The Prom (2020) permite reflexionar sobre la naturaleza consciente e inconsciente de la ridiculez. “¿Hay alguna otra forma de sobrevivir sin ser ridículos?”, se preguntaba Annabell Manjarrés Freyle en su ensayo Sobre la ridiculez. Y a pesar de los escasos estudios sobre el género musical, acordemos que es junto con el melodrama el género que aprovecha mejor el ridículo por su absurdo y extravagancia. Y la escasa oferta de musicales en el cine contemporáneo en contraste con décadas pasadas, podría engañarnos con que hoy en día sobrevivimos siendo menos ridículos que en los años dorados del género en medio de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
Antes de escribir sobre la tercera obra para el cine de Ryan Murphy, abordemos brevemente la ridiculez. La definición de lo ridículo redunda en precisar las gradaciones de algo intrínseco al ser humano, destaca Gustavo Adolfo Bécquer en su genial artículo “La ridiculez” estructurado en frases breves. La primera de ellas señala: “La ridiculez es un accidente moderno en la historia de las costumbres”. Llevada esta reflexión al cine, el arte moderno por excelencia, en géneros como la acción, el terror, el western o el suspenso; se exageran elementos para efectos narrativos o estéticos pero el protagonista supera el peligro o es superado por este.
En contraste el musical, la comedia y el melodrama exageran ciertos efectos para alcanzar así la catarsis. Aquí los obstáculos se aceptan, y si se superan, a fin de cuentas más importa la música y el espectáculo. Si en el drama, el western, el terror o la acción, el protagonista los enfrenta para sobrevivir; en estos el gag, el número musical y la escena trágica ensalzarán aspectos que de otra manera son implausibles. Si hay una salvación ahí, es la de ese instante inspirador del protagonista que nos lleva a la risa o el llanto en medio del caos.
En particular el género musical tiene algunos rasgos más extravagantes con respecto a otros. Los más evidentes son el canto y el baile sorpresivos de los protagonistas en medio de circunstancias desesperadas o desaventajadas para ellos. En la doble nominada al Globo de Oro, DeeDee Allen (Meryl Streep), Barry (James Corden), Trent (Andrew Rannells) y Angie (Nicole Kidman) son un grupo de veteranos actores atacados por la crítica y la desidia de sus últimas apariciones en Broadway. No se les ocurre una mejor idea que viajar a Indiana para ayudar a Emma (Jo Ellen Pellman) por un ataque de homofobia en contra de ella que se hace viral en las redes sociales. Para ayudarla y ganarse ellos una reputación caritativa, emprenden un viaje con sus atuendos brillantes y sus privilegios excesivos como estrellas.
La irregularidad de la película viene cuando la gracia actoral del cuarteto protagónico y sus números musicales contrastan con la pacatería juvenil de la pareja lésbica y los conflictos homosexuales en la infancia de Barry. Canciones como “Changing Lives”, “Not About Me” “Zazz” y “Tonight Belongs to You”, compuestas por Matthew Sklar, poseen humor y ritmo contagiosos con los que aprovechan para burlarse de cómo funciona el negocio teatral y el ego de los actores. En cambio, “Just Breathe”, “Dance with You” y “Love Thy Neighbor”, cantadas y bailadas en gran parte por el elenco juvenil, resultan inconsecuentes porque no logran sacar de la escala micro los conflictos de Emma y Alyssa (Ariana DeBose), su novia, para ir juntas al baile de graduación. Además la falta de gracia en la música empeora con el exceso de cortes del montaje y una cámara inquieta que distrae la mirada por grabar las escenas de baile más en primeros planos que en planos generales.
Ante esa contradicción temática y técnica, los dramaturgos Bob Martin y Chad Beguelin quienes adaptaron su obra de 2016 a la pantalla, optan por los extremos de la ridiculez: se quedan al margen de solo mostrar una injusticia social mientras guiñan y homenajean clásicos del género interpretados por estrellas excéntricas. Así queda en evidencia la destreza actoral y el espectáculo mientras quien debería ser la protagonista queda opacada por su inocencia. Más nos marcan la picardía interpretativa de Kidman o de Streep que la tímida liberación de Emma precisamente porque sus canciones carecen de chispa y su ingenuidad pasa por pacata, si bien Pellman se apropia de su rol.
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(Estados Unidos, 2020)
Dirección: Ryan Murphy. Guion: Bob Martin, Chad Beguelin. Elenco: Meryl Streep, James Corden, Nicole Kidman, Kerry Washington, Tracey Ullman, Mary Kay Place. Producción: Adam Anders, Dori Berinstein, Bill Damaschke, Alexis Martin Woodall, Ryan Murphy. Duración: 130 minutos.