La deliciosa tentación de lo cercano
La historia que propone Rincón –una sencilla anécdota sobre el descanso de dos animadores en medio de una tragicómica fiesta de cumpleaños- arraiga sus cimientos en un tema universal: el deseo de aquello que nunca podremos tener. Como el dinero o la fama, la juventud es un bien aún más preciado y prácticamente irrecuperable, por más cirugías estéticas y sesiones de gimnasio acumuladas. La distancia que Eiro propone entre los dos protagonistas –y que potencia un caprichoso juego de atracción y rechazo- mantiene la tensión de ese tiempo muerto en donde ambos descansan y se preparan para salir a combatir a un público con ganas de festejar.
El espacio mínimo –claramente un rincón- que ofrece esta suerte de sala de espera de uno de los tantos cuartos/escenario de La Casona Iluminada, sirve para experimentar una intimidad inédita entre el público y los actores. La forma de respirar, el sudor y la carne expuesta son tan solo algunos de los aspectos que se aprecian de primera mano y que provocan la sensación de ser testigos privilegiados de una conversación en donde no se debería estar. Esta fascinación por la cercanía de los detalles también amplifica la percepción de la relación entre el animador experimentado entrado en años y la joven fresca, bella e inocente recién llegada del interior. Ambos se buscan la vida divirtiendo a la gente y escondiendo esa mueca de payasos tristes que se adivina en todos aquellos que aparentan la felicidad permanente. El comienzo de la obra los muestra así, risueños y divertidos por un furcio que acaba de suceder, mientras que en el desarrollo se irá develando una trama de deseo, atracción y nostalgia que recorre un camino distinto en cada uno de ellos.
La puesta es mínima y utiliza muy bien un afuera en donde los invitados aguardan el regreso del maestro de ceremonia y la joven sexy que se roba las miradas de los hombres. Será a partir de su calidad de mentor en donde el empleador de la pueblerina quiera ejercer una ventaja extra y extender un poco más allá la intimidad, olvidando que toda mujer esconde en sí una dosis de maldad que se manifiesta en una intención que los hombres despechados llaman histeriqueo. Saberse joven y hermosa pone de relevancia la antítesis –encontrarse a la vuelta de la vida y poco atractivo- pero será la soledad la que actúe como misterioso punto de contacto entre dos personas que llevan la bandera del orgullo casi tatuada sobre la piel.
Rincón es una obra deliciosa y cruda tanto en su formato como en su argumento, que trasluce dilemas universales y juega con verdades a medias, que se caen de los labios de sus protagonistas y ruedan apenas centímetros hasta los cerebros de los espectadores. El contrato de complicidad es aceptado por ambas partes, y los mudos testigos de este tiempo muerto en donde los compañeros se atraen y rechazan, se deshacen en calurosos aplausos que serán agradecidos con directas y claras miradas a los ojos por parte de los intérpretes.
Teatro: La Casona Iluminada – Av. Corrientes 1979 – C.A.B.A.
Funciones: Domingos 20 y 21 horas
Entrada: $100 una obra, $180 dos obras, $240 tres obras, $260 cuatro obras
Por Pilar González
Dirección: Jorge Eiro. Asistencia: Facundo Zilberberg. Actúan: Darío Guersenzvaig y Manuela Méndez. Prensa: Octavia Comunicación.