Hoy me desperté, terminé la nota de fútbol, me bañé en el mar, desayuné, me ocupé de la primera sesión del Jurado Joven, almorcé, vi en estado desfalleciente The Taking, de Alexander O. Philippe incluida en la sección Autores & Autoras, dormí una hora de siesta y acá estoy, dispuesto a escribir sobre la película. La elegí por dos razones: una es que no queda mucho en lo oferta de Cinando y la otra es que leí en el catálogo que hablaba de Monument Valley, la formación rocosa situada en Arizona que sirvió de locación, entre muchas otras películas, a siete westerns de John Ford (a ver si me las acuerdo: Stagecoach, Fort Apache, She Wore a Yellow Ribbon, My Darling Clementine, The Searchers, Sergeant Rutledge, Cheyenne Autumn).
La película cumple con la promesa de hablar de John Ford. Pero diría que cumple demasiado. La película está compuesta visualmente de fragmentos de films (aparece una cantidad inmensa) que son un motivo de disfrute pero el problema es la banda sonora, en la que distintos entrevistados (por suerte no se los ve) hablan de Monument Valley, del western, de los mitos, del Oeste americano, de otros directores (hasta Sergio Leone filmó en MV). Entre las voces se destaca por lo insoportable una profesora que dice representar a los pueblos indígenas. MV queda en un parque nacional navajo y la mujer se dedica a defenestrar a Ford de todas las maneras posibles. Lo acusa de ser el culpable de que la historia del pueblo navajo sea ignorada, de contar historias de blancos en un territorio sagrado para los indios, de colaborar con el sometimiento y la miseria de los indígenas ignorando su genocidio y hasta de aprovecharse de los navajos contratándolos para hacer de extras en sus películas.
Philippe simpatiza (es obligatorio) con la profesora, pero la rodea de otros testimonios un poco más benevolentes, aunque no menos irrelevantes, que conforman una sopa indigesta. Historiadores, críticos de cine, doctores en mitología van contando algunos datos interesantes, como por ejemplo que las historias que cuenta Ford transcurren al menos en cuatro estados distintos (hasta en Texas) pero él las ubica en Monument Valley (así como Thelma & Louise utilizan MV para suicidarse en Texas) y los personajes pasan por el tan característico paisaje de camino a todas partes. Para la profesora, esto es un motivo de escarnio y se escuchan sus risotadas ante la falta de precisión geográfica de Ford. Pero hay un erudito que agrega un dato interesante: que MV no forma parte en un sentido técnico de la conquista del Oeste, ya que el lugar no queda de camino, los colonizadores evitaron pasar por allí y tampoco el ejército patrullaba esa zona ni tenía un fuerte en las cercanías. Monument Valley es una construcción del cine, una locación que llegó a ser una metonimia de la idea del Oeste.
Y entonces intervienen los mitólogos, para decir que el destino americano está asociado a MV, que representa a los Estados Unidos de un modo emblemático, que Ford construyó la idea del Oeste a semejanza de su Irlanda natal y otra serie de generalidades que no tienen el menor interés. Mientras los expertos van enunciando sus tonterías (las excepciones a la regla de la idiotez son mínimas), hay alguien que se niega a hablar del tema y es el propio John Ford, en una célebre entrevista para Directed by John Ford, el documental de Bogdanovich. Allí, Ford se limita a contestar las preguntas con un “no”, un “maybe” y, especialmente un “cut”, cuando le preguntan si él está a favor de que se cuente una mentira cuando se transforma en una leyenda.
Además del mal humor del viejo, de la gracia que tienen esas escenas, hay algo allí de un carácter mucho más serio. Una manera de ignorar el cine, de pasar de largo por lo que puede tener de interesante, es dejarlo en manos de los charlatanes que intentan disolverlo a fuerza de comentarlo. A Ford, la Academia no se lo tomaba en serio en vida, ni siquiera para hablar de los indios. Pero, con el tiempo, no solo Monument Valley se convirtió en un lugar turístico, sino que fue el propio Ford el que devino en un mito que sirve para multiplicar los discursos parasitarios que desembocan en una situación paradójica: cuanto más se habla de sus películas, menos se ven. No porque no se restauren o se editen en todos los formatos posibles (aunque siguen eludiendo inexplicablemente las plataformas de VOD), no porque no se enseñen en los cursos de historia del cine, sino porque la hojarasca que tienen encima impide una visión de primera mano. En algún momento de la película, alguien dice (es una de las pocas frases verdaderas que se pronuncian) que ya no se puede filmar una escena en Monument Valley sin que quede connotada por la historia cinematográfica del lugar. Pero con el cine de Ford ocurre un poco lo mismo y acaso hayamos perdido la posibilidad de rescatarlo del peso muerto que sobre él han depositado los turistas.
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