La pandemia del coronavirus irrumpe en nuestros tiempos como la contingencia de un factor letal, invisible y desconocido. En este punto, suscribo a la introducción a este dossier realizada por Hernán Schell al servirse del Diario de la peste de Dafoe. Esta pandemia puede impactarnos como un traumatismo que conmueve los sentidos en los cuales sosteníamos nuestra vida cotidiana. Pone frente a nuestros ojos aquello que no queremos ver, esto es, la muerte. Y es un hecho que no podemos mirar a los ojos a la muerte por mucho tiempo, sin sucumbir a la angustia o la depresión. Frente a lo imposible de soportar: ¿Qué hacer entonces, sino volver a recuperar la palabra? De allí que se vuelva imperiosamente necesario recurrir a las ficciones, ya sea las que otros han producido o aquellas que cada uno pueda inventarse.
Ante la convocatoria a este dossier viralizado, elegí entonces servirme de Flesh+Blood de Paul Verhoeven. Y ahora me doy cuenta de que tanto el distanciamiento temporal que propone (está fechada en 1985, sitúa su trama en la Edad Media) como su pertenencia al género de aventuras constituyan acaso una ventaja a la hora de encontrar un saber hacer con lo que hoy nos toca enfrentar, mayor que si se tratara de una propuesta distópica.
El señor feudal Arnolfini busca recuperar la ciudad que le fue arrebatada con la fuerza de un ejército de soldados mercenarios, a quienes promete el saqueo del botín. Esta promesa no es mantenida en pie por el amo a causa de los desmadres producidos por los soldados con su embriaguez y sus violaciones. El grupo de soldados encuentra una estatua de San Martín de Tours que el cardenal ve como señal para erigir como líder a Martin, un soldado despiadado y carnicero que los llevará a conseguir la venganza por la traición de Arnolfini. Así, en una emboscada, los soldados atacan el convoy de carruajes en el cual viaja la princesa Agnes, prometida del joven Steven, hijo de Arnolfini.
La estrategia de Agnes al ser llevada cautiva por el grupo de soldados es utilizar sus encantos femeninos para seducir al líder. Cuando Martin la está violando, Agnes se propone como su posesión, a fines de evitar ser violada por los otros soldados. La joven, de apariencia virginal, encuentra en el villano Martin un goce de la carne, hasta ahora ignorado, que la divide subjetivamente respecto de su amor por Steven. Este joven se convierte en el héroe que sale del encierro de su castillo con sus modernos inventos científicos, para aventurarse a poner el cuerpo en pos de salvar a su amada. Martin y Steven, rivales, se disputan a la mujer como prenda respecto de la cual medir su virilidad.
En este contexto convencional del género de aventuras, en una época ordenada por la religión, Verhoeven incluye ciertos elementos futuristas a través de las invenciones y ocurrencias de Steven y aspectos melodramáticos que hacen referencia al binomio del titulo, situando la imposibilidad de la unión/separación entre Agnes y Martin, dado que pertenecen a órdenes diferentes: no sólo en cuanto a su origen social, sino en cuanto a la naturaleza de su goce (la dominación masculina de Martin excluye el amor; del cual no puede prescindir el éxtasis femenino).
La devastadora pandemia de la peste bubónica, que asoló a Europa durante el siglo XV y cuyo origen y tratamiento no estaban del todo claros en esos tiempos, aparece en medio de esta historia de manera lateral, y si bien no es el centro del relato, lo atraviesa y cumple una función fundamental. La primera referencia a la plaga es hacia la mitad de la película, cuando un cortejo fúnebre de gente pobre cargando el féretro de una victima se cruza en el camino de los soldados de la corte que responden Steven, buscando encontrar a Agnes. El aspecto de la segregación respecto del fallecido por la peste y de quienes pudieran rodearlo se hace patente mediante el distanciamiento físico y la orden de cubrirse la boca con la mano. Difícil no ver las similitudes con la situación actual, cuando se nos impone a todos un distanciamiento social y cuando brota el aspecto de policía, denunciando a aquellos que incumplan la norma o escrachando en consorcios a trabajadores de la salud.
En segundo lugar, cuando Martin y sus mercenarios asaltan un castillo, sólo sobrevive una niña que está infectada con la plaga. Y si bien no hay un bando bueno y otro malo en esta historia, pues ambos se unen en su mutua maldad y vileza, aquí Verhoeven muestra con acierto que la peste atraviesa a todas las clases sociales; y de este modo las diferencias económicas se igualan ante la muerte, que se erige como el único amo absoluto.
En último lugar, los trozos de un perro que murió de peste son usados por los soldados que responden a Steven como arma biológica para eliminar a los mercenarios de Martin. La clase alta gobernante se deshace así de esos indeseados, mal educados y aberrantes que librados a su suerte por ellos mismos sobreviven día a día como pueden; esos otros cuyo modo de goce desmedido odian con visceralidad. En este punto es difícil eludir las resonancias con el presente. Hay sociedades que priorizan la rentabilidad económica de unos pocos y que por esto mismo se estructuran con profundas diferencias sociales en lo que refiere al acceso a la salud. En este contexto, la pandemia descontrolada con colapso del sistema sanitario deja a los sectores pasivos vulnerables y a los menos pudientes de la sociedad más expuestos y desvalidos ante el virus. Indirectamente, el mismo sistema se deshace de sus elementos improductivos.
La pandemia de coronavirus va a cesar en algún momento. Ojalá que revisitar Flesh+Blood, aparte de permitirnos sobrellevar la cuarentena, nos impulse a ceder el individualismo para apostar por la fuerza vital del deseo, esa que pulsa por entramar nuevas ficciones y por tejer enlaces más solidarios e inclusivos.
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