CASI UN HOME RUN
En un momento del film, Austin Butler, que interpreta con magnificente presencia al imperfecto y por momentos anticlimático protagonista Hank Thompson, se emborracha al punto de lanzar diatribas en una esquina sucia de la noche neoyorquina, tras casi ser atropellado frente a su acostumbrada novia enfermera (Zoë Kravitz, de corta pero elegante y seductora aparición). Ella está algo cansada de oficiar también de niñera y lo que rebalsa el vaso, por lo menos por la noche, es algo que Thompson dice que va algo así como “lo tuve todo en mis manos, y ahora solo me queda esta… basura”.
De alguna forma, este has-been, ex-promesa del béisbol convertido (accidente de tráfico fatal de por medio) en un alcohólico bartender de trasnoches, parece lanzar lo que podría ser un diagnóstico de la muy irregular carrera fílmica de su director, Darren Aronofsky. De joven promesa halagada por el medio y el contexto a dar pasos irregulares, tambaleantes como los de un borracho. De fines de los ‘90 y de cara al nuevo siglo, que lo recibió como una pistola encasquillada. No es este el momento de ajusticiar a Aronofsky, de defenderlo o de atacarlo. Solo de mencionar algunos elementos para argumentar por qué esta vez su presencia en la gran pantalla, si bien viene con problemas, merece el halago.
Réquiem para un sueño (Aronofsky, 2000) no es, como su título lo sugiere, una película feliz. Ni una película que deja indiferente (para bien o para mal). Lo central es la crueldad para con sus personajes y los golpes bajos y la crueldad que de allí se derivan para con el público del film; es, genuinamente, por momentos difícil de ver, narrativamente angustiante, y con violencia sostenida en algunos de sus aspectos formales, aunque esto último no lo es tanto como en su antecedente Pi (Aronofsky, 1998).
En relación a estos elementos, bastante centrales a la obra de Darren, Atrapado robando da fe de un aprendizaje marcado a fuego por golpes; así le sucede a Hank Thompson, un ex-beisbolista estrella del secundario, con el futuro por delante hasta que manejando borracho se da todo un palo y se carga a su amigo y a su pierna. De aquí en adelante, una historia que se mueve con ágil velocidad nos llevará a acompañar a este perdedor en un sórdido camino de supervivencia cuando es involucrado por un vecino, dealer de pocas luces, en una trama criminal en apariencia compleja.
Vamos por partes: por un lado, la película es, secuencia a secuencia, cada vez más cruel sobre Thompson, que trata de vivir su vida sin molestar a nadie, tiene simpatía con el vagabundo de la cuadra y, fundamentalmente, no hace nada para merecer lo que le sucede. Pero algo de su pasado lo atormenta y él sabe que tiene cuentas por rendir tras aquella mancha originaria; en el presente, sigue bebiendo alcohol, aunque ya no maneja, y, por sobre todas las cosas, tiene vida. Algo que su amigo del secundario no. El alcohol será un tema presente en el film; su novia le exige que lo deje y que enfrente aquello que lo compromete para que puedan pensar en un futuro juntos o contentarse con un presente separados. Así como el béisbol, recuerdo de otra época, lo tiene partido entre dos vidas, una real y dolorosa, pero suya al fin y al cabo. La otra un recuerdo de un pasado lejano.
A esta falta pasada se suma la responsabilidad que le cae de prepo cuando su vecino le pide hacerse cargo del gato para viajar a ver a su padre enfermo. Todo lo que sucede a Hank desde allí es una catarata de trompadas tanto física como existencial. Su cuerpo pierde un órgano. Y en otro sentido, termina por perder una parte de sí, la parte linda de la nueva vida que lleva. Y allí radican algunos de los elementos propios de Aronofsky que están bien elaborados en la película en la medida en que un fuerte apoyo en el policial negro pero también en la comedia (sí, negra, por supuesto) encausan el sufrimiento desmedido del protagonista y lo rebajan. Aronofsky juega con subir y bajar los cambios de una forma más sutil y más encantada con su personaje que en otros de sus films, y la forma de la película lo expresa.
Por supuesto, hay errores en la formulación, y hay dejos de algunas cosas, intuyo, propias de su persona, que parecen nacer aún del hastío y la hostilidad, y que resultan en una crueldad que no termina de manejar bien sobre todo en cuanto a la recompensa del personaje. No termina por evitar de sentirse en ciertos momentos que todo para Hank es sufrimiento y pérdida y que la película es una especie de chiste insulso a expensas de él y de algunas otras personas que por adyacencia pierden la vida. Lo principal a estos efectos radica en que la posibilidad de comenzar a ajustar cuentas, algo que Hank no quiere hacer dado que no es un killer, depende de un rompecabezas entramado: Hank debe encontrar la forma de que cada pieza caiga en su lugar para acabar con el peligro, reclamar su vida, vengar la sangre, y escapar.
Porque hay algo en la película que es muy claro. Las personas no serán blanco y negro, pero todos sus malhechores ciertamente así lo ven. Hay un momento clave donde se da cuenta de esto con una factura en una cafetería. “La tarta blanca y negra, lo único que vale la pena”, o algo así. La gente que se cruza en el camino de Hank es mala. Tiene familia, reacciona a la pérdida, pero es mala. Y Hank tiene que terminar por comprender eso para poder hacer lo que debe hacer.
La película tiene puntos fuertes en su construcción de una trama que respeta los elementos clásicos de un policial, aunque en la ejecución es algo atropellada. Las actuaciones están muy bien, con una extraña aparición de Bad Bunny que primero es graciosa y luego ya molesta por lo fuera de lugar. Pero el premio principal es Austin Butler y un desempeño que lo confirma como un gran actor de las nuevas camadas, capaz de ser sensual, tierno, un maldito borracho, un joven asustado, traumado, o una persona con la mirada fría de quien decide “ya basta”. Aquello que le quita puntos es la ya mencionada crueldad desfasada en la que Aronofsky todavía cae por momentos, que incluyen cosas como vómitos casi a cámara (a diferencia de Gaspar Noe, se toma la licencia de por lo menos poner una ventana entre la cámara y el vómito) e inodoros rebalsados; estos, gestos un poco muy literales que recaen en el efectismo y subestiman a su espectador. La circunnavegación de la mierda es algo que ya es evidente como estilo de vida para el pobre Hank Thompson. No hacen falta algunos recursos de montaje que acoplen a su amigo muerto de la adolescencia con otra figura en pérdida del presente, no hacen falta ciertos diálogos en exceso explicativos. Thompson tiene bien en claro en su acción e inacción sus faltas y su miseria, y así también el espectador. Pero si en retrospectiva observamos la carrera de Aronofsky, su derrotero último, pues, creo que estamos en condiciones de decir que esta película es, si bien lejos de perfecta, casi un home run respecto de las anteriores, y ampliamente disfrutable en la gran pantalla.
(Estados Unidos, 2025)
Dirección: Darren Aronofsky. Guion: Charlie Huston. Elenco: Austin Butler, Bad Bunny, Zoë Kravitz, Carol Kane, Vincent D’Onofrio, Liev Schreiber, Matt Smith, Griffin Dune, Regina King. Producción: Darren Aronofsky, Jeremy Dawson, Dylan Golden, Ari Handel. Duración: 107 minutos.