¿CUÁNTO CUESTA AMAR?
Últimamente, las comedias románticas volvieron a la conversación después de años de parecer un género muerto. Con todos menos contigo trajo de vuelta los clichés de verano, enemies to lovers y el fake dating. Hollywood entendió que la fórmula seguía funcionando. Pero Amores materialistas, de Celine Song, aunque promete lo mismo y se viste de rom-com, se niega a hacernos sentir cómodos.
Lucy (Dakota Johnson) se gana la vida como matchmaker de personas con expectativas muy altas. Organiza citas entre sus clientes, y les presenta a quien llene sus casillas y condiciones como pareja ideal. No vende amor: vende la idea de que el amor puede cotizarse como un bien de lujo. Lo hace con un talento casi admirable y termina siendo muy reconocida en su oficina: ropa formal, peinados prolijos, y una paleta fría que la ubica siempre un paso afuera de la escena emocional. Con su característico vestido azul, Lucy no es exactamente “fría” pero si regia, inteligente y cerrada. Siempre educada y dulce, ella se muestra como alguien que no deja que sus ideas se alteren.
Lucy mantiene constantemente una mentalidad calculadora sobre el valor de las personas. Vemos cómo su trabajo la consume en esa costumbre de “matchear” con tu compañero de vida. Hasta que aparece John (Chris Evans), su expareja, la parte de su historia que no pudo darle esas compatibilidades y le enseñó que eran necesarias. La relación se quebró por algo tan incómodo como real: la diferencia de sueldos, estilos de vida y expectativas.
Harry (Pedro Pascal), quien va a ser su nueva pareja, encarna la seguridad que Lucy cree necesaria en una relación: un hombre impecable, adinerado, perfectamente estable. Su presencia no solo confirma el sistema que Lucy arma para otros, sino que expone sus puntos débiles. Con Harry, todo parece cubrir las casillas necesarias: lujos, estilo de vida, planes a futuro. Pero es justamente esa perfección la que la obliga a preguntarse si se puede sostener un vínculo solo con condiciones ideales. Harry es la versión más cómoda de lo que Lucy siempre quiso controlar. Y ahí aparece lo que plantea la película: ¿qué más queremos en una relación que sentirnos valoradas? Pero cuando ese valor se convierte en cifra y en estabilidad calculada, ¿qué queda del amor que imaginemos libre? La película abre esa grieta sin dar soluciones, recordándonos que, a veces, lo más genuino es también lo que llega fácil.
Cada nueva película romántica que se nos presenta en los cines, me parece necesario que innove de cierta forma dentro del público. Lo que rescato de este filme es su crítica moral y filosófica. Pone a la protagonista en una disputa entre su propio manual de reglas y condiciones estrictas, y lo que ella ve cómo “fácil” por ser inevitable: el amor. En mi opinión, a la hora de verla, lo importante no es concentrarse en que es una película romántica, sino que se trata de una reflexión sobre el amor contemporáneo.
A lo largo de la historia, el simbolismo visual es clave. Mientras avanza la película, se la ve con vestidos de patrones florales, volados o colores cálidos. El cambio es claro: ella elige que el peso del cálculo y de su trabajo ya no la arrastren hacia abajo. La iluminación y la fotografía encierran al amor dentro del cuadro: acercándose por completo a los personajes cuando se siente que son solo ellos dos en la habitación; o manteniéndolos como una “idea lejana” al abrir el espacio a su alrededor.
El guión, aunque en parte predecible, sorprende con cada explicación de causa y efecto dentro de la narrativa. Te encontrás expectante a la pregunta del qué contestaría uno estando dentro de la piel de la protagonista. Es una peli con unos diálogos hermosos y una idea concreta. Te lleva a los principios imaginarios del amor, para sacarle todo el jugo posible a esa discusión: ¿Se puede querer y tener vidas distintas en una relación? ¿Aún queremos que el otro viva a nuestro lado si eso influye en el alcance de sus objetivos? Es un tema tan cotidiano, pero tan delicado a la vez, que, hasta que no te sentás a ver la película, nunca pensaste que sería necesaria.
Dentro de la nueva ola de comedias románticas, Amores materialistas quiere recordarnos que el amor, cuando se pone sobre la mesa como una transacción, exige mirar todo lo que preferimos esquivar: la plata, la convivencia, los sueños, pero también los sacrificios silenciosos. Tal vez su mayor logro sea tomar una historia simple, filmarla con decisiones impulsivas y silencios incómodos, para generar esta discusión desconcertante sobre lo que uno está dispuesto a sobrellevar. Y que, a veces, preguntarse cuánto cuesta amar es más honesto que pretender que cada uno tiene que vivir por y para el otro.
(Estados Unidos, Finlandia, 2025)
Guion, dirección: Celine Song. Elenco: Dakota Johnson, Chris Evans, Pedro Pascal, Zoe Winters. Producción: David Hinojosa, Pamela Koffler, Celine Song, Christine Vachon. Duración: 116 minutos.