(Argentina, Italia, Suiza, 2017)
Guion, dirección: Daniele Incalcaterra, Fausta Quattrini. Fotografía: Cobi Migliora. Distribuidora: Cinetren. Duración: 110 minutos.
No se comercializa la madre Tierra, se convive con ella.
Chaco nunca apresura la sensación de urgencia sentida mientras vemos lo que ocurre. No hay pasos en falso con el ritmo. El proceso de denuncia está precedido por la contextualización de lo que significan estas tierras para el Paraguay y el ecosistema en general. Estamos frente a un documento sobre la importancia de las tierras, sin la necesidad de un tono condescendiente ni manipulador por parte de los realizadoras.
La situación por sí sola es compleja: un hombre es dueño de unas tierras en el Chaco que están siendo deforestadas para fines lucrativos. Las convierte en reserva natural para que sea ilegal cualquier intrusión en esas hectáreas. Él además no es el único dueño de esa área. Otro hombre hizo un negocio turbiocon el propietario anterior y adquirió su parte. Lo que se viene es una batalla donde nunca se pierde el norte, aun con la amenaza de que se pierdan las tierras. En cualquier caso, el perjudicado no va a ser el dueño sino la fauna, la flora y los pueblos originarios del Chaco.
Es admirable que la película no tenga un discurso pre-escrito sobre la situación. Bastan los pasajes en los que se detiene en la naturaleza de la reserva o en cómo atiende a los diversos intentos de Daniéle por preservar algo que le es propio en la legalidad pero le pertenece al medio ambiente. El documental evita con mucha claridad lo panfletario, si bien da demasiadas vueltas con el proceso judicial para empaparnos de la situación.
Por otro lado, hay dos sensaciones que pueden ser contrastantes pero fluyen para tener una perspectiva completa de Daniéle y su búsqueda. Las tomas de desplazamientos grabados desde la parte delantera del auto brindan la impresión de que estamos en un viaje solitario y sin horizonte claro. Y las correspondencias virtuales, por Skype, entre él y sus amigos o conocidos, son un registro de consejos y apoyo a pesar de la distancia. Ambos estados, uno de movimiento y el otro de quietud, trazan un panorama sin certezas en el que podemos identificarnos porque los realizadores están aprovechando las perspectivas básicas de cualquier proceso: quien padece la incertidumbre y quienes lo acompañan. No es azaroso que muchas veces lo veamos a él frente a una computadora: es ahí donde surgen las respuestas de otros amigos o las suyas propias al proceso.La laptop se convierte en una cómplice o una confidente de su situación.
Al final, esta es una lucha de un hombre que, aun en las de perder, acude al registro que le permite una película para dar cuenta de, por un lado, los procesos ocurridos en la reserva Arcadia; y por otro, su particular camino de insistencia para salvaguardar lo que a fin de cuentas es su responsabilidad. Hay cierta postura ética que la película bordea delicadamente, sin mencionarla puesto que habría empobrecido al resultado final. Basta el empeño de los realizadores como una manera de hacerse cargo a pequeña escala de una situación grave, todavía cuando sepamos que el destino del mundo está lejos de la perseverancia de un solo hombre.
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