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BERLINALE - Festivales

#BERLINALE2025 | Diario berlinés – Los días siguientes

1. Los grandes festivales ya no están pensados para que la gente se encuentre. O no, al menos, para que se encuentren por el puro placer de encontrarse. Si para que tengan reuniones de trabajo. Que es el único fin de los mercados. Por eso lo que queda es arreglar cenas, almuerzos o citas en cafés para poder verse y charlar un rato. O encontrarse de casualidad a la salida de alguna función mientras se va de una función a otra. Esos breves encuentros sirven para escuchar alguna recomendación inesperada, una desilusión dolorosa o saber lo que piensan los demás sobre la calidad de la programación. También sirven para generar dudas y angustias sobre lo que uno se está perdiendo. O sospechar que la percepción personal de lo que está ocurriendo es errada. Hace unos días quedé en medio de una charla entre dos bandos: uno de ellos compuesto por un director de un festival argentino y un crítico español y del otro lado, un ex programador, también de un festival argentino, y una crítica, también española. La primera dupla opinaba que el festival estaba bien, la otra que estaba muy mal. Los dos nombraban títulos, aunque no en gran cantidad. Si alguien desde fuera escuchaba el intercambio, no habría sabido qué opinar. Los dos parecían convencidos de sus discursos y listas.

Más tarde se sumaron otras dos personas, esta vez programadores y argentinos, y contaron que venían de ver la peor película del festival, todos nos entusiasmamos y escuchamos la siguiente anécdota: al comenzar la película en cuestión una anciana, a los 10 segundos se levantó de la sala y se retiró ante la risa del resto de la audiencia por la decidida actitud de la noble señora. Lo que siguió después en la pantalla, nos dicen los amigos, fue una serie de imágenes generadas por Inteligencia Artificial, una de esas imágenes es de unas zanahorias que bailan. La función continuó con la gente abandonando la sala de a poco. Pienso que debió haber sido divertido estar en esa función, pero también que seguramente alguno de aquellos espectadores piensen que se trata de uno de los mejores títulos del festival. O no tanto pero para nada algo muy malo. Leo sobre la obra en cuestión, y veo las fotos en la web del festival y se me van las ganas de sacarme las dudas. Para los curiosos, se trata de What ‘s Next (2025) de la artista china Cao Yiwen, quien asegura: “quiero curar a la audiencia y darle poder mental”, no aclara de qué quiere curarla, pero sí agrega que: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Para evitar tragedias futuras, debemos hacer todo lo posible por el bien común de la humanidad”, una frase que bien podría ser un comentario sobre el cine de Michel Franco. La película china forma parte del Forum, un lugar que supo presentar a grandes películas de la historia del cine, como Shoah (1985), pero que ahora cuenta con una programación que incluye un poco de todo, incluidos los charlatanes de las nuevas tecnologías.   

Y hablando del enrulado director, también me cruzo con una de las juradas de FIPRESCI luego de la función de prensa de O último azul (2025) de Gabriel Mascaro, director que supo tener su prestigio, pero que ahora se dedica a venderle espejitos de color (azul) a los europeos con una película que nos retrotrae a lo peor del cine latinoamericano y sus lustrosas y esforzadas imagenes, en una trama que mezcla un futuro distópico (en donde los ancianos a cierta edad son obligados a vivir en un campo de retiro) con el realismo mágico y actuaciones tan grandes y emotivas que hasta es probable que se lleve algún premio. Pero volvamos a la señorita jurado quien me dice que no sabe qué pensar sobre la película brasileña. Le digo que me pasa lo mismo: “ya no sé lo que pensar”, como dijo el filósofo. Hablamos sobre lo visto y me pregunta qué vi de bueno hasta ahora, respondo que la película de los belgas: Reflet dans un diamant mort y veo que en su cara se aparece un gesto de desprecio. Me dice que a ella no tanto. Le pregunto si vio las anteriores de los directores y su respuesta es que no. Sigue la charla en donde me entero que está ejerciendo sus tareas como jurado de FIPRESCI y que hasta ahora la única a la que le “vio” algo de valor es a Dreams de Michel Franco. Me dice que al menos tiene “algunas escenas”. Yo aún no había visto la película en cuestión, pero más tarde me voy a enterar sobre “esas” escenas. Franco, al igual que Mascaro, también vende la latinoamérica que los europeos quieren, pero en su versión inversa, un lugar de horror, violencia y dolor. Que quienes crean estas ficciones monstruosas sean personas que hace rato solo viajan en aviones en primera clase, es un detalle que a nadie parece molestarle. 

A la salida de la función de prensa de If I Had Legs I’d Kick You (2025), el retorno de Mary Bronstein luego de ¡16! años de su debut Yeast (2003), ya hablaremos sobre ella, el crítico con quien me encuentro es un joven norteamericano pero que ejerce en Europa, y me dice que lo que no le gusta de la película de los belgas, repito: Reflet dans un diamant mort, es que los directores no se animen a hacer directamente una película de género y listo. Pienso, para mis adentros, que se debe a que se trata de directores modernos. Hacer una película de acción hoy en día es una rutina que ni siquiera le interesa a Hollywood. Basta ver lo festejado que fue ese brillante ensayo titulado John Wick (2014). Al cine también le pasó el tamiz de la modernidad. Sin ella, la modernidad, La ciénaga (2001) sería una telenovela, Honor de Cavalleria (2006) una serie de Netflix, El cant dels ocells (2008) una miniserie de Hallmark y La libertad (2001) un documental televisivo. El (ya no tan) joven crítico norteamericano pero europeo añora algo que, a diferencia de nosotros, los más ancianos, ya nunca va a vivir: una época en la que el cine podía enfrentarse a sus géneros de manera inteligente. Por eso buscan en lugares imposibles (Bollywood, por ejemplo) algo que nunca conocieron de primera mano. A los que crecimos con Brian De Palma, John Carpenter y Walter Hill nunca nos interesaron esas cuestiones. Éramos felices y lo sabíamos. 

Pero volvamos a los europeos y su mirada sobre el cine latino, ya que también otro que volvió, once años después de su última película, es Fernando Eimbcke, autor que le supo marcar el camino a más de uno con Temporada de patos (2004). En Olmo (2025) vuelve a ese teenage wasteland que es su filmografía pero esta vez sus adolescentes viven en el año 1979 y en una zona geográfica en donde México y USA se confunden no sólo por el uso del spanglish. El punto de partida es una familia de trabajadores, al borde de la pobreza debido a que el padre se encuentra postrado. Pero este comienzo, que parece hacernos esperar lo peor, se transforma en una comedia dulce y triste, más cerca de American Graffiti (1973), quizás exagero pero no tanto, o Superbad (2007), que del cine de su compatriota Michel Franco, quien vaya uno a saber por qué, es uno de los productores de la película junto a ¡Brad Pitt!, el mundo de la producción es cada vez más insondable. Sin embargo, a mis conocidos europeos (la directora de un festival y el ex-director del mismo festival) les parece una película menor. Me preguntan si creo que una película así puede llegar a tener éxito al ser estrenada comercialmente y mi respuesta es que no, ya nadie quiere que le digan que la vida puede ser algo difícil, pero también bello, y que esa belleza pueda provenir del amor familiar. Hasta a mí me da miedo escribir una frase semejante.

Continuando con el mundo adolescente, varias personas me hablan y recomiendan The Swan Song of Fedor Ozerov (2025), la ópera prima de un joven director nacido en Minsk, Bielorrusia, llamado Yuri Semashko. La película no está nada mal y nos cuenta la historia de un joven díscolo con intenciones de convertirse en cantante y compositor de una banda de rock mientras busca un sweater que suele vestir a la hora de esperar a las musas para componer, por toda la ciudad. Pero me da la sensación de que a esta película ya la vi en aquellos ya lejísimos BAFICIs de la también lejanisima década del 2000. Estoy convencido que si le hacemos un test de ADN al bielorruso, encontraremos que algún parentesco lo une con nuestro querido Ezequiel Acuña.

Para terminar con los adolescentes, y solo para mencionar a la pasada, dos títulos que recién llegaré a ver luego de terminar este texto y que son Le rendez-vous de l’été (2025) de Valentine Cadic y Mad Bills to Pay (or Destiny, dile que no soy malo) (2025) de Joel Alfonso Vargas. Para describir esta película, una directora argentino-alemana menciona, a la vez, a Eric Rohmer y John Cassavetes. Uno de estos títulos, quizás, se pueda ver pronto en la Argentina. 

2. Hay un gran chiste en Mickey 17 en donde un personaje dice estar grabando algo en 32K. Si bien la película transcurre en el futuro, la burla sobre los excesos de la tecnología son acertados. Radu Jude utiliza un iPhone para registrar las imágenes de su nueva película Kontinental’ 25, que tiene momentos en los que el foco se ajusta automáticamente pero poco importa, esa imagen digital es la que le sirve para contar, y poder realizar, una película que años atrás podríamos haberla definido como “urgente”. A diferencia de las almas nobles que nos dicen lo que está mal en el mundo mientras ellos se ubican cómodamente en el lado correcto, Jude revuelve las heridas y se hace un festín con las contradicciones en las que vivimos a partir de, nada más y nada menos, que una especie de relectura de Europa’ 51 (1952) de Roberto Rossellini.

Desde el otro lado del mundo, en todo sentido, Hong Sang soo también registra su nueva película What Does that Nature Say to You (2025) con una calidad de imagen alejada de todos los parámetros actuales. Y se trata de una elección, no de una necesidad. Las películas recientes del coreano, detrás de sus parlanchines guiones y personajes, esconden una cualidad visual de una modernidad inesperada. Quienes descartaron In the Water (2023) nunca entendieron que Hong no es, simplemente, un hábil guionista, sino un artista que no en vano citó a Marcel Duchamp en uno de los títulos de sus primeras obras. En What Does that Nature Say to You un joven poeta de bigote y auto viejo (dos pecados en la sociedad coreana) quien además se gana unos pesos grabando casamientos (¿será con la misma cámara que usa Hong?) conoce a la familia rica de su novia durante todo un día en donde, finalmente, el alcohol se hará presente de una forma que se lo extrañaba en las últimas obras del coreano, es decir, en grandes y excesivas cantidades. A saber: makgeolli, vino tinto y licor. En ese orden.

Radu y Hong demuestran que no hace falta tanta luz para iluminar al mundo. El resto sigue grabando en 32K.

3. Richard Linklater está en tal estado de gracia que incluso partiendo de una de las peores ideas narrativas: una noche en un espacio cerrado varios personajes reales se encuentran y hablan y hablan… crea una película inteligente y triste como su héroe principal. Blue Moon (2025) está centrada en Lorenz Hart, letrista de canciones como la que le da su título a la película y, entre otras, My Funny Valentine, Bewitched, Bothered and Bewildered, nada mal. En esa noche infausta, al pobre y petiso Hart (Ethan Hawke enanizado como Guillermo Francella en aquella nefasta película), verá su corazón roto, su carrera profesional cayéndose a pedazos, pero también tendrá tiempo de darle la idea para su libro Stuart Little (más tarde convertida en la película que todos vimos) a E. B. White, decirle al director Arthur Hiller que nunca escriba una “love story” y proponerle a su (ya no) eterno colega Richard Rodgers un musical sobre Marco Polo que incluye canciones sobre caníbales, y que nunca llegará a realizar ya que la muerte lo espera a la salida de ese bellísimo bar en donde transcurre la historia. Lorenz Hart era petiso, bastante poco agraciado si hablamos de belleza heterogénea, bisexual, extremadamente inteligente, amante de todo lo bello y, a la vez, una de las personas más tristes del mundo, como nos cuenta uno de los épigrafes con los que comienza Blue Moon. Imposible no pensar en Truman Capote, un autor tan chismoso como estas crónicas y a quien, ya que estamos de paso, dedicamos este texto.

4. Lo que no sabíamos cuando vimos las primeras películas de ese movimiento (por decirle de alguna manera) denominado Mumblecore, es que las mayoría de los asociados a ese sello solo realizaban películas de esa manera porque era lo que tenían a mano y no como una forma alternativa a las narrativas y producciones más mainstream (y caras). Lo que ellos querían, al menos algunos, era hacer películas enormes sobre muñecas hegemónicas y animales parlanchines de Disney. Otros quedaron olvidados en el pasado, o trabajando detrás de colegas tanto más jóvenes como exitosos.

Mary Bronstein dirigió Yeast, actuación de Greta Gerwig, en el año 2008 y luego solo supo aparecer en algunos títulos de directores amigos y un corto dirigido en colaboración con Amy Seimetz y Ronald Bronstein, quien también comparte con Mary, entre otras cosas más personales, la rareza de haber dirigido solo una película, en este caso una obra maestra como Frownland (2007), para luego abandonar la dirección pero no el cine, ya que con el tiempo se transformaría en una especie de padrino de los hermanos Safdie. Basta ver las dos películas mencionadas de los Bronsteins para darse cuenta de dónde viene el estilo que los Safdie terminaron de perfeccionar en el díptico Good Times (2017) y Uncut Gems (2019). Pero volvamos a Mary Bronstein y su retorno como directora con If I Had Legs I’d Kick You (extraño título que recuerda al No tengo boca y debo gritar, del cuento de Harlan Ellison) y que, a pesar de las distancias, funciona como continuación natural tanto de Yeast como de Frownland. Y de esos nervios urbanos de los mencionados hermanos. La película está protagonizada por Rose Byrne, en una de esas actuaciones tan intensas como divertidas, y nos cuenta la historia de una psicóloga, pero también madre y ama de casa, que debe lidiar con la extraña aparición de un agujero en el techo de su hogar mientras su marido está en un viaje de trabajo. La película se torna por momentos pesadillesca y fantasiosa, y esos son sus peores momentos, pero verla a Byrne siempre al borde  de una ataque de nervios, una verdadera mujer bajo influencias (varias) hace que el viaje tremendo que es If I Had Legs I’d Kick You se haga por momentos disfrutable, a pesar de ciertas escenas de una crueldad tan innecesaria como exageradas y que son la marca de agua del cine actual. Conan O’Brien como un colega de la protagonista le da un tono de comedia romántica fallida (que nunca ocurre, pero ahí está) y demuestra que no solo es un comediante talentoso. Los tiempos cambian y hoy en día, luego del suceso de La sustancia (2024), una película como esta encuentra la posibilidad no solo de ser producida, sino también de formar parte de la competencia oficial de un festival como la Berlinale. La escena en la que el personaje, y la actriz, se enfrentan a un mar bravío, una y otra vez, quedaron como uno de los verdaderos momentos de puro placer cinematográfico del festival. 

5. Hasta aquí llegamos en esta nueva entrega. Nos queda una entrega más, quizás dos, pero ya en horas nomás se entregan los premios que le pondrán el punto final a esta renovada edición del festival alemán. Los primeros rumores solo traen malas noticias y mencionan a Michel Franco como ganador de uno de los premios importantes, y también a la película brasilera. La Argentina estuvo representada por El mensaje (2025) de Iván Fund, una historia sobre personajes nómades a la deriva y a la intemperie. Fund, junto a Hong y Jude, fueron una parte de la competencia que aún cree, y lo demuestran en sus obras, que el cine puede ser otra cosa, algo más humano y accesible. ¿Qué decidirán los jurados? Vaya uno a saber. 

Nos volvemos a ver una vez que el palmarés ya haya sido entregado y, espero, podamos hablar sobre las ganadoras y algunas otras cosas que ocurrieron en la nevada Berlín.

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