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DOSSIER

Zack Snyder: el director de acero

En sus pocos años como director de largometrajes ganó fanáticos y detractores. Pero nadie puede negar que Zack Snyder es uno de los visionarios más originales y audaces dando vueltas por Hollywood en lo que va del siglo XXI. Un director de películas superentretenidas, que no vacías, ya que se preocupa tanto por la historia y los personajes como por el aspecto visual.

Nacido en 1966, Snyder se crió en Winsconsin, Estados Unidos. Como muchos de su generación, fue marcado por una película concreta: La Guerra de las Galaxias. “Sin ella, probablemente no estaría filmando; soy un devoto”, confesó. También le impactaron superproducciones épicas como Excalibur y Conan, el Bárbaro, y directores como Ridley Scott y Paul Verhoeven. En esos gustos e influencias podemos rastrear parte del origen de sus obsesiones: antihéroes luchando batallas aparentemente imposibles en mundos al borde del Apocalipsis; mujeres vulnerables por dentro pero arrolladoras por fuera; los poderosos como personas corruptas y peligrosas.

Luego de la secundaria, Snyder se mudó a Londres, donde estudió Artes Visuales en la Heatherlies School. Regresó a su país para seguir su educación en el Art Center College of Design de Pasadena, California. De ahí pasó a dirigir avisos publicitarios para Budweiser, Lexus y BMW, por nombrar algunas. También incursionó en el mundo de los videoclips. Plasmó en imágenes temas musicales de Rod Stewart, ZZ Top, Morrisey y hasta de Jon Secada, entre otros.

Su debut en películas casi se dio con la adaptación cinematográfica de la serie SWAT, pero eligió un proyecto aún más arriesgado.

Para los fanáticos del cine de terror, una nueva versión de Muertos Vivos: La Batalla Final (título argentino de Dawn of the Dead) sonaba a herejía. Pero una de las obras maestras de George A. Romero tuvo remake, en la que significó la ópera prima de Snyder. Estrenada en 2004, El Amanecer de los Muertos conserva la premisa de la original: cadáveres hambrientos por todos lados, y un grupo de personas que se refugia en un shopping. Romero usó el centro comercial como una excusa para satirizar los hábitos consumistas y capitalistas de los estadounidenses. Z.S. no eliminó el contenido crítico, pero le dio más dinamismo a la historia y a los personajes. Incluso esta vez los muertos no caminan sino que corren. El éxito de film, que sorprendió hasta al fan más purista, se debe al excelente guión escrito por James Gunn, pero, sobre todo, a la garra que le puso el director. Había nacido una promesa cinematográfica.

Con un hit bajo el brazo, Snyder se dedicó a su siguiente opus. Aunque siempre fue fanático de los comics, lo afectaron principalmente lo europeos, como la revista Heavy Metal (bautizada con ese título en Norteamérica, ya que el original francés era Métal Hurlant). En esas historias, dibujadas por especialistas como Richard Corben y Moebius, se combinaban fantasía y ciencia-ficción, pero contadas de manera adulta, con cinismo, sexo, sangre y muerte. De ahí que Z.S. tiene una inclinación por ese tipo de material, y no dudó en llevar al cine 300, basada en la novela gráfica de Frank Miller, sobre la Batalla de las Termópilas.

En los tiempos antes de Cristo, los Persas pretendían hegemonizar el mundo conocido. Pero no dispuesto a dejarse esclavizar y asesinar, Leonidas (Gerard Butler), rey de Esparta, y sus guerreros, les darán batalla. Son menos soldados que los Persas, pero así y todo salen a cortar cabezas.

Pese a ser un film hiperviolento, apto para amores de 16 años y acusado de profascista, 300 (2007) costó 65 millones de dólares y recaudó 456 en todo el mundo. La singularidad del film residió en la fidelidad de Snyder al trabajo de Miller, respetando texturas y encuadres. A la manera de Robert Rodríguez en La Ciudad del Pecado, pero mucho mejor. Otra prueba de que Snyder sabía combinar el sentido del espectáculo con la carnicería salvaje, y de que el público estaba listo para películas más fuertes.

No dispuesto a dormirse en los laureles, Zack Snyder encaró uno de los mayores desafíos no sólo para él sino para cualquier cineasta: adaptar al cine la novela gráfica Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, obra cumbre del noveno arte. Por el proyecto habían pasado Terry Gilliam, Darren Aronofsky y Paul Greengrass. Tengamos en cuenta que no era fácil convertir en película una historia épica ambientada en un 1985 alternativo, protagonizada por superhéroes conflictuados, psicóticos, mercenarios, asesinos de embarazadas, que comienzan a ser perseguidos en un mundo al borde de una guerra nuclear. Pero Snyder se la bancó. El resultado: una genialidad que respeta el trabajo de Moore/Gibbons y una maravilla por sí misma. Pocas veces entretenimiento, negocio e ideas controversiales convivieron de manera tan sublime como en Watchmen: Los Vigilantes (2009). Zack Snyder se había consagrado.

En 2010 estrenó su primer film de animación digital, en 3D, pensado para el gran público: Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes. Basada en los libros de Kathryn Lasky, cuenta las aventuras de Soren, un joven búho que se une a poderosos guerreros para derrotar al malvado plumífero que secuestro a su hermano. Ga’Hoole no será una de las mejores del director pero tiene secuencias alucinantes, sobre todo cuando los búhos y lechuzas pelean. Y hay elementos de tragedia griega que siempre suman (aquí se nota la pasión que Snyder siente por La Guerra de las Galaxias).

Ahora nos trae Sucker Punch: Mundo Surreal, su film más personal, y el primero suyo que no está basado en ningún formato preexistente.

Pero la gran apuesta de su carrera se verá en 2012, cuando se estrene Superman: The Man Of Steel. Si hay un artista capaz de reinventar al superhéroe por excelencia, ese es Snyder. Además, contará con la producción y padrinazgo de Christopher Nolan, quien supo darle nuevos aires a Batman.

Parece que nada detendrá a Zack Snyder y que su imaginación carece de techo. Como dijo alguna vez: “La gente está ansiosa por ver algo diferente, una nueva experiencia”.

 

 

orta@asalallenaonline.com.ar

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