Happy End, de Michael Haneke (Francia / Alemania / Austria, 2017)
En su nuevo drama, Michael Haneke pone bajo la lupa un tópico recurrente en esta edición del festival de Cannes: el uso que le damos a los celulares y a las redes sociales, y de qué maneras afecta nuestras relaciones familiares, tema predilecto del director.
Las tecnologías ocupan bastante tiempo en esta película de poco menos de dos horas. El verdadero núcleo es una familia francesa, con muchos clichés de la burguesía, y cómo por dentro las estructuras que la sostienen son débiles o inexistentes. De hecho, una de las primeras imágenes que vemos en pantalla es una obra derrumbándose, quizás una analogía sobre lo que le ocurre a la familia Laurent.
El elenco, muchos ya viejos conocidos de Haneke, es uno de los grandes bienes de esta historia. Isabelle Huppert vuelve a ponerse en la piel de una mujer dura, decidida, con las riendas en sus manos; Jean-Louis Trintignant compone al patriarca que lo único que quiere es dejar de vivir, y sorprende Fantine Harduin, la enfant terrible.
Happy End constituye una obra menor en la filmografía hanekiana. Es inteligente, sin duda, y observa varias cuestiones que hoy resultan imposibles de ignorar, como la desconexión entre las personas y la apatía con respecto al otro. Todo con un trasfondo de profunda actualidad: la crisis de la inmigración y la discriminación en Europa.
© Damian Hoffman, 2018 | @DamianHoffman
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