El cambio de siglo trajo aparejada la desaparición de varias categorías de películas mediocres o sencillamente malas, de acuerdo con la valoración de la crítica de entonces. Una de ellas correspondía a las películas “para ver en el cable” (cuya subcategoría, más insidiosa, era “si no se tiene otra cosa mejor que hacer”). No es que ahora no existan películas para ver en el cable, sólo que la llegada de las plataformas, con su mayor disponibilidad de títulos y horarios a voluntad, desplazó a las anteriores (al menos esto era así hasta diciembre, antes del ajuste a la casta de abonados al streaming: habría que comprobar durante el año cómo evoluciona).
Otra categoría era “directo a video”; esto es, películas que, a juicio de sus distribuidores, no valía la pena estrenar en salas (por los costos de copias y publicidad), y que se editaban directamente en VHS o DVD. Se salteaba así un paso y, de esa forma, se enviaban productos de dudosa calidad a los estantes de los videoclubes, ya que nunca faltaba el despistado que los alquilaba (o que no conseguía otra cosa).
Finalmente (hay más categorías, pero terminaremos acá) estaban las “películas de paquete”. Esto requiere mayor explicación: en las negociaciones entre un distribuidor independiente y una productora grande para estrenar algún título fuerte que cayera fuera de la órbita de las majors (por ejemplo, Amadeus, o Apocalypse Now), ese productor le exigía al distribuidor que comprara también, en simultáneo, algunos clavos que de otra forma no se sacaría de encima. Caso contrario, no había acuerdo (la estirpe de los Corleone no empezó con El Padrino).
Esos clavos formaban parte del “paquete” y el distribuidor podía hacer con ellos lo que quisiera: estrenarlos en sala con una campaña mínima, mandarlos “directo a video”, o directamente quemarlos. Nunca lo revelaban, por supuesto, lo que llevaba a la crítica a sospechar, ante algunos inconcebibles lanzamientos en sala: “este bodrio seguro es de paquete”.
Pues bien, Detrás de la verdad (The Good Mother, de Miles Joris-Peyrafitte), participa cómodamente de estas tres categorías, lo cual, transcurrido ya casi un cuarto del nuevo siglo, se hace más difícil de comprender. Es un policial baladí, incapaz de entusiasmar o inquietar a nadie, de desenlace previsible desde los créditos iniciales, y cuya tediosa ejecución sólo podría despertar en la platea inquietudes como éstas: “¿dónde y cuántas veces vi esto antes? ¿en qué serie?”
Pese a que la historia está ambientada en Albany, New York, en 2016, los viejos celulares que utilizan los personajes sólo sirven para hablar por teléfono y enviar mensajes de texto, como si el film ocurriera 20 años antes (sólo hay una excepción, sobre el final, cuando sacan una foto vaya a saberse cómo). También existen los diarios de papel de amplias tiradas, que recién se empezaban a digitalizar. Todo esto es inexplicable, y no es lo único.
En uno de esos diarios trabaja Marissa, periodista estrella interpretada por Hilary Swank, la actriz que se reveló en 1999 en “Los muchachos no lloran” y que acá sigue sin llorar, ni siquiera en una de las primeras escenas, cuando su hijo Toby (Jack Reynor), que es policía, irrumpe en la redacción para comunicarle que su hermano, es decir, el otro hijo de Marissa, Mike, ha sido asesinado.
El final de Mike, un drogadicto también involucrado en el narcotráfico con sujetos pesados, no era difícil de prever. Pero menos verosímil es que Hilary Swank, durante el entierro, se tope con la mujer de Mike, Paige (Olivia Cooke), y la siente de un sopapo como en otro de sus grandes éxitos, Million Dollar Baby, pese a estar embarazada de su hijo, y pese a que en la escena siguiente dejen de lado todo rencor y se pongan a trabajar juntas para develar el crimen de Mike. Pistas hay pocas, pero el espectador ya se imagina todo.
El guión, sin embargo, se reserva un twist, a la manera de final abierto. Marissa, después de conocer todo sobre la muerte de su hijo, ha decidido escribir una vez más para el diario —algo que le venía reclamando su editor desde hacía tiempo—, y aparentemente ha producido una pieza magistral sobre el caso que la involucra. Pero, ¿la quema o no la quema? Esa es la duda que deja planteada el director. Nosotros nos quedamos con otra: ¿ni siquiera Word tenía Marissa en 2016 que escribe todo en papel?
(Estados Unidos, 2023)
Dirección: Miles Joris-Peyrafitte. Guion: Miles Joris-Peyrafitte, Madison Harrison. Elenco: Hilary Swank, Olivia Cooke, Jack Reynor, Dilone. Producción: Siena Oberman, Shaun Sanghani, Emma Tillinger Koskoff. Duración: 90 minutos.