EN EL FINAL ESTÁ EL COMIENZO
CODA es una sigla; significa “Child of Deaf Adults” (hijo/a de un adulto sordo). Además, es la definición de lo que es el último movimiento en una pieza de música clásica. Una tercera acepción para el título se relaciona con la sustancia y el tono de la película; una feel good movie, lo que los estadounidenses definen como “una película para sentirse bien”. Entre esas tres posibilidades se maneja esta remake de la francesa La familia Bélier (2014), aquí como un producto de Apple TV que se erigió como la mejor película del último Festival de Sundance, donde tuvo una gran repercusión. Cierto es que ese festival ya no configura un parámetro, ni siquiera de lo indie que sí, en sus comienzos, parecía moldear.
La historia es la de una familia sorda: mamá, papá y un hijo mayor pero con una hija que sí escucha, y que desde que aprendió a hablar se transformó, inevitablemente, en la intérprete de los tres. Ella es Ruby (Emilia Jones) y está en el último tramo de la secundaria, a punto de encontrar un camino posible dictado por el canto. Desde el plano que abre la película sabemos que cantar es lo que más la entusiasma, y es en esa presentación donde se aprecia cómo confluyen las tensiones de su vida: su pasión y el mandato familiar. Ese mandato es la pesca, negocio familiar que, además, peligra por una situación de cambios en la dinámica con los compradores. Frank (Troy Kotsur) y Jackie (Marleen Maitilin, la ganadora del Oscar por Te amaré en silencio) son los padres de Ruby, que la acompañan a pesar de las diferencias, las cuales no solo se presentan por las brechas generacionales sino también por lo natural, en la incapacidad de apreciar la pasión que la moviliza. En un diálogo, Ruby le dice a su mamá que el docente del taller de coro quiere promoverla para una beca en Berklee y ella le contesta: “¿Pintarías si yo fuera ciega?” En esos espacios grises la película se permite moverse sin el corsé de los estereotipos. Más aún, si pensamos que los tiempos actuales de la corrección política (en un segundo plano) también son los culpables de reconfigurar las ficciones para que todo tenga un etiqueta de antemano, que nos indique quiénes son los buenos y quiénes son los malos.
La fórmula de un personaje que crece en cámara es el contorno de Coda, pero el aura de singularidad en la construcción de los personajes -a pesar de ser una remake- es la principal fortaleza, que se amalgama con la solidez de un montaje pertinente sin tiempos muertos innecesarios ni subtramas que no sean una ramificación unida a la historia principal. La británica Emilia Jones -de voz suave y atractiva- se presenta como un personaje posible y verosímil dentro de este mundo. Muy distinto hubiera resultado que su papel lo interpretara una cantante, incluso de mediana popularidad, ya que no tendríamos un hilo que marque la distancia entre ficción y realidad. En los miedos que su Ruby debe afrontar, en la decisión interna de “abandonar” a su familia para perseguir sus sueños, hay un sutil trabajo de su recreación. En su performance equilibrada, que apenas bordea el sentimentalismo, está la representación tonal de una película que nunca cae en la tentación dejarse caer sobre la pereza lacrimógena de soliloquios ni de clips para el Oscar. Aún así, el rumor de candidaturas para ese premio ya se empezó a correr.
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Guion, dirección: Siân Heder. Elenco: Emilia Jones, Troy Kotsur, Daniel Durant, Marlee Matlin, Eugenio Derbez. Producción: Philippe Rousselet, Fabrice Gianfermi, Patrick Wachsberger. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 111 minutos.