1. Los primeros rumores que circularon promediando el festival hacían temer lo peor sobre el palmarés de esta nueva edición de la Berlinale. Sin embargo, las cosas no fueron tan malas. O no en relación a las películas que participaron en la Competencia Internacional. Un grupo de películas que, no llegué a verlas todas, aclaro, solo dejaban en evidencia las diferentes maneras de entender el cine y las formas de producción. No solo de sus realizadores, sino también de parte del nuevo equipo de programación del festival.
Por un lado, obras artesanales que, más allá de los gustos y preferencias, mostraron que aún pueden existir obras que escapan de los clichés narrativos de siempre y se encargan, cada uno en su particular manera, en mirar al mundo, realizadas técnicamente al borde de lo que la industria del cine considera que deben ser, y verse, las películas. En ese grupo estuvieron Hong Sang soo, Radu Jude e Iván Fund.
Y por el otro, películas que demuestran que el cine sigue estancado en un pasado que, a pesar de las actualizaciones formales, se sigue repitiendo una y otra vez como si se trataran de productos diseñados para una industria que, en verdad, ya no parece existir. De esta banda, nunca mejor dicho, formaron parte: Michel Franco, Gabriel Mascaro, la debutante Rebecca Lenkiewicz y Huo Meng.
También hubo, quizás, un tercer grupo con títulos que compartían elementos de los dos mencionados anteriormente. Películas que tienen una fuerte impronta autoral, pero “aumentadas” a partir de la presencia de figuras conocidas y momentos en sus historias que parecían marcar el casillero de aquello que Nani Moretti denunciaba en Lo mejor está por venir (Il sol dell’avvenire, 2023) como las escenas “What the fuck!”, esas escenas o secuencias que parecen no responder a nada de lo que veníamos viendo, excepto a las necesidades de sacudir a la audiencia en estas épocas de poco poder de concentración del público. (Un breve comentario sobre esto último: mirar el celular en el cine durante una función y votar a la derecha tienen algo en común: nadie lo hace. Y sin embargo…). Aquí podríamos ubicar el retorno de Mary Bronstein y Lucile Hadzihalilovic.
No vi la película que se quedó con el Oso de Oro, pero no por esa vieja maldición que suelen tener los críticos de perderse la ganadora, sino que la evité luego de ver las dos películas anteriores (que completan una especie de trilogía) del director Dag Johan Haugerud: Sex (2024), Kjærlighet (Love, 2024) y Drømmer (2025), y que en las publicaciones del festival aparece con el título en inglés como Dreams (Sex Love), como para recordar que las otras películas, realizadas apenas hace un año, existen realmente. Los motivos por los cuales estos títulos formaron parte de festivales tan grandes como la Berlinale y Venecia es algo que se escapa de mi comprensión, o solo se explica por la fuerza de ciertas empresas de ventas o el poder del instituto de cine noruego. El director de un festival latinoamericano, Argentina también es latinoamérica, me las describe, a las tres, como un grupo de personajes que van de un lado para el otro, siguiendo un guión escrito por IA, pero en el que en verdad no ocurre absolutamente nada. (La acusación a ciertos guiones de parecer escritos por IA es durísima, pero en verdad es algo viene ocurriendo incluso antes de la existencia de dicho software, o como se lo denomine). ¿Por qué habrá sido de la preferencia de Todd Haynes, y supongo que de alguno de los otros miembros del jurado, una película como Drømmer y no Blue Moon (2025) de Richard Linklater cuando esta última incluso comparte elementos con su cine? Se suele decir que los buenos directores siempre, o casi, son malos jurados y viceversa. También se puede argumentar que los directores también sufren de ese sentimiento llamado envidia, como cuando los hermanos Coen dejaron con las manos casi vacías a Carol (2015) en la edición del festival de Cannes de ese año, para otorgarle la Palm D’Or a una película menor y olvidable como Dheepan (2015) de ese personaje tan en moda, por cuestiones ajenas al cine (ajenas al cine como su filmografía) conocido como Jacques Audiard. Nadie en su sano juicio volvió a ver Dheepan, y eso quizás también ocurra con la ganadora del Oso de Oro de este año.
En cuanto a Blue Moon, aunque ya hablamos previamente, hay que decir que se trata de una excelente representante del cine mainstream norteamericano, es decir: cine popular. Un cine sostenido en el guión y el encanto de sus actores. Un tipo de obra que en festivales como la Berlinale, suelen ocupar otros espacios, la sección Panorama o cosas por el estilo. Y esto es algo que se le agradece a la nueva gestión.
Para despedirnos de los premios, pura timba cinéfila, hay que decir que el verdadero aporte del jurado fue una ausencia: la de Michel Franco y su película Dreams (2025), título que luego de ser rechazado por Cannes y Venecia recaló en Berlín para irse con las manos vacías, un destino menos doloroso a los que el director suele aplicar a sus sufridos protagonistas.
2. La sección Perspectives, que (de alguna manera) reemplazó a la sección Encounters, permanece como una buena idea que no llegó a concretarse. Armar una competencia con óperas primas es una búsqueda que vale la pena, sin embargo la mayoría de las seleccionadas más que primeras películas parecían las obras de directores con una larga trayectoria u obras de productores que contrataron a jóvenes ambiciosos recién salidos de la universidad para dirigir el proyecto. Me refiero a títulos como Minden Rendben (Growing Down, 2025) de Bálint Dániel Sós o Mit der Faust in die Welt schlagen (Punching the World, 2025) de Constanze Klaue. Queda la dolorosa certeza de que encontrar quince primeras películas que, además, sean estrenos mundiales es algo imposible, incluso para festivales poderosos y con las herramientas de Berlín y Rotterdam. Habrá que ver qué pasa en las próximas ediciones y si tal búsqueda, finalmente, da sus resultados o se transforma en un capricho más de la dirección artística del festival.
3. Ante la creación de la sección competitiva Encounters, creada por el antiguo equipo de programación y dedicada a obras más arriesgadas y que por lo tanto no se animaban a programar en la Competencia Internacional, no fueron pocos los que argumentaron, yo incluido, que esto le quitaba títulos al mítico Forum. Pero este año quedó demostrado que los problemas del Forum son más profundos que quedarse sin algunos títulos de nombres reconocidos. La selección completa de este año, bastante extensa, parecía nutrida por obras tan irregulares como olvidables y documentales con “temas importantes” pero de una pobreza cinematográfica notable como Holding Liat (2025) de Brandon Kramer, título que resultaría ganador al premio de mejor documental, al igual que el año pasado lo hiciera No Other Land (2024), algo que deja en claro que hoy al cine lo que menos se le exige es cine, ya que, no como antes, hoy ocurren cosas mucho más importantes.
También el Forum se lleva el mérito de haber programado una de las peores películas que se hayan visto en los festivales de cine de los últimos tiempos: What’s Next (2025) y sus ridículas imágenes creadas por IA demuestran la confusión que existe en esta sección. Su autora, la china Cao Yiwen, es declarada en este sencillo acto como la Ed Wood del cine “moderno”.
Pero para terminar, una nota de esperanza ya que también fue el Forum la sección que le dio lugar a dos de los grandes títulos de esta edición del festival y en ambos casos de la manos de dos notables ancianos: James Benning con su Little Boy (2025), una especie continuación de American Dreams (Lost and Found) (1984) y Restitucija, ili, San i java stare garde (Eighty Plus, 2025) de Želimir Žilnik, ambas películas nos demuestran que la vieja guardia aún sigue activa y mucho más actuales y comprometidas con el mundo en el que vivimos que las jóvenes promesas. Sobre estos dos títulos, seguramente, volveremos próximamente.
4. A modo de cierre, una lista con las mejores películas vistas en estos días, dejando de lado las retrospectivas y, aunque nadie me lo haya pedido, mi posible palmarés. Empecemos, entonces, por esto último.
Mi palmarés alternativo:
Oso de Oro: Blue Moon (Richard Linklater)
Gran Premio del Jurado: Kontinental’ 25 (Radu Jude)
Premio del Jurado: El mensaje (Iván Fund)
Mejor Director: What Does that Nature Say to You (Hong Sang soo)
Actor protagónico: Rose Byrne – If I Had Legs I’d Kick You
Actor secundario: (ex aequo) Bobby Cannavale (Blue Moon) / Conan O’Brien (If I Had Legs I’d Kick You)
Guión: La cache (Lionel Baier)
Contribución artística: Reflet dans un diamant mort (Hélène Cattet, Bruno Forzani)
A continuación, y ya a modo de despedida, una lista de buenas películas (algunas más discutibles que otras) vistas en esta edición, sin incluir retrospectivas, títulos estrenados previamente y los ya mencionados en estas notas. Sin orden de prioridad, acá van:
Je n’avais que le néant – “Shoah” par Lanzmann (Guillaume Ribot)
Le rendez-vous de l’été (Valentine Cadic)
Bajo las banderas, el sol (Juanjo Pereira)
Paul (Denis Côté)
Evidence (Lee Anne Schmitt)
Space Cadet (Eric San – aka: Kid Koala)
Mad Bills to Pay (or Destiny, dile que no soy malo) (Joel Alfonso Vargas)
Peter Hujar’s Day (Ira Sachs)
Maya, donne-moi un titre (Michel Gondry)
Mientras armo esta última lista me doy cuenta que ni siquiera puedo llegar a los diez títulos, lo cual dice algo sobre la programación. Descubro que me ocurre lo mismo que al personaje protagonista de mi película favorita del festival, la cual volvería a ver ahora mismo, Reflet dans un diamant mort, vivo en una fantasía, creyendo que se trata de la realidad. Pero, parafraseando a la recordada Norma Desmond, debo decir que no soy yo, son los festivales los que se han empequeñecido.
Aquí terminan estas crónicas de la Berlinale. Muchas gracias por la compañía.