SIN MIEDO AL RIDÍCULO
Esto es, en el fondo, una defensa de una película (muy) fallida. Podrá sonar exagerado, pero la diferencia entre la película que muchos consideran la peor del año y cualquier otra contemporánea que alcance las nueve cifras de presupuesto es, sencillamente, inexistente: ninguna profesa un cuidado por la forma, tampoco preocupación por lo narrativo y mucho menos exploraciones interesantes sobre las personas detrás de esos extravagantes maquillajes y trajes. Pero por lo menos esta adaptación del popular videojuego no pretende que el espectador tenga un Doctorado en historias preexistentes para disfrutar de un mínimo espectáculo, por más aburrido que sea. Donde la película de Eli Roth se diferencia de las demás de forma llamativa es en su ubicación en una tradición de cine de acción que parecía obsoleta. A fuerza de una plena fe en lo ridículo, Borderlands se define como una película deudora de esos largometrajes directos a video de los ochentas (y también de esos resabios imposibles de los noventas), pero repleta de esteroides y caras famosas. Sí, igual que las otras que compiten en la cartelera, pero de manera consciente. A pesar de esto, no le alcanza para funcionar por sí misma. Un rápido vistazo a cualquier escena -no hace falta verla en su totalidad, con el tráiler o algún recorte basta- nos brinda una prueba desesperante de lo que es necesario para hacer una película hoy en Hollywood: ni una historia bien contada ni una visión personal de mundo; todo lo que hace falta es una serie de guiños a la cultura popular y ya. Esta problemática alcanza a Deadpool & Wolverine y también a MaXXXine, dos extremos que creíamos antagónicos.
Las aventuras de Borderlands se sitúan en un planeta llamado Pandora. Por si no quedaba claro con su diseño, los personajes nos confirman en torpes diálogos que se trata de un mundo caótico y en las últimas. Allí, y haciendo honor a su título de cazarrecompensas, Lilith (una despreocupada y excelente Cate Blanchett) aterriza con el objetivo de realizar una búsqueda del tesoro junto a su grupo de mercenarios. Eso es la película; ni más, ni menos. La simpleza de su premisa es contradictoria con lo ampulosa de su puesta y su construcción se encuentra en las antípodas de la lógica de un videojuego. Además, como si se tratase de un requerimiento de las estrellas contratadas o simplemente una instancia mediática que permite el corte de clips y su posterior uso para en reels o tiktoks, cada uno de los personajes tiene su presentación colorida, su minuto para brillar y sus remates hilarantes. Esos momentos, donde la película se parece más a la Suicide Squad de Ayer que a las explotation que proliferaron en Australia después de Mad Max, le regalan argumentos a aquellos que están hace semanas destruyendo a una película que no se merecía ni buscaba tanta atención.
No será la película más efectiva del año, pero Eli Roth toma una decisión poco común entre sus colegas: prefiere mostrar la alegría de la aventura, sin minimizar los riesgos y las consecuencias de la misma. A pesar del hecho de que Borderlands sea un festival de creaciones digitales (ya no sería descabellado pensar a todo este género, aún sin nombre y que reúne acción/superhéroes/videojuegos, como una ramificación de la animación), es fácil distinguir que el cine del creador de Hostel es uno fuertemente aferrado al pasado y que busca refugio en la celebración de una cinefilia incomprendida y curiosa, que ama más allá de las imperfecciones. Analizando el título, la película se entiende como una declaración de principios y una muestra de la autoconciencia de Roth, un romántico de ese cine al que nadie quiere revisitar. ¿Alguien redescubrirá Borderlands? El tiempo dirá.
(Estados Unidos, Hungría, 2024)
Dirección: Eli Roth. Guion: Joe Crombie, Eli Roth. Elenco: Cate Blanchett, Kevin Hart, Edgar Ramirez, Jamie Lee Curtis, Ariana Greenblatt. Producción: Alexandra Added, Avi Arad, Christopher Blasko, Erik Feig, Asha Joseph. Duración: 112 minutos.