Cobertura exclusiva desde
San Sebastián por Paulina Dominguez
Prisoners, de Denis
Villeneuve
Es francamente
difícil bajar los niveles de adrenalina y sentarse a escribir luego de ver Prisoners seguido de tener al mismísimo
Hugh Jackman a unos metros de distancia, pero lo intentaré.
Jackman está en
cuerpo y alma en San Sebastián, por la alfombra roja o pedaleando alguna bici
por las calles, porque esta noche recibirá su premio Donosti a Mejor Actor por
su protagónico en Prisioners. Allí
interpreta a Keller Dover, un padre de familia previsor y protector, un super
hombre que sólo quiere proteger a su familia pero resulta que no puede
controlarlo todo. La noche de Acción de Gracias, los Dover se reúnen a festejar
junto a una familia amiga que tienen, como ellos, dos hijos y que rondan edades
similares. Los Deller disponían volver a casa cuando no pueden encontrar a Anna ni a su amiga Joy, ambas han
desaparecido. El tiempo se hace eterno cuando pese a todos los intentos del
detective Loki (Jake Gyllenhaal), no hay certezas y la desesperación de las
familias aumenta. La única pista es una autocaravana estacionada en la zona de
la desaparición. Su conductor es un joven con el coeficiente intelectual del un
niño, Alex Jones (Paul Dano) apañado por su tía y que a pesar de la insistencia
de Keller en su culpabilidad, es soltado en libertad por falta de méritos. Por
eso, este padre desesperado decide ir en busca de respuestas con sus propias
manos.
Es un thriller oscuro
donde el espectador es invitado a vivir desde adentro el alcance de la
desesperación y de las necesidades del padre de una hija que desaparece. Hugh
Jackman comentó que es una película que “no da respuestas sino que deja que el
público decida (…) hace pensar y es conmovedora”. Al mismo tiempo reflexionó
sobre lo fácil que es juzgar cuando en realidad para comprender “hay que estar en
los zapatos” de quien pasa por esas experiencias. Habló también sobre la
construcción de su personaje: “es muy difícil planificar, en una trama de este
tipo muchas de las experiencias son instintivas (…) quiero y admiro a estos
personajes extremos”. Hugh está extremamente presente, desesperado y atrapado
en su desesperación. “Es un hombre que hace lo mejor que puede, no tiene fe y
quiere superar sus temores”, según sus palabras. El personaje de Gyllenhaal
también es bastante humano, pese a tener algún ingrediente del héroe
hollywoodense, se equivoca, parece que arruina todo pero luego saldrá
triunfante y este enigma se convierte en uno más en su impecable historial de casos
resueltos. No es un abordaje típico ni tampoco demasiado original, por ejemplo
el final feliz intenta estar disfrazado pero está; el fuerte reside más bien en
el tratamiento del conflicto y las actuaciones de Jackman y Gyllenhaal.
Prisoners
es
una historia agobiante que se mira con el corazón en la boca las dos horas
veintiséis minutos de duración aunque alguna conclusión resulta previsible. En
ese tiempo, el director Denis Villenueve junto con esta trama ponen al
espectador en contradicción moral constante y uno se pregunta, realmente, ¿qué
haría yo? Y sobre eso se trata, entender –o intentarlo- cómo afecta al padre,
madre, hermano, investigador, al padre de Joy. Porque cada uno son individuos
distintos frente a un mismo conflicto.
Los autores dejaron
en el guión distintas imágenes y simbologías que colaboran a la trama y la
tensión de un film dramático que no deja descansar al espectador en ningún
momento.
Prisoners
es
entretenida e intensa, una reunión organizada y perfecta de la locura, la
venganza, la depresión, la desesperación, la obsesión, la lógica y los
impulsos.
Quay
D’Orsay,
de Bertrand Tavernier
Esta película
francesa es un grandioso y delirante abordaje de la política. Adaptación de
Bertrand Tavernier de un comic político francés, es una propuesta sumamente
curiosa, divertida y muy bien lograda sobre Alexandre Tallard de Vorms (Thierry
Lhermitte), ministro de Asuntos Exteriores de Francia.
Raphael Personnaz es
un joven profesional que ingresa al departamento de Asuntos Exteriores como
consejero y encargado de redactar los discursos del ministro. Al comenzar su trabajo
se encuentra un jefe que es incomprensible, egoísta, metafóricamente sordo y
casi ciclotímico. Nuestro chico, Raphael es obligado a reescribir sus discursos
mínimamente 15 veces y a seguir al Ministro en ese ritmo acelerado –que será
poco- y huracánico.
Quai
d`Orsay es
un film plagado de guiños simpáticos y graciosos, en algunos momentos repetidos
pero ni de cerca reiterativos. Raphael está con otros asesores del ministro que
con y gracias a ellos aprenderá un poco de su trabajo y de su jefe.
Durante la película
se cita a Heráclito y muchas de sus frases célebres. Un autor casi referencial
en la vida profesional de Alexandre. Esta propuesta francesa es una parodia del
funcionamiento de la política, de las temáticas internacionales e incluso de la
forma en que se resuelven ciertos conflictos. Además hay una revalorización del
poder y de la importancia de la palabra.
Jeune et Jolie, de Francois Ozon
El nuevo film
de Francois Ozon, ganador de la Concha de Oro de 2012 por Dans la Maison, trata sobre Isabelle, una joven francesa de
diecisiete años, muy hermosa, que poco después de su primera vez, como quien sí
quiere la cosa, comienza a prostituirse bajo el nombre de Lea.
Sus dos vidas
transcurren con naturalidad para ella; tiene un perfil en internet, se
encuentra en habitaciones de distintos hoteles con sus clientes, se lleva mudas
de ropa, se ducha, esconde el dinero. Estos clientes son de entrada edad, de la
generación de su padre, con quien no tiene relación y la única valoración de su
cariño perceptible para Isabelle son los 500 euros que él le da para cumpleaños
y navidades. Todo es normal hasta que
uno de sus clientes sufre un infarto y muere mientras tienen sexo. A partir de
allí se enterará su familia y algo pasará en su interior, o no.
Isabelle se siente
incapaz de amar y entrega su cuerpo a la absurda rebeldía adolescente. No hay
razones, no tiene miedo, no siente placer, ni dolor. La nada. La nada en sus
ojos y en la boca de Marine Vacth, el peso pesado de este film. Absorta cuando
lo merece y presente en el conflicto, Isabelle se va haciendo consciente de su
belleza y el poder que esta le otorga, construye una relación con los hombres
que se limita a su cuerpo y a una transacción comercial, de dinero, poder y manipulación.
Es una temática
delicada y fuerte, como lo es siempre la prostitución. Pero Ozon la toma, con
la ayuda de cuatro canciones y de las cuatro estaciones, y la utiliza de modo
que el espectador entiende que puede pasar, en cualquier lado, a cualquier
chica y en cualquier familia, como un enemigo que se esconde entre las sombras
esperando el momento de debilidad. Ozon una vez más, dándole un poco más al
cine con esta película cautivadora, incómoda y escalofriantemente real.