(Estados Unidos, 2018)
Dirección: Travis Knight. Guion: Christina Hodson. Elenco: Hailee Steinfeld, Jorge Lendeborg Jr., John Cena, Jason Drucker. Producción: Michael Bay, Tom DeSanto, Lorenzo di Bonaventura, Don Murphy, Mark Vahradian. Distribuidora: UIP. Duración: 114 minutos.
Esta nueva entrega sobre los transformers, que afortunadamente no está dirigida por Michael Bay sino por Travis Knight (más ligado al mundo del cine de animación), es una especie de precuela en donde nos cuentan cómo llegaron los autobots a instalarse en el planeta Tierra: Cybertron está en guerra, los Decepticons luchan contra los Autobots, y, para proteger a los suyos, Optimus Prime envía a Bumblebee a buscar refugio en un nuevo planeta adonde los demás lo seguirán cuando el robot amarillo encuentre un lugar indicado y lo proteja.
En esta película, entonces, vemos los primeros pasos de un transformer en estos pagos y presenciamos, además, cómo Bumblebee pierde la voz es y también cómo adquiere la forma del beetle amarillo que será, tiempo más tarde, descubierto por Charlie (Hailee Steinfeld), una adolescente que vive en San Francisco. Ella es quien bautiza al robot con su conocido nombre y ambos forjan una amistad que, por momentos, se asemeja no solo a la de E.T. (película a la que esta, de una u otra forma, cita) sino también a la de un amo con su mascota (aquí Bumblebee tiene bastante de perro, y eso es lo más flojo del relato).
Estamos en los 80 y la película hace bastante alarde de la temática cultural ochentosa. No solo en los clarísimos gustos musicales de la chica, sino también en los programas de televisión que ve su familia (Alf, por ejemplo) o en las películas que ella tiene en VHS (The Breakfast Club, también citada en varias partes del relato). Por momentos, esto parece una especie de Adventureland mucho más bruta, aunque no por eso mala. Bumblebee es adorable, y lo mejor es que se aleja de las cinco películas de Bay, donde el CGI no genera mucho más que una montaña rusa de metal comprimido y uno termina mareado entre tanta parafernalia de hojalata contra hojalata.
En esta película no está la dama escultural y despampanante (que tanto le gustaba a Bay a la hora de crear personajes), está la chica-heroína, la chica más de verdad. Esa es Charlie y tiene 18 años, dato que le da un toque muy importante al relato, imprimiéndole una personalidad. Sí, por momentos demasiado ingenua pero, principalmente, una personalidad adolescente (con todo lo que ello implica). Bumblebee sueña, sufre y siente mientras narra, y parece que eso es algo que siempre le faltó a la saga de Transformers: ser más humana. Por eso el film de Knight elige partir de la etapa etaria más crítica de un ser humano y, desde allí, acompañar con un humor que funciona y que va de la mano de ese tono adolescente que casi siempre está en la medida justa. Es cierto que, de a ratos, casi todo lo que pasa alrededor de Charlie es aniñado e ingenuo pero la película no se toma esto muy en serio sino que lo presenta con risa y algo de ternura, sin burlarse pero casi como, adrede, queriendo desbordar de emoción. Y es que en el fondo toda ciencia ficción tiene algo de mágico, y eso es lo que esta película se encarga de llevar de la apariencia al corazón, y del choque a la emoción, logrando un relato mucho más humano, mucho más mundano. Y, sí, mucho más centrado en sus protagonistas humanos que en sus protagonistas extraterrestres (principal crítica de muchos fanáticos de Transformers).
Sin embargo, aunque la relación entre este autobot roto y esta chica rota sea un poco literal, resulta hermosa. Porque mientras se arreglan entre sí, sucede que nos entretienen, nos emocionan y nos recuerdan lo buena que está la amistad. Y también sucede, claro, que hay algo de lucha, porque vuelven los Decepticons y entonces intervienen los humanos pero, sobre todo, los humanos adolescentes. Ahí es donde entra Memo (Jorge Lendeborg Jr.), el vecino de Charlie, quien hace tiempo quiere invitarla salir pero no se anima a hacerlo. Este es un personaje al que le falta desarrollo pero que rellena momentos con humor y ese toque de nerdismo infaltable en toda película de ciencia ficción. Además, Memo tiene una de las mejores líneas de la película, esa que define un poco la actitud de este relato entero: después de violar la ley, entrar en una base militar, rescatar a un Transformer, “enfrentarse” a soldados y presenciar (desde muy lejos) la pelea entre Bumblebee y dos Decepticons, Memo–algo lastimado- mira a un comandante que le cuenta que “el mundo ya fue salvado” y le responde: “¿Podés llamar a mi mamá?”. Entonces la película se enciende, porque tiene mucho de eso que aquella frase sintetiza: de personajes que no pueden solos, que necesitan ayuda sobre todo porque necesitan tiempo. Para crecer, para sanar, para aprender pero, principalmente, para encontrar su espacio y construirlo como mejor les salga, ya sea a base de canciones, de películas, de fotos, de filmaciones caseras, de recuerdos o, incluso, de piezas de metal, pero siempre en compañía de seres (humanos o no) que vuelvan grato ese proceso.
© Josefina García Pullés, 2018
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