La Bomba de Tiempo – El trance del ritmo en estado puro
Alejandro Oliva – Surdo, conga y dirección musical
Richard Nant – Surdo, trompeta y dirección musical
Lucas Helguero – Quinto, accesorios y dirección
Mariano Cantero – Tambor chico
Nacho Álvarez – Tambor repique y tumbadora
Juampi Francisconi – Tambor piano, chekeré y dirección
Mario Gusso – Conga y campana
Andy Inchausti – Surdo, djembé y dirección
Pablo Bendov – Djembé y tambor piano
Luciano Larocca – Guira y djembé
Carto Brandan – Semillas y surdo
Pablo Palleiro – Tumbadora y tambor repique
Gabriel Spiller – Campanas, tronco y dirección
María Bergamaschi – Tumbadora y chekeré
Diego Sánchez – Djembé, quinto y dirección
Cheikh Gueye – Djembé, accesorios y dirección
Explosión lunática
Nada es azaroso. Ni el calor, ni la gente que se agrupa alrededor del DJ Javier Zucker, ni el Luna que se convierte en una pista de baile por una noche. Nada es porque sí. En el ritual de la música todos los elementos y los protagonistas se mueven acompasados, siguiendo un norte. El Luna Park está repleto y el calor abrasador nada tiene que ver con los 25 grados que envuelven a Capital Federal en un agosto inusual. Domingo 17. Medianoche. Y todo arde.
Las cosas buenas llevan tiempo. Se cuecen lento a fuerza de paciencia, de perseverancia y de originalidad. No existe la magia. No todo es talento y, menos, suerte. Ahora, cuando todo eso se mezcla, es una bomba a punto de estallar. La música por sí misma no crea ritos, ni crea adeptos que la sigan a todas partes. La Bomba de Tiempo sí. Porque el colectivo percusivo ha sabido encontrar la grieta musical, descubrir ese vacío desde donde construir su identidad, tomar influencias de todos los estilos y encarar la música como ritual, interacción. Lenguaje puro.
El Luna no es la excepción. Si hace ocho años La Bomba nacía como un sueño, entonces esta fiesta es la reconfirmación de un camino de apertura musical y estilística. Y el público los legitima en cada tic tac de la maquinaria que se pone en marcha. Y redoblan la apuesta, y ganan. La excusa es la presentación del DVD “Vivo en Buenos Aires”, la razón, celebrar la música y la relación simbiótica con su público.
Catarsis absoluta. Los 16 músicos profesionales que todos los lunes reúnen más de 2.000 personas en la Ciudad Cultural Konex, mueven un estadio completo. Y ahí comienza la magia. Porque el ritual de La Bomba es la música que hace bailar, esa percusión improvisada, con su particular sistema de señas, ese fenómeno que se genera en el aire, y que se complementa con las contorsiones del público; el estado hipnótico que solo logra la comunión perfecta entre sonido y movimiento.
La gente se aglutina alrededor de los tambores. Es el comienzo del ritual. Y la identificación trasciende. Todo es alegría en sintonía con la música. Calientan motores y el público responde, y de repente, los hacedores arremeten y le impregnan dinamismo y velocidad a esos acordes que se van volviendo magnéticos. Luego del primer bloque de percusión pura, se hacen presentes en el escenario Los Cafres, primeros invitados especiales de la fiesta. La energía se transforma un poco, se exacerba y las voces rompen en coros por todo el estadio. El trance no se interrumpe. Artistas y público se ponen de acuerdo en el rito. Y vuelve la percusión y luego IKV, que tiñe de hip-hop y funk los sonidos que truenan en el mítico Luna.
La Bomba se afianza al igual que en estos años de crecimiento musical. La noche se agiganta. Los espectadores no son tales, sino protagonistas, en el escenario se van sumando almas que palpitan al son de la percusión, y estos inteligentes visionarios de un nicho que debía ser llenado en la música popular argentina festejan por dos: por su carrera y por la magia de esta noche. Ya entrada la madrugada, la segunda parte del show arremete con Metacaño y las trompetas, los trombones y las tubas se amalgaman de una manera exquisita con la percusión.
Promedian cuatro horas de éxtasis y Miss Bolivia se planta en el escenario con esa energía tan particular que arrasa con todo. Incendiaria como pocas, despabila los cuerpos y las mentes y abre un mini universo en la noche. Fuerza visual y sonora, que se emparenta con aquellos que continúan bailando y metaforiza espectacularmente a La Bomba que rompe con los moldes a fuerza de pasión.
Los tambores se acallan. “¡Gracias por venir, muchas gracias. Hoy estamos presentando nuestro primer DVD y quisimos traerlo acá!” Lentamente, la gran ovación le da lugar al silencio. El éxodo comienza. Afuera, amanece. La promesa se cumplió; la celebración de los artistas con su público, en un ritual que le hace honor al espíritu del grupo, conexión visceral y vehemente con la música y los sentidos.
Entradas: $150
Lugar: Luna Park