el ascendente Joseph Gordon Levit, Ken Watanabe y el desconocido (futuro Mad Max) Tom Hardy logran hacer creíbles estos acartonados secundarios. Poco aportan las apariciones de Murphy, Pete Postlewhite y los veteranos Tom Berenger (casi desconocido) y Michael Caine (¿lo habrá puesto por cábala o amistad?).

Más allá que narrativamente funciona muy bien, Nolan se da cuenta que no puede dejar al espectador en una libre interpretación y decide de una forma elegante ir dosificando la información, explicando la trama lentamente para que no haya espectadores desprevenidos. Mucho no funcionó, porque varios críticos no llegaron a entender “la trama”. Sí en Batman, trató de ser lo menos discursivo posible, acá es todo lo contrario. Pero no importa. Se trata de una main stream de 160 millones de dólares, no de un film de vanguardia expresionista. Si se quiere recuperar la ganancia, hace falta que los espectadores entiendan de que se trata la historia. Hay varias preguntas, que por supuesto se solucionan de una manera más simplista y banal de lo que un aficionado a la ciencia ficción esperaría, pero lo cierto es que a Nolan le interesa más la historia de amor, que la de espionaje a fin de cuentas, y esto justificaría también porque no hay tanta vueltas de tuerca sorpresivas o un final abierto.

Si por alguna razón, alguien siente una sensación de Deja Vu, viendo a Di Caprio corriendo por un laberinto mental, es porque la película, inintencionalmente guarda semejanzas con La Isla Siniestra de Martin Scorsese en más de un sentido.

El Origen demuestra que todavía hay ejecutivos en Hollywood que saben reconocer un autor original capaz de mezclar los géneros, generar un productor comercial inteligente y artístico (probablemente el mejor descubrimiento desde Tim Burton). Para los seguidores de Nolan, probablemente sea una leve decepción: no se trata, en mi opinión de su película cumbre, ni la que les va a volar el cerebro o convertirse en la obra maestra del año, aunque quizás arrase en la entrega de los Oscars 2011, dependiendo de que otra oferta haya hasta diciembre.

Si El Origen está unos peldaños debajo de las expectativas, es porque las Batman, son difíciles de superar, pero la película tiene sus propios méritos.

Cerramos las cajas chinas. Celebremos que Nolan logró, al fin, exhibirnos, su reluciente pez dorado.

 

 

 

 

 

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