“Un hijo distinto” de Selma Lagerlöf. Jataka Libros. Vicente López, 2018. Traducción María Martoccia, edición Javiera Gutiérrez. 32 páginas.
Podría decirse que la llamada literatura infantil comienza como una suerte de apéndice polémico del romanticismo alemán y con los hermanos Grimm a su excelsa cabeza. Estos se propusieron el rescate de las leyendas anónimas y de los diversos mitologemas que estaban a punto de sentimentalizarse en mera moralia práctica o directamente reducirse positivamente a folklore. Cuando no a cuento libertino, en especial del otro lado del Rin.
Así crearon en parte y recrearon en otra la primera reconfiguración de datos tradicionales, leyendas, sagas, en el concepto de Märchen, término alemán difícil de verter en otras lenguas, pero donde muchos están y estamos de acuerdo en llamar “relato iniciático”.
El cuento o literatura infantil –dicho en forma abreviada y para no sobrecargar este lugar- fue una de las primera reconfiguraciones del fantástico moderno dirigido a un público infantil y ya adolescente en relación directa y dual –y cómo no serlo dentro del romanticismo alemán con su obsesión por el Doppelgänger– con el relato fantástico iniciado por E.T.A Hoffmann con “El hombre de la arena” y que continuará trasatlánticamente Poe, y que dará lugar a la literatura fantástica tout court.
Pero esto llevó al olvido -¿intencionado?- de perder el rastro que la llamada desde entonces literatura infantil fue, e intentó seguir siendo hasta hoy una de las dos ramas de lo fantástico. Y si el fantástico adulto se torció en realismo mágico y otras reducciones folklorizantes, el Märchen originario se fue degradando en mera alegoría moral y hasta en pedagogía ilustrada.
Por fortuna escritores de diversas tendencias aunque con una similar inclinación hacia lo legendario y a lo mitopoético, se ocuparon ocasionalmente de mantener la relación originaria entre cuento infantil o “para jóvenes”, con el substrato fantástico-iniciático originario. Una, tal vez la primera forma en que el mito y sus diversos mitologemas se reconfiguran según las condiciones de posibilidad de la épocas, es la saga, forma germánica de lo que se conoce en el mundo latino o mediterráneo con leyenda. Tanto que muchas veces se los toma por sinónimos.
Sobre la saga dice André Jolles que “La relación existente entre los personajes de la saga es, en primer lugar, la relación de padre a hijo, de abuelo a nieto, de hermano a hermano, de hermano a hermana, de esposo a esposa. El lazo de la sangre es lo que une a los personajes entre sí; la estirpe, la ascendencia y lo hereditario establecen las relaciones. Si la familia entra en contacto con algunas personas ajenas a ella, éstas son comprendidas y valoradas desde la estirpe. Los ajenos, o forman familias entre ellos, o son algunos pocos admitidos o rechazados. Todos los subordinados están comprendidos dentro de la familia y pertenecen a su campo de responsabilidad”. (1)
La escritora sueca Selma Lagerlöf, precisamente más conocida por uno de sus libros titulado “La saga de Gosta Berling” (1891) llevada tempranamente (1924) al cine por Mauritz Stiller, ha escrito también este relato que en su versión inglesa se llama “The Changeling”, y que en esta edición argentina a cargo de dos excelentes escritoras y también especialistas en el género, como son María Martoccia -quien lo ha traducido-, y Javiera Gutiérrez -que lo ha editado-, optaron por titularlo “Un hijo distinto”. Con ello presentan la colección “Jataka libros”, la que seguramente tendrá una feliz continuidad.
El mitologema o motivo del hijo cambiado, le sirve a la autora para proseguir con la figura dramática del “diferente” o simplemente del “otro” que es introducido por azar en un mundo ajeno, y que es uno de los elementos constitutivos de lo fantástico per se.
Claro que esto ha dado lugar a pequeños dramones didácticos y a una prosa con el dedo índice levantado, cosa que Lagerlöf evita precisamente por recurrir al pasado mitopoético de sus antepasados escandinavos. Así el “diferente” arrojado a un mundo normal, o hasta ayer normal, es representado por un “troll”, forma escandinava del duende maligno u ogro; una de las “criaturas intermedias” como las ha llamado C. S. Lewis (2).
Sería interminable intentar narrar aquí su genealogía y menos sus variantes mitopoéticas. Aparecen citados desde algunas composiciones musicales de Edvard Grieg hasta la saga –ya que lo es- de Harry Potter, y desde luego no podían faltar a la cita en medio de “El señor de los anillos”.
Algo fundamental para señalar de esta versión o motivo del “troll” de Selma Lagerlöf, es que ha intentado y logrado una relectura en la que suma la pietas cristiana con cierta impronta socialista; algo peliagudo desde el vamos, pero que llega a su meta con todos los hilos tendidos en una trama coherente y también bella.
No falta nada, el bosque, la senda escarpada, la revelación final.
Bellamente editado, ilustrado con dibujos de Fer Gris que mantienen ese clima de extrañeza tan necesaria de inculcar desde temprano en el joven lector u oyente.
1: “Las formas simples”.
2: “The Discarded Image; traducido como “La imagen del mundo”.