Atenemos lo que le hace falta a los personajes principales de Tigertail (2020) con la reiteración de las tonalidades rojas y verdes presentes en las varias décadas que cubre la obra.
En principio, descartaríamos con errada facilidad la trama si nos enfocamos solo en sus giros melodramáticos. La película trata de los sacrificios anímicos y migratorios hechos por Grover para que su madre no dedique toda la vida al trabajo. Por esto, él se lleva a Estados Unidos a Zhenzhen (Fiona Fu), la hija de su jefe con quien acordó irse. Y al mismo tiempo, deja en Taiwán a Yuan (Yo-Hsing Fang y Joan Chen), la mujer que ama.
El detalle valioso en esos giros está en lo que el realizador Alan Yang hace con los roles de las mujeres. La madre de Grover se queda en Taiwán cuando años después él le insiste que migre. Zhenzhen lo deja, previa conversación sobre por qué lo hará. Y su interés amoroso en la primera adultez está ahora satisfecho con su matrimonio. Los planos generales de ambos despidiéndose dejan en claro visualmente que las dudas provienen de él. Por esto, le queda reconciliarse con Angela (Christine Ko), su hija, a pesar de las incapacidades para comunicarse.
Yang, de padres taiwaneses, llega así al meollo del asunto que ha ido elaborando durante toda la obra. A través de un viaje de padre e hija al sitio donde él vivió en su infancia, el guion al final hurga en la anulación emocional que su abuela y su madre le impusieron de niño, en medio del conflicto entre China y Taiwán bocetado en las escenas iniciales*. Y el gran acierto del también guionista y productor es no mostrarnos las lágrimas de su personaje cuando se reencuentra con su casa de la adolescencia, donde se despidió hace décadas de su madre. En ese momento la cámara atraviesa con un travelling este hogar en ruinas, entre verdores boscosos y de paredes con el friso y los ladrillos visibles. Así el poco movimiento de la imagen que había tenido el tramo de la vejez del protagonista se compensa al menos para nosotros como espectadores.
Detengámonos en tal compensación doble. La infancia (Zhi-Hao Yang) y la primera adultez (Hong-Chi Lee) de Grover están narradas con movimientos sostenidos de la cámara y en 16 mm. De hecho, la película comienza con planos generales del protagonista niño corriendo por los pastizales de un verdor brillante y granuloso. Tal tono contrastará de forma alternada con la chemise más nítida y verde oscuro de su vejez.
El rojo por su parte resalta en los momentos decisivos como la mudanza de Grover y su esposa. A su vez, este color también pasa desapercibido en momentos donde se evidencian los cambios vividos por los personajes. La despedida con su madre ejemplifica ello porque la fachada de ladrillo tras ella simboliza la sensación de casa para ambos, y al mismo tiempo está rodeada por el verde de las plantas. Observamos no solo un símbolo maternal para él sino también su paso a la independencia a pesar de las decisiones erradas.
El acierto tonal está en que durante el transcurso de la obra y las rutinas mal entendidas por su parte, el verde y el rojo se traspolan al vestuario del actor y a su cuerpo. Quien deseche esto como un detalle insignificante, deténgase en un par de flashforwards donde los labios de Grover (Tzi Ma) se nos muestran rojizos, más que en otras escenas. Tal cuidado no solo está en la fotografía de Nigel Bluck, sino en el montaje y el diseño sonoro de una escena como la de su rutina laboral. La apertura y el cierre diarios del negocio que el personaje hereda no solo nos ejemplifican el paso del tiempo por las estaciones del año. A medida que se repite la acción, el efecto sonoro de la persiana se enmudece y entendemos con una escena breve que se entregó a sacrificios autoimpuestos.
También es cierto que las escenas en inglés dan una sensación estática ya marcada a nivel visual. No ayuda la decisión de grabarlas en digital aun si parte de una postura deliberada para favorecer el fílmico y la tradición. Christine Ko y Tzi Ma parecen incómodos en tales escenas aunque los códigos de color nos sugieran matices simbólicos. Y son estos los instantes más desarticulados de la obra. Esto no impide de todas maneras que el obstáculo emocional verbalizado por la abuela y ejemplificado por la madre halle su resolución en la escena final a modo de herencias que deben saldarse en algún momento como adultos.
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.
* Desde mediados del siglo pasado, Taiwán busca independizarse de la República Popular de China después de la guerra civil. Solo 20 de los 193 países integrantes de la ONU reconocen Taiwán como una nación separada.
(Estados Unidos, 2020)
Guion, dirección: Alan Yang. Elenco: Tzi Ma, Christine Ko, Hong-Chi Lee, Fiona Fu. Producción: Poppy Hanks, Charles D.King, Kim Roth, Alan Yang. Duración: 91 minutos.