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CRÍTICAS - CINE

Sólo una mujer (Nur eine frau)

(Alemania, 2019)

Dirección: Sherry Hormann. Guion: Florian Oller. Elenco: Almila Bagriacik, Rauand Taleb, Merve Aksoy, Aram Arami, Selin Dörtkardes. Producción: Sandra Maischberger. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 92 minutos. 

LA MUJER PÚBLICA

Sólo una mujer es la historia de muchas mujeres representadas en Aynur Sürücü, una mujer turca-alemana asesinada por uno de sus hermanos en Berlín a principios de 2005. A riesgo de ser vilipendiado por los fanáticos de “me spoileaste la película”, hay que mencionar que este femicidio es lo primero que se narra al comenzar el relato y es así que partimos desde ese final para entender lo sucedido, o al menos para conocer la corta vida de Aynur. A sus 16 años su familia arregla un casamiento con su primo, en lo que se entiende como parte de la tradición kurda, para que ambos vivan en Estambul. Poco tiempo transcurre para que Aynur (embarazada) escape de una convivencia tóxica y violenta, pero su refugio, de vuelta en Berlín, será el inicio de una pesadilla. De regreso en su casa paterna (y el sintagma aquí no es azaroso) la convivencia con sus hermanos y hermanas se vuelve insostenible por la indiferencia y la marginación espacial, tanto para ella como para su hijo recién nacido. Por una costumbre kurda, ella necesita la autorización de su padre para abandonar la casa familiar y vivir sola en otro lugar. No tardará mucho para que una situación particular la obligue a mudarse, aunque su padre no se lo permita. Allí comienza un  nuevo ciclo: su vida como occidental, su vida como “alemana”. 

La película maneja tres niveles: el de la narración ficcional, el de la incorporación de material de archivo y el de la voz en off casi omnipresente. En los dos últimos niveles está la idea de refuerzo, sin embargo se trata de una historia que tiene los elementos y la fortaleza necesaria para ser narrada a partir de una reconstrucción ficcional clásica. Cierto didactismo hace que también la película elija el andarivel del telefilm algo rancio. La forma contamina una historia que merece conocerse. Si bien la actuación de su protagonista (debut de Almila Bagriacik) sostiene toda la carga emotiva, la muñeca de la directora Sherry Hormann no muestra el pulso preciso para balancear la veracidad y las facultades que tiene el cine para contar un relato. Cuando el curso de los hechos parece encontrar una salida del hermetismo dramático surge una voz en off para acomodar todo en un orden casi escolar, porque no existe peor voz en off que la que relata lo que se ve, es decir una suerte de estéreo de información por dos canales. Podría surgir, más allá de estas torpezas retóricas, una pregunta válida: ¿Es más importante la historia? o ¿Es importante cómo está contada la película? ¿Le importa a un espectador poco cinéfilo si la voz en off está bien utilizada? Puede haber una aproximación a una respuesta: la historia siempre aparece en el primer plano de la recepción, la forma es un paquete que puede ser más conservador, más estrafalario, o bien equilibrado. En Sólo una mujer las tres maneras aparecen: el plano-contraplano, el uso de fotos fijas montadas de modo secuencial para componer una situación y la cámara que parece no estar allí. La mezcla de Hormann en la formalidad visual desconcierta, molesta y hasta opaca esta historia tan cargada de aristas, que no solo circundan la sustancia de un femicidio icónico para el mundo musulmán en occidente sino que también bordean el nuevo terrorismo post 11 de Septiembre, las tradiciones familiares y, sobre todo, el odio a que otro pueda ser feliz por fuera de una estructura marcada a fuego desde su propia concepción. 

Quizás el mayor mérito de Sólo una mujer sea el riesgo asumido de arrancar por un final para desarmar desde allí una historia imposible de comprender, a menos que se advierta que se trata de hechos reales. El sabor amargo de un final anticipado tiene su toque dulce en la representación icónica que se ha erigido a partir de este “crimen de honor” y que significa un acontecimiento en la dinámica vetusta de las familias musulmanes; dinámica que oprime a la mujer obligándola a llevar una vida miserable fundamentada en creencias religiosas y que tristemente se transmite de generación en generación. En Alemania, dentro de la comunidad musulmana, el asesinato de Aynur es el emblema de las mujeres que exigen igualdad de derechos. Lo frustrante es que, más allá de la puesta en conocimiento sobre el tema que pueda hacer la película, poco de cine deja la experiencia de ver Sólo una mujer. Es probable que, en estos tiempos, el relato reconstruido de un femicidio que marcó un antes y un después sea más valioso que un puñado de valores cinematográficos ausentes, al menos para el grueso del público.  

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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