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CRÍTICAS - STREAMING

Rocanrol Cowboys

OUT OF TIME

El rocanrol como algo atemporal, fuera del tiempo, una forma de vida. Así define Juanse, sentado en el sillón de un estudio de tv allá por los ochentas, a la música de Ratones Paranoicos. La imagen pertenece al inicio de Rocanrol Cowboys y las palabras del guitarrista resuenan, escuchadas desde el presente, con la potencia de una metáfora muerta: algo que perdió su significado simbólico para convertirse en una frase hecha, desgastada a pura repetición. Más que fuera del tiempo, hoy en día el rock solo parece poder ostentar su vigor cuando se apoya en el pasado, y ese es exactamente el ejercicio que hace Rocanrol Cowboys para contar la historia de Ratones Paranoicos: la explosión, caída, y reconciliación de la banda como reflejo de la luz de un fuego que es puro recuerdo.

Rocanrol Cowboys se divide en dos partes. La primera está basada en la época de oro de la banda liderada por Juanse y toma como marco su filiación con los Rolling Stones. De hecho, lo primero que aparece en el documental es una frase de Keith Richards acerca del público argentino a manera de introducción. El documental, dirigido por Alejandro Ruax y Ramiro Martínez bajo el nombre Plástico, se ocupa de identificar por un lado una suerte de mito de origen en Juanse, por tener un padre músico, y también en el barrio donde crecieron los integrantes de la banda: Devoto, un lugar donde los chicos iban de una casa a otra con los discos bajo el brazo simplemente a escuchar música.

Más allá de la influencia musical, lo que parece mostrar Rocanrol Cowboys es a los Stones como norte y razón de ser de los Ratones. Además de contratar al mismo productor musical, después de los shows que comparten en River, comienza la caída y el desconcierto. ¿Qué se puede hacer después de tocar en River con los Stones? “Quisimos seguir y no resultó” Reconoce en un momento Sarcófago, uno de los guitarristas.

También parece haber algo de destino divino en la banda: como cuando el productor Andrew Loog Oldham define a Juanse como una mezcla de Mick Jagger con Al Pacino, a la que se le suma un pelo perfecto. La idea de “divino” adquiere otro relieve con la conversión religiosa que experimenta Juanse en un momento de su vida pero esa es otra historia, que también está contada un poco al paso en Rocanrol Cowboys (pero mucho mejor en Juan Sebastián de Diego Levy), y que integra lo que sería la segunda parte de este documental, segunda parte que tiene más que ver con la reconciliación de la banda y con el costo de mantener el fuego y la combustión musical a través del tiempo.

Los testimonios que aparecen en Rocanrol Cowboys son únicamente de los protagonistas principales, no hay actores secundarios, testigos, ni fans. Solo las voces de quienes vivieron y construyeron la banda desde adentro, acompañando las imágenes de archivo: shows en vivo, ensayos y apariciones en tv como si fuera una sucesión de diapositivas (incluso, después de los títulos vemos la foto de un Juanse niño, subrayando esta sensación) que mantienen un tono familiar: íntimo, relajado, y sin muchos riesgos.

En ningún momento vemos a los protagonistas hablar. Solo los escuchamos. Por un lado, esto evita caer en el recurso de “cabezas parlantes”, por supuesto, pero también de esta manera, al no mostrarlos desde la actualidad, deja que las imágenes de archivo, ordenadas en su mayoría cronológicamente, sean las que nos hagan ver cómo envejecen y cuáles son los cambios físicos en cada integrante. Esta decisión de evitar ver a los músicos en el presente, es el auténtico gesto fuera del tiempo que ofrece Rocanrol Cowboys: el fulgor de una banda de rock mantenido en un relato perpetuo.

 

 

(Argentina, 2021)

Guion, dirección: Plastico. Duración: 76 minutos.

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