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CRÍTICAS - CINE

Drácula: Mar de sangre (The Last Voyage of the Demeter)

UN MONSTRUO MATANDO GENTE EN UN BARCO

Si uno tuviera que explicar honestamente de qué va Drácula: Mar de sangre, lo único que tendría que decir es que se trata sobre un monstruo que va matando gente en un barco durante el siglo XX. Una película de estructura slasher como cualquier otra, que apenas se diferencia un poco de los más convencionales porque sus protagonistas no son jóvenes sino señores mayores de 30 años con sus oficios. Hay un grupo de gente y un ser sobrenatural que los va reventando uno a uno. Que este ser sea Drácula -o más específicamente, el Drácula imaginado por Bram Stoker en su obra maestra mayor literaria y luego reimaginado por Murnau en la Nosferatu de 1922- es en realidad una mera excusa para elaborar un concepto atractivo que venda entradas.

Nada de qué quejarse y nada que no haya hecho el cine de terror miles de veces. Por decir el ejemplo más conocido: la mayoría de las adorables (y en algunas ocasiones magistrales) adaptaciones de cuentos de Poe que dirigió Corman junto a Vincent Price tenían poquísimo de los cuentos originales y demasiado de una narración libre que usaba a Poe como gancho publicitario.  

Drácula: Mar de sangre, como se ha dicho, va por el mismo lado, pero da toda la impresión de que quiere convencernos de lo contrario. De ser un film que trabaja muy conscientemente sobre un original muy canónico tanto desde el punto de vista literario como cinematográfico. Así que establece desde el vamos un título bien pomposo (el título original es El último viaje del Demeter) y luego un tono muy solemne repleto de frases ampulosas. También despoja la narración del más mínimo atisbo de humor y nos hace escuchar una música machacona insoportable que invade casi toda la película para indicarnos el carácter lúgubre, pero también supuestamente importante de un film que explora el mito vampírico y todo lo que significa.

Entre tanta cosa ampulosa no podía faltar un comentario social metido con calzador. Allí entonces encontramos como protagonista a un negro estudiante de medicina, conocedor de física, astronomía y navegación, que se vio toda su vida discriminado por el color de su piel. No sólo eso: este señor está obsesionado por “encontrar un sentido al mundo” y no puede parar de expresar reflexiones filosóficas sobre la ciencia, la fe, y el Bien y el Mal.

En medio de todo esto, la película nos introduce también un mecanismo de suspenso dueño de un mal gusto increíble. Sucede que uno de los tripulantes del barco (uno en el que sabemos de antemano que no va a haber sobrevivientes), es un nene de unos 10, 11, años. nieto del capitán. Es inevitable que uno se pregunte si la película va a cometer la salvajada de asesinarlo. Respuesta: lo hace. Y como ese golpe bajo parece poco, la película se regodea una y otra vez en ese hecho horrible y en el dolor que siente su abuelo. No sólo eso, en una escena infame, el nene se vuelve vampiro y la película se encarga de quemarlo vivo bajo el sol frente a la mirada de su abuelo, todo esto mientras suena una música de coros insoportable de fondo. La salvajada es a veces algo perdonable y hasta celebrable en ciertas películas de terror, pero en el contexto de un film como este, no puede verse como otra cosa que como una búsqueda gratuita de sumar oscuridad y una supuesta angustia que nunca termina por transmitirse.

Podrá preguntarse el lector si al menos acá hay algún clima de suspenso, algún uso más o menos creativo de crear tensión. La respuesta es no. La narración se apura demasiado en mostrar al monstruo y la tensión previa es casi inexistente. Lo que sí ofrece, todo el tiempo, son golpes de efecto, jumpscares que carecen de cualquier tipo de creatividad. 

¿Nos queda entonces algún asesinato creativo? La respuesta vuelve a ser no. Apenas el vampiro chupando cuellos y se acabó. Por si esto fuese poco, las escenas de asesinatos y persecuciones están mal montadas y mal iluminadas, así que todo es además de poco creativo visualmente confuso.

No hay tensión, ni humor, ni momentos recordables, apenas algo que podría encajar en la categoría de película, simplemente porque hay imágenes en movimiento y se puede ver en una pantalla.

(Estados Unidos, Reino Unido, Malta, Italia, Alemania, 2023)

Dirección: André Øvredal. Guion: Bragi F. Schut, Zak Olkewicz. Elenco: Corey Hawkins, Aisling Franciosi, Liam Cunningham, David Dastmalchian. Producción: Bradley J. Fischer, Mike Medavoy, Arnold Messer. Duración: 118 minutos.

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