La habitación del hijo.
Para esta época de la temporada de premios se suele estrenar la película indie que el Oscar rescata. Así es que muchos actores, actrices, directores y hasta productores pasan a jugar a otra liga, gracias a un puñado de nominaciones. La Habitación es la elegida de este año, la película que representa ese sintagma tan abstracto para Hollywood llamado “cine de autor”. El irlandés Lenny Abrahamson se desmarca completamente de su film anterior, la semi amarga y melómana Frank (2014), para abarcar una temática menos amable que la música, a partir de la historia de Joy (Brie Larson, la nueva perla indie), una joven que vive en un pequeño cuarto junto a su hijo. El cuarto es el único espacio de ambos: allí está la cama, el comedor, el baño y la cocina.
Es en los primeros minutos en los que se ve el rasgo más destacado de esta historia pero es también cuando se esbozan sus debilidades porque si bien el espacio es presentado a partir de una estrategia fotográfica claustrofóbica bien delimitada también por el montaje, la necesidad de escaparle al encierro surge por la ausencia de contenido a esa representación formal del encierro. Cierto es que el descubrimiento de los motivos por el cual ambos viven allí genera sorpresa pero de nuevo, al parecer no hay más que una única salida narrativa. La madre decide contarle el plan a su pequeño hijo para que ambos escapen del Viejo Nick; el hombre que la secuestró cinco años atrás, embarazó y mantiene secuestrada. Otra de las ideas desaprovechadas, aquí ya sería justo incluir a la guionista Emma Donoghue (también escritora de la novela sobre la cual hizo esta transposición), es la de armar el relato a partir del punto de vista del niño, desde la narración en off hasta las miradas subjetivas. Luego de los primeros minutos, la voz en off solo parece ser un recurso necesario para inyectar más emoción y decorar así una historia que bordea el telefilm vespertino.
La Habitación tiene una filiación con La Niña del Sur Salvaje (2012), otra mimada de la Academia en su momento, porque ambas plantean desde la perspectiva infantil una misma mirada al mundo, del cual desde la niñez se lo cree un lugar mágico hasta que llega el primer baño de una realidad cruel. En ambas hay un exceso de sentimentalismo, principalmente por el in crescendo del volumen de la música incidental en momentos claves, la que parece ser un amplificador de emociones cuando no existe una inventiva dramática para suplir la pereza en la utilización de recursos.
Por José Tripodero