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CRÍTICAS - STREAMING

Dead for a Dollar

El director Alain Corneau, que abandonó el cine policial con el que había debutado en los 70 (Police Python 357, Serie negra, etcétera) y fue a la busca de otros públicos con Todas las mañanas del mundo (1991) o con la adaptación de la novela semiautobiográfica de Amélie Nothomb Estupor y temblores (2010), justificó una vez su cambio de estilo y género de esta forma: “El cine negro francés ha muerto hace tiempo. Ningún director que insista con él podrá escaparle al ‘homenaje’, y yo quiero hacer películas, no homenajes”.

Ese criterio no es el mismo que el del cine norteamericano, que no deja de recurrir a los métodos que crea necesarios para modernizar y “poner en valor”, a medida del gusto contemporáneo, sus géneros clásicos. En aquella segunda mitad de los 70, cuando Corneau insistía en mantener vivo el “polar” francés con actores como Yves Montad o Patrick Dewaere, George Lucas estaba filmando el western del espacio Star Wars, cuyos efectos continúan redituando ahora a Disney (aunque sus reiteradas varientes ya poco conserven de esa marca inicial).

El caso de Walter Hill es distinto. Él se ha mantenido, casi siempre a espaldas de Hollywood, dentro de los límites de un canon intocable. Hill, a los 80 años, filma y sigue filmando westerns como si el tiempo no hubiera transcurrido. No hizo lo mismo en la totalidad de su obra, por supuesto; The Warriors (Los guerreros) fue una de las puestas al día en los 70, aunque tomando siempre como referencia algún punto de la cultura clásica, en aquel caso la “Anábasis” de Jenofonte. Otra fue Streets of Fire (Calles de fuego), pero lo que predomina en su cine son las estrictas reglas del género. Un género que, para los espectadores más jóvenes, era el que miraban sus abuelos o bisabuelos, pero que reflota en variaciones menos interesadas en lenguaje y sintaxis (a veces una mera ilustración) que en asignaturas epocales no rendidas, como Secreto en la montaña (2005) o la superior El poder del perro (2021). No es el caso de Walter Hill.

Dead For A Dollar es un western clásico, académico, y quizá por eso provocó cierto escozor en la crítica estadounidense: algunos hasta llegaron a decir que hay un exceso de tiroteos y muertes (¿habrán visto alguna vez un western?). Quizá quienes comparten esa idea supongan que Budd Boetticher, el prolífico director de tantos westerns baratos en la década del 50 especialmente, sea algún conocido personal de Hill, porque a él está dedicada la película.

En su nueva obra, el realizador de Cabalgata infernal y Gerónimo tampoco contó con el presupuesto suficiente (peor que en otras ocasiones), y algunos de sus intérpretes se avinieron a trabajar con él por salarios más bajos que los que acostumbran percibir. Como el propio Hill contó, los medios para rodar eran tan pocos que ni siquiera dispuso de una grúa, de modo que los desplazamientos de cámara son lentos, casi artesanales. De igual manera, el tono sepia que le dio a la película fue criticado por otros como una artificiosa búsqueda de nostalgia, cuando en realidad fue una necesidad por ocultar lo barato de la producción (algo así como no iluminar a full una casa para evitar que las visitas adviertan que no se le pasa el plumero a sus muebles desde hace tiempo).

Pero la película se disfruta. El conservadurismo de Hill da lugar a un film que tal vez en los ’50 habría pasado inadvertido entre tanto western parecido, pero que hoy, en los tiempos de Marvel y The Mandalorian, resulta hasta ferozmente contestatario. Nadie, aun negándolo, está libre de escaparle a su propio tiempo: tal como en “Pierre Menard, autor del Quijote” de Borges, lo que en Botticher era moneda corriente hoy es un arcaísmo que desafía a la época. Pero no ocurre lo mismo con otros aspectos del guión, ya que algunos creyeron ver en el personaje de Rachel Brosnahan una vindicación del papel de la mujer en el western, como si Nicholas Ray no hubiese filmado Johnny Guitar en 1954 con Joan Crawford, para nombrar únicamente el caso más paradigmático.

Brosnaham interpreta a Rachel Price, una mujer de buena cuna casada con un hombre rico (Hamish Linklater). La acción transcurre a fines del siglo XIX en Albuquerque y, como se nos dice al principio, ella ha sido secuestrada y llevada a México por un soldado desertor, y encima negro (Brandon Scott), de modo que el marido contrata al cazador de recompensas Max Borlund (Christoph Waltz) para que vaya a rescatarla y ponga las cosas en orden. Pero la realidad, como pronto descubre el espectador, no es tan así.

El aventurero lleva consigo a un ayudante que no por azar se llama Poe (Warren Burke), que conoce a Elijah, el presunto secuestrador. Borlund, al observar el retrato de la mujer en un camafeo, exclama “Was this the face that launch’d a thousand ships?” (“¿Es este el rostro que lanzó mil naves al mar?”), y ante el desconcierto de Poe le explica —y también al espectador— que se trata de una cita de Christopher Marlowe, “un contemporáneo de Shakespeare”. La cita corresponde a “The Tragical History of Dr. Faustus”, y se refiere naturalmente a Helena de Troya.

De modo, entonces, que las mil naves, y los caballos jineteados por cowboys que cruzan la frontera, se ponen en movimiento por una mujer de la cultura griega clásica, esa fuente inspiradora del cineasta. En México hay un señor, antecedente de los jefes de los carteles de la droga en las series de hoy (Don Toribio Vargas, interpretado por Benjamin Bratt), a quien también le molesta la llegada de Borlund, y un viejo enemigo del cazarrecompensas, un tahúr que fue cinco años a la cárcel por su culpa y espera la hora de la venganza (quizá la subtrama menos justificada, pero había que darle un papel a Willem Dafoe y siempre es un placer verlo actuar).

A falta de Ry Cooder, habitual colaborador de Walter Hill en sus “Oestes”, la banda de sonido es de un debutante, Xander Rodzinski (tiene 25 años), y lo hace muy bien. El tema central, inocultable “homenaje” a Ennio Morricone en sus spaghetti westerns para Sergio Leone, viene complementado por bellas canciones tex-mex.

(Canadá, Estados Unidos, 2022)

Guion, dirección: Walter Hill. Elenco: Christoph Waltz, Rachel Brosnahan, Willem Dafoe, Benjamin Bratt. Duración: 107 minutos.

1 comentario en “Dead for a Dollar”

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