En más de una ocasión la crítica de cine (los críticos, uno mismo) utiliza el término “académico” (y sus derivados) para invocar la supuesta prolijidad formal de una película. Otro término recurrente es el de catalogar a un film como “solemne” dando a entender el tono grave que impera en la narración. Y esto más allá de la calidad de la película en sí misma, de sus logros o defectos en la puesta en escena, de la forma en que el cineasta transmite el discurso al espectador. En efecto, cuando se escribe sobre cine se suele caer en ciertos lugares comunes o en “tips” que la crítica usa como necesidad imperiosa para analizar una determinada película, valiéndose de ciertos recursos que se repiten (repetimos, aclaro) en más de una oportunidad.
Ocurre que la cuarta película de Martín Viaggio amerita que se vuelva a exponer el manual del lugar común apelando a los términos antes citados con el fin de analizar de manera crítica los contenidos y la forma en que se transmite el discurso fílmico. Daría la impresión que Cuando ya no esté, en casi todo su desarrollo, justifica la nueva utilización de las palabras “académico” y “solemne” para analizar las escasas bondades que trasuntan en su hora y media. En ese sentido, no encuentro otro camino que calificar a la cinta a través de esas definiciones, y por qué no, de manera avasallante.
Ahora, ¿había otra forma de expresión para describir la historia de Arturo, a quien se le informa que tiene los días contados por una enfermedad y que la ciencia nada puede hacer con eso? ¿Existía otro camino temático que el afán del personaje por reconciliarse con su hijo y comunicarle con tardanza de la horrible noticia a su esposa y a sus compañeros de trabajo? ¿Podía haberse construido una puesta en escena diferente donde la música, hermosa pero excesivamente invasiva, refuerza algunas escenas de manera gratuita?
Probablemente no pero justamente desde esa contundente prolijidad formal surgen tomas y planos de indudable valor turístico (la película se filmó en Mendoza) ajenos al lenguaje cinematográfico. Y aparece, en más de una ocasión, ese riesgo transparente de que la película caiga en golpes bajos y expulse lágrimas gratuitas en el espectador que, por suerte, se diluye rápidamente.
Ahora, Cuando ya no esté necesita de ese tono grave y solemne, de ese academicismo de manual y de planos y movimientos de cámara racionalmente expresados a través de las imágenes para transmitir su discurso. Y desde allí los resultados terminan siendo frágiles, perfectos pero dignos de una naturaleza muerta.
Un personaje secundario, el del ciego que encarna el gran Marcos Woinsky, tal vez represente los alcances y objetivos de la película en sí misma. Verborrágico y reflexivo, su criatura de ficción oscila entre la sutileza y la banalidad.
Destaco como desenlace de este texto “académico” y “solemne” el notable trabajo de Gustavo Garzón. El año pasado con El monte y ahora en Cuando ya no esté se confirman las innegables virtudes del intérprete.
(Argentina, 2022)
Guion, dirección: Martín Viaggio. Elenco: Gustavo Garzón, Noemí Frenkel, Marcos Woinsky, Paco Vecchio, María Schnell, Sofía Silva. Duración: 97 minutos.