El sábado 5 de septiembre de 1975 Sui Generis se despidió con dos recitales en el Luna Park, juntó más de 30 mil personas y provocó la primera avalancha de un rock argento iniciado una década antes. Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo sobre aquel adiós.
El jueves 2 de septiembre de 1976 se estrenó Adiós Sui Generis en el cine Plaza, una sala de 400, 500 butacas, ubicada en avenida Corrientes al 900. La película fue calificada como “prohibida para menores de 18 años” por el Ente de Calificación Cinematográfica comandado por el cruzado Miguel Paulino Tato, quien había asumido el cargo a mediados de 1975 y continuaría su gestión durante la dictadura cívico militar para jubilarse a fines de la década.
El viernes 3, horas después del estreno, fui a ver la película con un grupo de amigos de aquella adolescencia. Ni ahí tenía 18 años pero me dejaron pasar para ver un documental sobre un recital al que no había concurrido. A la salida, cuatro o cinco patrulleros policiales custodiaban la salida del cine, y para no aburrirse, aquella no-ley, en plena avenida Corrientes, se dedicó a levantar a un par de “sospechosos” con la excusa de averiguar antecedentes.
Escribo estas líneas a exactos 50 años del recital y pasados un par de días y medio siglo del estreno de la segunda película de Bebe Kamín (la primera, El búho, una producción independiente, se exhibiría después de manera acotada en la Sala Lugones del TGSM).
¿Desde qué lugar escribir sobre el documental? Breve acotación: se trata del segundo ejemplo de rock argentino en imágenes después de Hasta que se ponga el sol (1973, Aníbal Uset), si se exceptúa a aquel extraño del pelo largo con Nebbia y a las apariciones como actor (y baterista) de Javier Martínez en la incendiaria Tiro de gracia (1970, Richardo Bécher).
Los algo más de 70 minutos de Adiós Sui Generis reflejan una manera de hacer cine, de filmar documentales, de ubicar la cámara en recitales de la época. El público como protagonista secundario, el cuarteto en el escenario, el protagonismo de García, los solos de batería, bajo, flautas y Charly enloquecido con los sintetizadores de aquellos años. La película se atreve a registrar un par de proto-videoclips (el que acompaña a la canción “Mr. Jones o pequeña semblanza de una familia tipo americana”, de características surrealistas, y fragmentos de “Un hada, un cisne” en versión de más de veinte minutos). Las hermanas Pons se suman al juego, el ya cuarteto Sui se viste con ropas femeninas y eso aligera cierta medianía que registra la cámara en el escenario del Luna.
Sí, el Ruso Verea aparece en un plano cercano entonando una parte de “Aprendizaje” y el público en general cobra algún protagonismo al principio y en los minutos finales cuando Charly se descontrola y el grupo arremete con “Blues del levante” Pero son pocas las imágenes de esa generación de espectadores que conocían a Sui Generis, que fueron al recital y luego a ver la película. No todos seguramente…
Por eso es muy complicado escribir sobre virtudes y defectos de un documental sobre la despedida de dos flacos desgarbados que dos años y medio antes habían editado su primer disco para así cambiar la historia de la música por estos pagos. Unos pagos y un contexto muy diferente al momento que se estrenó la película. Y ya con García en La Máquina de Hacer Pájaros y Mestre con Los Desconocidos de Siempre.
Por lo tanto, es muy complejo llegar a definiciones absolutas sobre una película donde más allá de su material, por lo menos para quien escribe, la emoción se impone a cualquier apreciación crítica. De ahí que la calificación que le puedo dar viene con ese plus que tiene que ver con la piel y con el “chau chau loco” del final mientras a la salida del cine sonaban las sirenas de los patrulleros y ya no había tiempo para rasguñar piedras o refugiarse detrás de las paredes.
(Argentina, 1976)
Dirección: Bebe Kamín. Elenco: Charly García, Nito Mestre, Rinaldo Rafanelli, Juan Carlos Rodríguez, Mimí y Norma Pons. Producción: Leopoldo Torre Nilsson, Jorge Álvarez, Pablo Torre y Casa América. Duración: 75 minutos.