ANIMALES SAGRADOS
Esperamos con mucha ansiedad el próximo estreno de la segunda parte de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, y es así porque la primera nos llenó el alma, la mirada, la experiencia de un recorrido inesperado. La primera parte es un film que guarda secretos que, coherentemente, responden al mundo de los magos; pero no de esos que hacen magia obscena y que andan mostrando sus trucos por aquí y por allá. No. Los verdaderos magos en este film son los que saben que tras la magia guardan un secreto ancestral, fundante, primigenio. Los que cuidan los misterios del origen; que no es solamente el origen de los magos. O para decirlo de otro modo, en esta otra línea de relato que retoma la autora de Harry Potter se entiende mejor que nunca que la cuestión de la magia es la excusa para hablar de otra cosa.
La acción transcurre en Nueva York en 1929. En ese mundo de la posguerra; en donde se asoma una de las tantas y terribles crisis del capitalismo; en donde paulatina, silenciosa e indefectiblemente se gesta la Segunda Guerra. En esa Nueva York que se expande como la gran ciudad moderna vive oculto el mundo mágico, que consecuentemente y en relación especular al mundo no mágico, ha caído en las garras de ese capitalismo reinante. Es decir que el mundo mágico, esa “sociedad secreta”, se ha burocratizado. Está día a día cada vez más lejos de aquello que la obligó a volverse oculta, clandestina. Al volverse capitalista, liberal, moderna, cae indefectiblemente en la desacralización. Entendemos que todo aquello que es regido por una ley mágica está vinculado necesariamente a lo sagrado, a lo misterioso y, si se quiere, a lo religioso. Los magos y las brujas saben que hay algo más que rige a su alrededor, y es gracias a ese algo secreto y misterioso que se mueve por los rincones que ellos son, justamente, quienes son. Pero tal como la sociedad no maga, han caído en una forma de existencia vinculada a la ley del consumo, de la producción y de la burocratización. Así lo comprendemos una vez que nos presentan el Ministerio de la Magia neoyorquino, esos magos y brujas que administran la ley.
Allí, en medio de esa cuidad que vive doblemente magica y no mágica, pero donde sin embargo todos son regidos por la misma ley, llega Newt, paradójicamente un mago inglés. Decimos paradójicamente porque es Inglaterra la reina madre del capitalismo liberal y de la desacralización del mundo.Y sin embargo es absolutamente perfecto, porque es allí donde nace la resistencia, la mirada opuesta, otra posición. Desde allí, desde la cuna del capitalismo, llega el protagonista de este film, que guarda en su valija mágica aquellos animales fantásticos, los conserva, los preserva; porque son parte fundamental de lo sagrado que el mundo mágico liberal quiere ocultar.
Newt es el que entiende que las cosas no están funcionando como debieran, y en consecuencia, guarda y cuida a todos esos animales, porque sabe que en su preservación se encuentra la verdadera forma de devolverle al mundo mágico su condición originaria. Newt trata de hacerles entender a sus pares magos que los animales fantásticos no son peligrosos, sino que por el contrario hay que saber cuidarlos. Tiene en su mágica valija una especie de ecosistema en donde cada uno de estos animales vive a salvo de su posible extinción. Pero no confundamos, no se trata de ecologismo.
La cuestión es que los magos viven en ese mundo desacralizado, en donde lo que es sagrado es ocultado, negado, prohibido y temido. En ese contexto lo sagrado, lo ominoso, se vuelve oscuro, se convierte en mal. Así el gobierno mágico prefiere pensar que el mal son esas criaturas, cuando el mal se ha generado dentro del mismo sistema mágico liberal y burocratizado. En consecuencia, aquello que es negado, evitado, emerge con la peor de las violencias, incontrolable e inexplicable.
Newt, entonces, es quien entiende que eso que los magos no quieren ver y que prefieren ocultar es en realidad lo que tiene el poder de reestablecer un orden. Al conocer los distintos tipos de animales y su comportamiento, y al saber usar el poder que cada uno tiene, Newt posee un poder que va más allá de lo mágico, el poder de Newt tiene que ver con eso primigenio, con eso originario que le da sentido a todo.
Así Kowalski el panadero muggle, su doble y su par, entiende lo mismo en forma diferente. Kowalski dice de sí mismo “yo me salgo del molde”, haciendo un juego de palabras con su oficio de pastelero, su cuerpo enorme y su carácter especial, que lo hacen diferete del resto de los no magos; como Newt se sale del molde del mundo de los magos. Kowalski quiere poner una panadería para, a través de las deliciosas recetas de su abuela, hacer a la gente feliz. Porque él sabe de la infelicidad de la vida rutinaria por trabajar muchas horas al día en la oscura fábrica. Mientras Newt tiene ese conocimiento de lo sagrado, de esos animales fantásticos, Kowalski conoce esas recetas que provienen también de una tradición ancestral, las delicatesen de panadería polaca que se han perdido en un mar de donas industrializadas. Parte de esta construcción, de este sentido del relato, se sintetiza de buena manera en aquella primera secuencia del film, cuando el banquero le niega el crédito a Kowalski.
Quizá para captar por completo el conocimiento y el entendimiento que Newt tiene, es necesario recordar aquella secuencia en el zoológico. Newt, tras empaparse de un perfume con fórmula secreta, realiza el ritual de apareamiento para atraer a la gigantesca rinoceronte mágica de vuelta a su valija. El mago conoce a la perfección los movimientos, casi como una danza cuyos pasos debe seguir para que la enorme paquidermo acepte su invitación y finalmente, caiga en las fauces de la valija.
Por otro lado, Newt entiende a los “oscuros”, entiende que son esas formas del mal que aparecen cuando se tapa lo sagrado. Newt ve más allá; entiende que lo sagrado debe ser administrado correctamente. Y es de este modo que se construye como oponente del malvado Grindelwald. Porque mientras que el oscuro mago pretende administar lo sagrado con objetivos destructivos, individuales, llevando el liberalismo a su máxima expresión, Newt asume que la verdadera forma de oposisión es conservando el origen, devolviendo a lo sagrado el lugar que supo tener. Sabiendo que lo sagrado y misterioso puede asustar, puede ser terrible, pero que también trae consigo la salvación del mundo, como el gran hipogrifo que libera al final.
Por su lado, y siguiendo en esta línea de construcción especular en su precisosa panadería, Kowalski da finalmente a sus delicias la forma de esos animales que vio y que luego olvidó. Aquí la autora alcanza cumbres poéticas, ya que nos regala una puesta en escena de Platón y su mundo de las ideas; porque Kowalski vio a lo largo del film los moldes originales –esos animales fantásticos de la valija de Newt– y vuelve para mostrarlos al mundo de manera simbólica, para darle forma a aquello que observó. Porque sus animales de masapán son una reconfiguración de esas criaturas maravillosas que vio en esa otra vida, cuando por gracia divina pudo asistir por unos días a ese mundo que le era prohibido.
Todo esto que toma cuerpo a lo largo del film hace que nuestras mentes que entraron presas al cine –pues somos a diario ese Kowalski al que le niegan el préstamo, o ese Kowalski que trabaja duramente en la fábrica, o ese Kowalski que mira a su alrededor sospechando que tiene que haber algo más, que esto que nos rodea no puede ser todo– se vuelvan mentes libres, porque Animales fantásticos y dónde encontrarlos nos traslada nuevamente a ese estadio mítico que hemos perdido, nos devuelve eso sagrado que nos quieren ocultar. Porque la felicidad es acariciarle el pico al hipogrifo, o comer una de esas delicias de la confitería de Kowalski.
Esperamos con ansiedad la segunda parte de Animales fantásticos y dónde encontrarlos porque sabemos que Newt nos va a llevar una vez más a ese mundo que nos es vedado continuamente, pero que pese a todo siempre va a aflorar.
© Melina Cherro, 2018
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