En los últimos años, Marvel Studios consolidó una indiscutida fórmula de éxito, pero sabe qué partes de la ecuación tocar para que el resultado siga alegrando a los fanáticos. Doctor Strange: Hechicero Supremo (Doctor Strange, 2016) así lo confirma.
Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), un talentoso y arrogante cirujano de Nueva York, sufre un accidente automovilístico que perjudica su principal herramienta de trabajo: las manos. Dispuesto a todo para recuperarse, prueba infinidad de procedimientos médicos, siempre en vano. La última oportunidad lo lleva a Nepal, donde supuestamente residen monjes capaces de hacer sanaciones milagrosas. Allí conoce a Ancestral (Tilda Swinton), que le revela un mundo más allá de lo real; un mundo pleno de magia, de héroes… y de villanos, empezando por Kaecilius, hechicero renegado con planes demasiado lúgubres. Una serie de entrenamientos y lecturas harán del otrora escéptico Stephen no sólo un hombre poderoso sino un nuevo superhéroe.
A diferencia de las historias de Los Vengadores (con excepción de Thor), aquí no hay elementos de ciencia ficción ni tecnología avanzada sino que la espectacularidad viene de la magia. Los viajes astrales, la manipulación del tiempo, y el espacio están a la orden del día. Las secciones de edificios y ciudades enteras doblando o flotando remiten a las imágenes más alucinantes de El Origen (Inception, 2010). No es la única película de Christopher Nolan a la que asemeja: la incursión del protagonista en tierras lejanas y su duro entrenamiento recuerdan al comienzo de Batman Inicia (Batman Begins, 2005). Pero no se queda en meras copias y sigue siendo un film cien por ciento Marvel, con acción, drama en dosis justas y buena cantidad de humor.
Los antecedentes de Scott Derrickson no lo hacían el candidato perfecto para encargarse de un tanque Marveliano, mucho menos de uno que involucra a un personaje tan emblemático de la compañía. Su carrera transita mayormente el género de terror, y la única superproducción que dirigió, El Día que la Tierra se Detuvo (The Day the Earth Stood Still, 2008), basado en el clásico de los ‘50, no es demasiado memorable. Sin embargo, en Hellraiser: Inferno (2000), El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcist of Emily Rose, 2005) y Sinister (2012) y Líbranos del Mal (Deliver Us from Evil, 2014), Derrickson presenta a individuos que se mueven entre el mundo real y un universo alterno, muchas veces de naturaleza oscura. En el caso de Strange, el tormento ocasionado por el accidente le permite buscar una cura más allá de la ciencia y se conecta con su lado místico.
Gracias a su desempeño como el doctor y mago, y al igual que Chris Pratt en Guardianes de la Galaxia (Guardians of Galaxy, 2014), Benedict Cumberbatch empata en carisma y presencia a Robert Downey Jr como Tony Stark/Iron Man. Cumberbatch tiene clase cuando sufre, con salidas graciosas y a la hora de combatir contra sus adversarios. También están muy aprovechados la siempre excelente Tilda Swinton (en un papel originalmente masculino; hoy resulta difícil pensar en otra persona para ese papel), Mads Mikkelsen, Benedict Wong y Chiwetel Ejiofor, quien encarna a Mordo, uno de los buenos que comienza a cuestionarse los valores de quienes considera sus mentores y amigos. Como era de prever, Rachel McAdams queda en su segundo plano; su rol de colega y ex pareja de Stephen aparece en momentos cruciales, pero así y todo quedó a muy poco de ser un decorado más. Lo mismo Michael Stuhlbarg, de escasa participación, y Scott Adkins, aunque puede hacer gala de su destreza a la hora de pelear.
Doctor Strange: Hechicero Supremo presenta el costado místico de Marvel, pero sin abandonar la gracia, la espectacularidad y el heroísmo, y catapulta cinematográficamente a un personaje que ya encanta a los espectadores.
Y sí, también hay dos escenas postcréditos.
Matías Orta
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