(Reino Unido, 2018)
Guión y dirección: Peter Strickland. Elenco: Marianne Jean-Baptiste, Hayley Squires, Leo Bill, Gwendoline Christie. Producción: Andrew Starke. Duración: 118 minutos.
El estilo retro-giallo ya característico en el cine de Peter Strickland atraviesa la pantalla y nos apunta directo al corazón, en el sector donde se ubica nuestra admiración por Darío Argento y Mario Bava. Las perturbadoras pero bellísimas imágenes de los créditos, que con montaje vertiginoso presentan los 120 minutos restantes, anticipan una obra de admirable rareza que nos colma de expectativa y curiosidad. Entre estas imágenes, animadas por momentos con stop motion pero siempre con una estética alucinante (esa es la palabra), se muestra la transferencia de lo que sería el elemento de amenaza en una película habitual a lo que vamos a ver en esta: un cuchillo aparece en primer plano y solo participará abriendo la caja que contiene al verdadero serial killer. Colorida por los años 70 y 80, con el rojo dominando la paleta, musicalizada a base de los sintetizadores y la guitarra distorsionada de Cavern of Anti-Matter (la nueva banda de Tim Game, el ex-lider de Stereolab), In Fabric crea una combinación explosiva, poniéndonos en ritmo y ambiente, dejando claro desde el principio que aquí lo convencional no tendrá lugar.
In Fabric muestra las aventuras de un vestido maldito en venta en las entrañas mismas del infierno: una tienda de modas de Inglaterra en temporada de rebajas. Esta seductora prenda de vestir rojo arteria, como dice llamarse el color en el catálogo que lo expone, es talle 36 pero se adapta a la contextura de un cuerpo que supera esas medidas, dándole un margen de marketing extra. Con una frase bordada en el interior -“tú que me llevas, me conocerás”- y un aplique en forma de mancha, que es acaso desde donde se desprende el mal que emana, tendrá en su andar un objetivo claro de propagación que descubriremos recién hacia el final. Para conseguirlo, va a ejercer su magia marcando con sarna a quien lo lleve puesto, sobrevolando los aires, destruyendo lavarropas y reconstruyéndose a sí mismo, entre otras cualidades que posee. Lo cierto es que una vez que alguien haya sido marcado por él, ya no podrá escapar de las consecuencias.
Lo diabólico que desprende aquella pieza elegante hipnotiza por su belleza, pero el crédito de su encanto también se lo lleva la encargada de la tienda, Miss Luckwood (Fatma Mohamed, colaboradora recurrente en las películas de Strickland). Vestida como una victoriana macabra, con un inglés por demás acentuado, ejerce su oficio como una poeta de las ventas a través de analogías y elocuencia, logrando que sea imposible eludir su compra. Así es como Sheila (un gran papel de Marianne Jean-Baptiste, a quien recordamos por Secretos y mentiras de Mike Leigh) se deja llevar por el entramado de frases que la elegante embaucadora dispara, como lo haría cualquier cliente desprevenido, vale aclarar. Lo que no ella no sabe es que aquel hilado de tela (sobre)natural esconde más de lo que aparenta.
Primero en posesión de esta nueva empleada bancaria, divorciada y obligada a lidiar en su propia casa con el ingrato de su hijo y su desagradable novia (una Gwendoline Christie notable) y en el trabajo con dos jefes que preferirían tener robots como empleados (Steve Oram y Julian Barratt), luego se transfiere en la no tan graciosa segunda parte a un desafortunado reparador de lavarropas (Leo Bill) y luego a su futura mujer (Hayley Squires). Este nuevo episodio, que funciona casi como espejo del anterior, parece existir solo para justificar el final, repitiendo personajes y lugares ya recorridos, chistes que uno anticipa, quizás para no abrir nuevas tramas o no darle mas vuelo al vestido. Si bien logra con esta nueva historia hacer énfasis en lo que quiere contar, por ejemplo, que quienes rodean a los poseedores de la prenda no son mejores que esta en cuanto al nivel de maldad (de hecho, hasta le restan antagonismo a la prenda), el cometido está enfocado en desarrollar el desenlace, que a medida que se va acerando retoma la fuerza creativa del inicio.
En el centro de interés se sitúa la excentricidad de la tienda, donde se rinde una extraña pleitesía a los compradores pero se esconde un oscuro secreto infernal, perverso y depravado. Pelucas, maniquíes con bello púbico, ascensores pequeños, un viejo dueño de tienda con aspecto de vampiro rodeado de fieles empleadas que hacen algo más que su trabajo, todo como en una pesadilla con fiebre. Con un sale que desespera a los consumidores que hacen fila esperando la apertura, con publicidades psicodélicas que las anuncian. La construcción del lugar es uno de los puntos fuertes de esta comedia de terror, que ejerce su fuerza desde la incredulidad en lo que estás presenciando, haciendo énfasis en una clase B donde se ven los hilos de su realización.
El mensaje final pone en relieve lo que realmente hay detrás de un vestido maldito: el trabajo esclavo. Peter Strickland (Katalin Varga, Berberian Sound Studio, The Duke of Burgundy), quien presentó In Fabric en el 33º Festival de Mar del Plata, nos invitó a meternos en su cabeza, asegurando que allí estaba la película. Lo satisfactorio es que esta no solo contiene imágenes potentes; una idea real de lo que es el cine con la utilización del sonido, la música, la fotografía y el arte; sino una historia que es una clara crítica a la adicción consumista, al capitalismo feroz, a los burócratas que manejan el dinero con sus propias reglas fuera de la razón, a los comerciantes que manipulan con estrategias extravagantes, a lo desmedido de este mundo donde la razón termina perdiendo y los personajes ausentes de moral se salen con la suya.
© Soledad Bianchi, 2018 | @soleddub
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.