En su glosario personal de términos cinéfilos, Roger Ebert incluía el de “CLIDVIC film” para referirse a esas películas en las que el camino del héroe es un trayecto que va en ascenso partiendo de la desesperación para llegar a la victoria (“Climb From Despair to Victory”). Se trataba de una fórmula compuesta por tres partes que Ebert identificaba con claridad:
1- Al comienzo conocemos al protagonista y nos enteramos de sus problemas personales.
2- Su riguroso entrenamiento es interrumpido por diferentes crisis que podían ser predecidas fácilmente en la primera parte.
3-Finalmente, el héroe supera la desesperación y alcanza la victoria.
“De todas las CLIDVIC que vi, Best of The Best es la peor”, sentencia, luego de explicar detalladamente el espíritu de las CLIDVIC, el recordado crítico norteamericano en su crítica de la película. Quizás se le fue un poco la mano al buen Roger con esa afirmación, pero es cierto que resulta muy difícil defender, al menos cinematográficamente, a Best of The Best.
Dirigida por Robert Radler, Best of the Best es la historia de un grupo de hombres convocado para representar a Estados Unidos en un desafío de artes marciales contra Corea. La película comienza con el entrenamiento del equipo coreano en un templo al aire libre, haciendo su coreografía con la solemnidad de un ejército ancestral. El montaje, torpe, duro, pega esa escena, para marcar el contrapunto cultural, con una secuencia dentro de una fábrica de autos en la que trabaja Eric Roberts, hermano de Julia en la vida real, mientras suena un rocanrol de fondo. El rostro de Roberts siempre me llamó la atención: tiene pómulos bien marcados, una boca enorme y algo de femenino en la mirada. En esta película hace de un padre viudo que encuentra en las artes marciales el mayor estímulo de su vida, aunque tiene el hombro roto. Ese hombro es uno de esos problemas predecibles que menciona Ebert en su fórmula de las CLIDVIC. El otro inconveniente que tendrá el personaje de Roberts se asocia a una escena del principio en la que él le enseña a andar en bicicleta a su hijo. El plano es tan obvio, siguiendo la inestabilidad del niño impulsado hacia la calle, que pensás que lo van a chocar ahí mismo, pero la película se guarda el accidente -tal como la fórmula de las CLIDVIC indica- para cuando papá Eric está a punto de partir hacia la competencia.
El resto de ese equipo es el típico rejunte de personajes con personalidades diferentes. Está el italiano, fuerte pero poco despierto; otro que usa lentes y es budista; un descendiente de asiáticos, de personalidad tan noble que no quiere usar la violencia; y Vaquero, mi favorito. Interpretado por el gran Chris Penn, (hermano de Sean, fallecido en 2006, que supo lucirse en Perros de la calle, Escape salvaje y La ley de la calle), Vaquero andaba por la vida con traje, sombrero texano y un radiograbador a todo volumen. Tenía algo de sobrepeso pero esos kilos de más resultaban fundamentales para entender que su esencia estaba en el exceso. Vivía de mal humor, buscando problemas y es el que aportaba la cuota de humor en la película. Revisando Best of the Best descubrí que Vaquero en una escena se pone a tirar golpes solo frente al espejo, una sucesión de golpes cortos y rápidos que es un homenaje al final de Toro salvaje, lo cual no hizo más que confirmar, a más de veinte años de haber visto la película, el amor incondicional que siento por ese personaje.
Best of the Best se construye alternando la presentación de los personajes norteamericanos y sus problemas con la preparación de los coreanos (de quienes sólo sabemos que son muy malos) hasta la batalla final. Las escenas de entrenamiento replican, por no decir que copian sin asco, diferentes secuencias de la saga fundada en la mejor CLIDVIC de la historia: Rocky, que por ese entonces estaba por estrenar su quinta entrega. Los planos cerrados de los luchadores sudando, corriendo junto al mar y sometiéndose a la nieve se suceden mientras una mala copia de “Eye of the Tiger” suena de fondo.
Como si el accidente del nene no fuera suficiente, hay otro drama pesado: a Tommy, el oriental del equipo norteamericano, le toca enfrentar al tipo que asesinó a su hermano años atrás en un torneo similar. La película muestra ese dato mediante un flashback en blanco y negro, con un Tommy niño que observa desde las gradas cómo le dan una paliza a su hermano mayor. La muerte primero se insinúa con un fuera de campo y una metáfora en cámara lenta: el plano se aleja del combate para mostrar cómo el pequeño Tommy deja caer su helado -un cucurucho de un solo gusto- al piso. El helado vendría a ser el hermano, claro. Después, por si no se había entendido, vemos a la madre llorando desesperada junto al cuerpo sin vida. La metáfora del helado vuelve cuando Tommy ve en la calle a un niño al que se le cae el suyo. Primero Tommy se pone triste por los traumas que se le activan con la caída del cucurucho pero al ver que el niño recibe otro helado de manos de otro nene mayor, posiblemente su hermano, se recompone. Sí, es todo así de ridículo. Esa imagen sienta la base de lo que pasa al final: cuando se enfrenta al verdugo de su hermano (que de tan malo que es usa un parche en el ojo), Tommy tiene la oportunidad de rematarlo, pudiendo vengarse y de paso ganar la competencia, pero elige no hacerlo. Así, él y su equipo pierden el torneo pero, como la ley de las CLIDVIC indica que en el tercer acto el héroe debe triunfar, al final el villano le entrega la medalla de campeón, le dice que lamenta lo que hizo años atrás y le ofrece llorando ser su hermano, seguramente para tomarse un heladito juntos y olvidar la diferencias del pasado.
Estrenada en 1989, Best of the Best no llegó, siguiendo los datos de IMDB, a las salas de Argentina, pero fue un gran clásico de la televisión abierta (así como sus secuelas lo fueron de los videoclubes barriales), que la programaron insistentemente a medidos de los noventas en el horario estelar de las diez de la noche.
En esa época estaba terminando el primario y tenía que pedirle permiso a mi viejo para poder mirar televisión hasta tarde. Las películas emitidas en ciclos como El Mundo del Espectáculo, Cine Shampoo, Cine de Trasnoche (estos tres en Canal 13), y hasta el cine erótico que programaba América (Canal 2) los jueves, resultaban de visión indispensable para no quedarse afuera de la charla del día posterior en mi escuela (éramos chicos y nadie miraba Función privada). Así fue como descubrí, varios años antes de conocer la palabra cinefilia, muchas películas que se convirtieron en clásicos personales, algunas de las cuales (Escape salvaje, Viajeros, Escuadrón antimonstruos, El valle de Gwangi) con el tiempo redescubrí como grandes obras; mientras que a muchas otras sólo me queda recordarlas con una sonrisa como guiño al entusiasmo propio de una época. Best of the Best es la mejor de ese segundo grupo. O la peor, ya no sé.
© Aldo Montaño, 2018 | @aldomontagno
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