VOLVER A EMPEZAR
Violet (Meghann Fahy) es una madre viuda de unos cuarenta años. Conoce a Henry (Brandon Sklenar) en una aplicación de citas y decide, después de meses de chatear, salir a cenar con él. Deja a su hermana a cargo del pequeño niño y, luego de cinco años del fallecimiento de su exmarido, se propone salir con alguien nuevamente. La cita se desarrolla con normalidad hasta que alguien empieza a acosar virtualmente a Violet vía celular (de ahí el nombre de la película, que refiere a los drops, una funcionalidad que sirve para enviar archivos a personas conectadas en un mismo espacio).
Drop: Amenaza anónima comienza con una escena fundamental para comprender el mecanismo narrativo sobre el cual se articula el relato. Un hombre amenaza y le apunta a una mujer con un arma, y cuando está a punto de dispararle, corte a negro. Uno esperaría, por el grado de violencia que la escena supone (y el thriller que la película promete) que ese momento corresponde al clímax narrativo del film. Pero, bien adentrados en la narración, descubriremos que la escena inicial es la raíz del trauma de la protagonista, y que sucedió años antes del presente sobre el cual se desarrolla la historia.
De esta forma, lo que hace el director Christopher Landon es exponer el artificio que supone la propia experiencia cinematográfica. Ir en contra de la construcción del cine como una “continuación” de la realidad. Es decir, creer que las reglas físicas, espaciales y temporales de la realidad humana deben estar reflejadas en el cine a rajatabla. Pedirle realismo a un film como Drop: Amenaza anónima, quizás, encuentre un paralelo posible con los reproches que le endilgaba la crítica en los 40’s y 50’s al cine de Alfred Hitchcock. Un cine que no se ataña para nada a las reglas del mundo real, sino que crea una codificación propia específicamente aplicable al lenguaje cinematográfico.
Landon se opone de forma radical al realismo, el cual nunca es un objetivo para el film. Más bien lo contrario: comenzar por un flashback disfrazado de flashforward para construir un relato sobre la superación de un trauma (Violet, la protagonista, fue víctima de reiterados abusos en su relación anterior), enfrentar a seres humanos cotidianos con situaciones extraordinarias (como por ejemplo, la gran escena en la que Violet queda colgada del edificio) o incluso manejar con (a veces excesiva) conveniencia el espacio-tiempo para sostener la tensión.
El conflicto no es más que una excusa para contar el avance de un personaje que, al principio, descree totalmente de las relaciones amorosas debido a la situación traumática de su pasado. En este sentido, hay un nuevo comienzo en su cita. Un hombre que, en vez de apuntarle con un arma, se juega la vida y recibe un disparo que iba dirigido a ella. Un símbolo construido de forma redonda, con una destreza propia del cine de Landon (que, recordemos, ya tiene en su haber un par de hits de la comedia de terror, como Freaky o Feliz día de tu muerte).
Siguiendo esta línea, el último plano resume de forma perfecta el sentido del film: la nueva pareja sentada en una misma cama en un hospital, con un ventanal en el fondo que muestra un amanecer idílico, con una saturación de color exagerada, probablemente de forma intencional para remarcar aún más la calidez de la situación. Un final redondo, sin dudas en contraposición a la oscura escena inicial. Un anaranjado nuevo comienzo en respuesta al violento pasado.
(Estados Unidos, Irlanda, 2025)
Dirección: Christopher Landon. Guion: Jillian Jacobs, Chris Roach. Elenco: Meghann Fahy, Brandon Sklenar, Violett Beane. Producción: Michael Bay, Jason Blum, Brad Fuller, Cameron Fuller. Duración: 95 minutos.