“Qué manía de acordarte de cada dato estúpido que tenés”
En Angélica (2019), la decisión técnica de usar tanta oscuridad en la fotografía distrae desde las primeras escenas. Es innegable la sugerencia simbólica de que estamos frente a las dualidades psíquicas de la protagonista quien da nombre a la obra y es interpretada por Cecilia Rainero.
En ese sentido, las locaciones están aprovechadas para simbolizar sus conflictos con el entorno. Se instala a escondidas en la casa de la difunta mamá y es a quien Angélica más recuerda. Si soñara dos veces con mamá, me volvería loca”, dice Amalia (Andrea Garrote). La insistencia visual en los claroscuros ejemplifica la dualidad de Angélica tanto como la otra manera que tiene su hermana para llamarla: Ángel.
Su aislamiento se muestra no solo en el trabajo del dp Iván Gierasinchuk. Los montajistas Delfina Castagnino y Andrés P. Estrada, y los diseñadores de sonido Federico Esquerro y Esteban Golubicki plantean un paralelismo entre las diapositivas donde Angélica varias veces ve fotos familiares y la remodelación de la casa materna. Aquí la memoria fotográfica parece la única salida equiparable a los escombros de su realidad. Pero resulta entonces contradictorio que tanta oscuridad dificulte distinguir las expresiones faciales de Raniero para hacer empatía con su desesperación.
Y desde otra perspectiva, ¿sigue siendo oportuno que una obra, dirigida por una mujer, tenga una protagonista tan minimizada por su entorno hasta el punto de dejarla en la soledad absoluta, una locura que la lleva a cometer dos asesinatos y suicidarse? Incluso si no entendemos aquí el suicidio de forma literal, atendamos a estas reiteraciones tan extremas.
Tales preguntas están planteadas no desde la obligación de que las realizadoras solo deban retratar a mujeres independientes, aguerridas y coherentes ante un bien mayor. Pero en años recientes Silvia (2019) y The Nightingale (2018), por poner dos ejemplos arbitrarios, retrataron procesos complejos de filiaciones maternas donde las protagonistas salían un tanto mejor paradas de traumas profundos.
Claro que tampoco el proceso creativo particular de cada realizador, sea hombre o mujer, progresa de la misma manera. Y tampoco debe hacerlo. La convulsión anímica de Silvia en la ópera prima de María Silvia Esteve termina en catarsis. Los traumas de Clare en The Nightingale, segunda obra de Jennifer Kent, se resuelven con la venganza.
Entonces, uno se pregunta por qué en Angélica, segunda obra de Castagnino como directora, el suicidio simbólico o literal no soluciona la feminidad traumada, mínimamente por contraste. Incluso visto desde este lado resulta contraproducente que la fotografía tienda a encubrir el rostro de la protagonista y que además la entonación del elenco acentúe tanto la violencia ya presente en los diálogos, sin siquiera un atisbo de complicidades momentáneas con su alrededor.
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(Argentina, 2019)
Dirección: Delfina Castagnino. Guion: Delfina Castagnino, Martín Feldman, Agustina Liendo, Martín Mauregui. Elenco: Andrea Garrote, Antonio Grimau, Cecilia Rainero, Diego Cremonesi. Producción: Alejandro Israel. Duración: 103 minutos.