Un músico debes ser:
Es sabido que cuando nacemos advenimos a un mundo simbólico que está previamente constituido y que somos determinados por aquellos deseos e ideales que nuestros padres han depositado en nosotros. De ahí que nos preceda un discurso externo y ajeno, que se nos impone. De qué hagamos con aquello que heredamos dependerá nuestra posición. Son estas cuestiones las que aborda God of the Piano (2019), pelicula del director israelí Itay Tal.
Anat es una pianista de música clásica. Proviene de un linaje de músicos. Su padre ha realizado composiciones musicales, ocupa un cargo importante en la dirección del conservatorio y es un admirador del músico más reconocido en su país, Rafael Ben Ari. El patriarca tiene la premisa de que: “Hay músicos y hay técnicos”. Su hermano también es músico, pero está estancado en las mismas composiciones, sin lograr destacarse. Anat rompe bolsa en medio de un concierto. Su padre y su hermano la acompañan en auto al hospital. En el camino, el padre al volante le indica a su hijo que ponga un CD para que el bebé escuche la música, y luego del nacimiento del niño le deja como regalo un CD de Mozart para niños. Todo el foco y las esperanzas están puestas en el niño por venir, a quien esperan convertir en una suerte de niño prodigio y pianista virtuoso; que logre destacarse por un talento que ninguno de ellos ha logrado tener.
Pero pese a los exitosos controles y pruebas durante el embarazo, la vida tiene sus aspectos imprevistos y nunca encaja totalmente en el programa familiar. Así sucede que Anat se entera de que su hijo ha nacido sordo, lo cual resulta en una enorme frustración y una herida para su narcisismo. En la nursery toma la decisión de intercambiar su bebé por otro sano, por lo que cargará con este secreto. La procesión vinculada al acto cometido irá por dentro y se revelará en unos pocos momentos de llanto. En su casa rechaza las llamadas promocionales del Instituto de Sordos, en el cual su esposo había inscripto al niño en un comienzo, negando todo contacto con su verdadero hijo, ese que osó desviarse de sus planes, suponiendo y asumiendo la vergüenza que significaría para su estricto padre.
La elipsis temporal muestra a Idan como un niño de la familia, que toca el piano en reuniones familiares y se prepara para su primer concierto bajo la atenta mirada de su madre. Para cuando tenga 12 años, Anat lo inscribirá en el curso de ingreso para jóvenes principiantes del cual su padre es miembro del jurado evaluador que decide quién es admitido y quién no. Anat no deja que Idan se desvíe ni un minuto de su propósito. Vigila que practique, supervisa su primera composición musical con Rafael Ben Ari para asegurarse de que sea buena y hasta estará dispuesta a acostarse una noche con Ben Ari, a cambio de que le dé una composición musical que pueda hacer pasar como perteneciente a su hijo.
Si tomamos las cosas desde el punto de vista de Idan, el destino de ser músico se impone sobre él, sin darle ninguna posibilidad de elección. Idan parece aceptarlo sin quejarse al comienzo, pero poco a poco buscará liberarse de esa prisión: interpretará piezas musicales a su manera y falsificará la firma del padre en la solicitud para realizar la salida anual escolar.
El lazo de Edipo de Anat con su padre es el eje a partir del cual leer el film. Anat no ha vuelto ha tocar desde el nacimiento de Idan. Sus sueños han quedado relegados en esmerarse por hacer de Idan ese Dios del piano que complacería a su padre y así lograr su valoración y aceptación. En este punto, uno podría preguntarse si Anat tuvo a este hijo porque quiso o para darle a su padre ese hijo brillante que ni ella ni su hermano fueron para él.
El padre de Idan está de sobra y no opera poniéndole coto a Anat en su obsesión. Anat siempre esta encima de él en función de convertirlo en el músico Ideal, no hay momentos tiernos ni de diversión entre ellos. Es claro que Idan no ha sido tanto fruto del amor de la pareja parental como la clara proyección del falo que Anat no tiene, buscando (por procuración de ese hijo-falo) ser ese músico talentoso y esperado por el padre, que ella no pudo ser al nacer mujer.
God Of The Piano es una película interesante en cuanto al planteo de cómo los ideales familiares pueden marcar la subjetividad. La propuesta formal donde predominan planos fijos y donde el movimiento está solamente dado por los personajes en el cuadro o por el montaje, da cuenta de la rigidez del mandato familiar. Una mayor profundidad desde puesta en escena y una mayor variación en los registros de cámara y de género potenciarían mucho más el drama en cuestión.
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